EL MONÓLOGO Nº057
Contar con responsabilidad
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Contar lo que sucede con responsabilidad.
Pepe Moreno *
En el artículo de hoy voy a hablar de un asunto espinoso, que nos tiene a todos con el alma en vilo y que hace que informar hoy no sea simplemente dar cuenta de unos hechos, sino que hay que hacerlo con mucha precaución y midiendo las palabras en todo momento para no herir a nadie y, sobre todo, para preservar los sentimientos de todos los que se ven inmersos en este tipo de sucesos. Me refiero a lo ocurrido a una familia tinerfeña que en ahora mismo está en vilo esperando noticias de los suyos.
Como me imagino que todos saben, desde el pasado martes, día 27 de abril, todos buscamos información que nos indique dónde pueden estar las pequeñas Anna y Olivia a quien, al parecer, su padre se llevó esa tarde a un lugar no determinado y al que se le busca arduamente, por tierra, mar y aire, para que sepamos el desenlace de una truculenta historia que a todos los hace divagar y de la que hoy poco o nada sabemos a ciencia cierta.
Sabemos que el padre de estas pequeñas, Tomás Antonio Gimeno, de 37 años, las recogió en casa de su madre, de la que está separado, y que hizo un recorrido que hoy, cuando escribo estas líneas, no ha terminado. Las llevó a casa de sus abuelos, se despidieron de forma inusual, con abrazo incluido, habló con la madre de las niñas, a quien prometió llevarlas a su casa y posteriormente le dijo, en conversación telefónica, que nunca más las iba a ver, que no iba a tener noticias ni de él ni de las pequeñas y colgó. Así hasta en cinco ocasiones.
Que las cámaras del puerto de Santa Cruz, las de la marina en la que tenía atracada una embarcación de su propiedad, solo registran su presencia y nunca las de las niñas. Que la embarcación apareció a la deriva en aguas próximas al Puertito de Güímar y que se ha especulado mucho. Desde la más trágica de las versiones, a la confianza de que estén en poder del padre, del que tampoco se sabe nada.
El secreto de sumario impuesto por el juzgado de instrucción impide que los que están en la investigación cuenten el objeto de sus pesquisas y que nadie sepa a ciencia cierta qué puede haber ocurrido o qué está pasando. Esta situación nos puede llevar a especular, pero ese es un terreno peligroso en el que la confianza se muta por elucubraciones, y eso no es informar.
Llevo muchos años en esto de la información y siempre trato de inculcarles a mi entorno que hoy las indagaciones no se pueden realizar sin tener en cuenta una serie de protocolos que protejan a todos los encartados en cada historia. Por si no lo saben, existen recomendaciones y pautas, emitidas por el Instituto Canario de Igualdad, que invitan al uso de palabras adecuadas para mostrar la violencia. No es lo mismo morir que matar, desaparecer que secuestrar, tener una relación que violar. El mismo organismo nos dice que son imprescindibles las fuentes expertas que expliquen cómo y por qué sucede, y al mismo tiempo recuerda que el vecindario nunca tiene ese tipo de especificaciones y nos pueden inducir a hacernos una idea equivocada de lo que ha pasado. Los medios, sobre todo los públicos no deben aportar conjeturas ni rumores.
En la actualidad hay que tener mucho cuidado con lo que se cuenta, porque las fuentes oficiales pueden tener descripciones necesarias para un sumario (heridas o número de ellas, sangre, etc.) pero que en la noticia que hacemos solo aportan morbo, y por tanto debemos evitarlas.
Ese mismo catálogo de comportamiento nos indica que debemos contar las conductas de violencia machista (control, amenazas, manipulaciones…) a través de especialistas y no hablar sin contrastar. Igualmente debemos tener cuidado a la hora de hablar del agresor con cosas como que siempre saludaba a los vecinos o si era campeón de ajedrez, porque eso no contribuye a nuestra crónica y nos puede llevar a dibujar un perfil que no exprese realmente a la persona o confunda su comportamiento. Decir que “era un padrazo” puede dibujar unas características que sean la antítesis de un verdugo. Es incompatible esa definición con alguien que ha secuestrado, o algo peor, a unas pequeñas.
El manual del que les hablo nos recuerda que las violencias machistas son siempre un delito y que por tanto debemos contar qué hizo y la pena que podría recaer sobre el agresor de confirmarse los hechos presuntos. Por eso, lo que hay que hacer es un seguimiento de lo que ha pasado y dar cuenta de a qué condena se podría enfrentar el supuesto infractor.
Igualmente, muchas veces hemos caído en entretenernos, cuando informamos de estos asuntos, en la nacionalidad o religión, aspectos que no son relevantes para entender la violencia machista. En el documento en cuestión, nos recomiendan evitar perpetuar estereotipos y debemos hacer lo posible por aportar información que los destierre.
También hemos caído en calificar a los agresores de locos o de enfermos, o que actúan porque se drogan o beben, o que han atacado por amor o por celos, y la verdad es que han actuado así porque creen que tienen derecho a imponer su voluntad sobre la víctima.
Si se trata de violencia machista, se debe tener presente que este no es un problema de pareja, un suceso, una disputa, una lacra ni un crimen familiar, sino que es un problema social que compete a toda la población.
Muchas veces olvidamos que las violencias machistas son múltiples y para entender por qué suceden necesitamos visibilizar cómo se relacionan todos los encartados en buscar la manera de erradicarlas.
Todo esto nos lleva a respetar todo lo que concierne a las víctimas, que por encima de todo necesitan respeto a su intimidad y por tanto no debemos difundir imágenes sin su consentimiento, o datos que permitan reconocerlas o ubicarlas. Si hubo o no denuncias, son referentes que hay que contextualizar con datos globales del tiempo que se tarda en denunciar.
Con todo esto les quiero decir que hay que tener mucha prudencia y cotejar muy bien los datos y no confundir al que está viendo, leyendo u oyendo las informaciones que les ofrecemos, porque es fundamental no herir suspicacias ni pintar unos rasgos emocionales que no se corresponden con la realidad.
Todo esto y mucho más deben ser los parámetros en los que se deben mover los actuales estándares de la información. El mundo hoy es diferente y no todo vale a la hora de contar lo que ha sucedido. Hay que ser mucho más consecuente con la información obtenida y ofrecerla a la ciudadanía limpia de elementos que nos puedan llevar a plantear estereotipos equivocados o que, dentro de la crudeza de lo que han hecho, planteen excusas de su lamentable comportamiento.
Si uno mira la información de sucesos de hace unos años nos daremos cuenta de que ha cambiado su tratamiento y de que entonces no se tenían en cuenta algunos de los aspectos mencionados, lo que daba lugar a, incluso, encontrar algunas excusas a sus rechazables comportamientos. La sociedad ha evolucionado y hoy debemos tener en cuenta aquello de “los hechos son sagrados y las opiniones libres” para que a la hora de informar quede bien definido lo que ha pasado y que sea el consumidor el que se haga una idea y forme su veredicto.
Todo lo que les he contado entra dentro de las cosas a tener en cuenta por un informador y cuando nos piden que vayamos más allá de lo constatado debemos saber que eso no es noticia, sino que entra en otros géneros.
Acabo ya. Espero y deseo que todo termine bien en esta historia y que los lectores de este artículo sepan hasta dónde pueden llegar los que nos ofrecen todos los días datos de una historia que ahora mismo tiene muchas aristas.
No hay ninguna justificación para un padre que actúa de esta manera con sus hijas. Ninguna, insisto. Y todo lo que ha hecho hasta ahora es rechazable desde todos los puntos de vista. El dolor infringido a todo su entorno no tiene parangón y las secuelas que dejará no pueden tener justificación.
El reto de contar lo que sucede no puede ampararse, tampoco, en hechos ni en conductas que no dejen claro este tipo de rechazos. Y menos aún si se hace desde medios de comunicación que tienen que poner por delante una deontología clara en este tipo de sucesos. Hacer información no es fácil y algunos se amparan en una falsa y palmaria forma de decir lo que piensan sin pensar en lo que dicen. Y eso es malo.
* José MORENO GARCÍA
Periodista.
Analista de la actualidad.
La Laguna (Tenerife), 8 de mayo de 2021.
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