EL MONÓLOGO Nº067
La vida sigue igual… desesperante
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La vida sigue igual… desesperante
Por Pepe Moreno *
Estamos como nunca, con los contagios por la COVID-19 disparados, con la Unidades de Cuidados Intensivos de Tenerife, por ejemplo, en nivel de riesgo alto. Tras varias semanas sumando y muy por encima de las cifras normales. La isla ha visto cómo uno de los últimos indicadores epidemiológicos que le quedaban en color naranja (nivel de riesgo medio) y han pasado a rojo al superar el 15% de las camas disponibles con pacientes con COVID-19.
De 40 personas que están en UCI en las islas con coronavirus, 35 lo están en Tenerife; y de las 260 ingresadas en planta en el archipiélago, 197 lo están en la misma isla. Esos datos son los que valen a la hora de colocar a un territorio canario en un nivel y por eso Tenerife se mantiene en el nivel 3, con algunas medidas reforzadas y pendientes todos los días de qué pasa y de cómo frenar una escalada que parece imposible. Ayer mismo, esta isla registró casi 400 casos en 24 horas, 394, para que el demonio no se ría de la mentira, y esa cifra nos debería llevar a algunas reflexiones. Pero lo mismo sucede en Gran Canaria, La Palma o Fuerteventura.
Y los niveles han cambiado en esas islas, aunque ahora, con las decisiones de los jueces sobre las disposiciones de los Gobiernos, a uno le queda la cosa de preguntar ¿para qué sirven tantos niveles si están primando otros intereses que no son los de la salud? Porque miren, cuando vivimos la primera vez con las restricciones propias del 3, los gimnasios estaban cerrados a cal y canto, lo mismo que los interiores de los restaurantes e incluso, si se acuerdan en Navidades, se limitaban las reuniones familiares a no más de 6 personas. Ahora, en ese mismo nivel, se permiten las aperturas reguladas al número de personas, ha decaído el estado de alarma y los tribunales de Justicia dictaminan como si fueran expertos en virología o inmunología. En realidad, son los que marcan si hace falta o no toques de queda y cualquier otra medida que se quieran imponer para frenar la oleada que estamos sufriendo.
Son otros indicadores los que debemos tener en cuenta. Antes de la reunión de ayer del Consejo de Gobierno, Tenerife tenía dos indicadores del bloque I en riesgo muy alto, otros dos en nivel alto, y uno en nivel medio; y del bloque II, uno en nivel medio y otro en nivel alto (la ocupación de camas UCI). Esa es la novedad, pues hasta hoy ambos estaban en nivel medio. Así, la ocupación de camas en planta con pacientes con COVID-19 es del 5,62%, y de las camas UCI, del 16,57% (el nivel de riesgo alto se aplica por encima del 15%).
Sin embargo, este cambio en el color del riesgo no es suficiente para que la isla suba al nivel 4, ya que, como se ha visto, habría que tener un indicador en nivel muy alto, cosa que a este ritmo aún se tardará varios días en alcanzar. Es decir, la ocupación de las camas UCI debería estar por encima del 25%. Por tanto, ¿qué le queda al Gobierno Canario? Poco margen de maniobra. Y es que hay que tener en cuenta que el miércoles el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) dio un nuevo «varapalo» al Ejecutivo regional (en palabras del consejero de Sanidad, Blas Trujillo) al no avalar la aplicación de un toque de queda nocturno en las islas en nivel 3 o 4 de alerta. De esta manera, se perdía «la herramienta más potente» para controlar los contagios, declaró el propio Trujillo en el Parlamento poco después de conocer la noticia.
Tampoco avaló el TSJC el cierre de interiores en hostelería para las islas en nivel 3 o 4 hace apenas cuatro semanas, y no respaldó medidas adicionales en las islas cuando decayó el estado de alarma en mayo (cierre perimetral y toque de queda). En opinión de la Sala de lo Contencioso Administrativo del TSJC, los datos de la pandemia «no son suficientes» para avalar esa limitación de la movilidad. El auto se ha publicado el mismo día en que se ha pulverizado el dato de contagios diarios en las islas, 638, una cifra nunca vista y que deja muy atrás el dato más alto hasta ahora (540).
Las medidas actuales no están frenando, ni siquiera un poco, el ritmo de contagios. Por tanto, al Gobierno le van quedando menos armas con las que luchar contra el avance del virus, que además ha encontrado en la variante delta (india) una manera aún más rápida de expandirse por las islas.
Ahora todos estamos preocupados por lo que está pasando y nadie escapa a ser víctima del dichoso virus, incluso, nos llega a inquietar a los que estamos vacunados, ya que un 10 por ciento de los que han dado positivo ya estaban inmunizados, o eso nos decían, con las dos dosis de la vacuna. Entonces, ¿de qué nos sirven? Es preocupante y frustrante. Llevamos demasiado tiempo en esta especie de sinvivir en el que el coronavirus nos acecha en cualquier parte. Llevamos meses y meses cuidándonos, llevando a buen término todas las recomendaciones que nos dicen y en Canarias no salimos de una situación en la que cumplir con la normativa no nos protege.
Hemos ido cambiando, los locales que cerraban hoy abren, con mucho reparo y con aforos restringidos, llevamos la mascarilla en todos los lugares públicos, ya no es obligatoria en los exteriores, pero todo el mundo la lleva y te sientes casi culpable cuando no la usas y tienes miedo a que alguien te llame la atención, el carácter se nos ha agriado a todos, tenemos los nervios a flor de piel, los más afectados reclaman su terreno y sus distancias, a algunos les asusta ahora las aglomeraciones y la vida fuera de casa es casi amarga. En otros sitios, como Madrid, no tienen tantos reparos y hasta parecen más felices. ¿Qué hacemos? ¿Está ganando la batalla el virus, los contagios o los que apelan por una vida más restringida?
Estamos en verano, ya hemos sufrido la primera ola de calor, nos habían prometido que en estas fechas estaría vacunado el 70 por ciento de la población y que volveríamos a una normalidad diferente, pero llevadera. Y no es así, tenemos los mismos síndromes de hace un año y medio. Todo el mundo nos dice que hay que seguir luchando, pero ¿hasta cuándo? La verdad es que aquí parece que somos prisioneros de una situación a la que muchos se han habituado y piden que los demás también lo hagan. Y eso no era la previsto.
Parece que algunos son felices con estas recriminaciones y que tenemos a unos dirigentes que se ven impotentes ante lo que estamos viviendo y solo arreglan con mensajes en lo que apelan a que todo continúe igual y al mantenimiento de las medidas que impusieron cuando no había ni vacunas ni mascarillas ni epis, cuando se luchaba contra este virus sin ninguna protección.
Yo no culpabilizo a nadie. No creo que los jóvenes -en su conjunto- sean los culpables de actual situación, pero sí digo que los que nos tenían que guiar por otros senderos que no fueran los de las restricciones, el hundimiento de sectores concretos y una normativa más abierta no han sabido encontrar fórmulas que hagan que la vida no sea un agobio sin que los contagios crezcan.
Hoy hay más contagios que nunca y seguimos aplicando los protocolos de antaño, ¿es normal? ¿por qué en otros sitios la vida tiene alegrías y aquí con un crecimiento diario seguimos con normativas de hace un año? ¿Se cumplen todas las promesas que se hicieron? ¿La vacunación no se iba a hacer masiva? ¿por qué ayer hubo un número de contagiados tan grande? ¿Y los de mañana? ¿toda la culpa es de nosotros? ¿de los jóvenes? ¿de los que no cumplen? ¿por qué ahora sabemos que hay vacunados entre los ingresados?
Y así podríamos seguir enumerando preguntas que tienen una contestación muy relativa. Seguiremos.
* José MORENO GARCÍA
Periodista.
Analista de la actualidad.
La Laguna (Tenerife), 17 de julio de 2021.
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