EL MONÓLOGO Nº097
Entre la memoria y el olvido
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Santa Cruz, entre la memoria y el olvido.
Por Pepe Moreno *
Esta semana hemos visto como la Dirección General de Cultura y Patrimonio del Gobierno de Canarias daba a conocer el Catálogo de símbolos, calles, monumentos y menciones franquistas del municipio de Santa Cruz, tal y como establece la Ley de Memoria Histórica de Canarias y descubría, o desvelaba ante la opinión pública, un catálogo en el que se incluyen hasta 78 enclaves que han de ser derribados, retirados o modificados en todo el término municipal de la capital tinerfeña.
Estos lugares casi coinciden con el informe que ya había encargado el Ayuntamiento de Santa Cruz en 2018 y que se hizo con el objetivo de cumplir lo que se mandata en la Ley de Memoria Histórica estatal. De esta forma sabemos que en su compendio figuran monumentos, esculturas y objetos, nombres de calles, espacios y elementos urbanos, así como edificios, y una relación de honores y distinciones concedidos en distintos momentos de la historia de la Corporación, que incumplen la citada norma, y que, por tanto, deberán ser retirados del espacio público.
Y se ha liado una fuerte polémica porque algunos entienden que este revisionismo va en contra de algunos hechos históricos y que el dinero se podía emplear más en crear que en destruir y que hay cosas que no se pueden quitar de en medio sin más o por la causa de una ley como esta. Uno siempre ha creído que la historia está ahí y que no se puede cambiar, eso es cierto, pero al mismo tiempo también debe ser difícil para los que la sufrieron que se siga homenajeando o rindiendo honores a los que en determinado momento de la vida impusieron su credo a otros que no lo compartía.
Será pues muy difícil para alguien vivir en una calle que lleva el nombre de una persona que represalió a sus antecesores. Pero eso debe suceder en todos los ámbitos de la vida pública. No es lícito que sigamos dejándole los honores a alguien como José Antonio Girón de Velasco, un político franquista que figura como hijo adoptivo de Santa Cruz, quizás más en el ánimo de algún pelota que quería quedar bien con este factótum de un régimen salido de un golpe de estado ilegal, en todos los sentidos.
De todas formas, el informe recoge una serie de actuaciones que la corporación actual no sabe cómo llevar a cabo. Por ejemplo, le oí el otro día al alcalde que no sabe cómo acometer la retirada del monolito de la Plaza de España y que espera que el Ejecutivo le diga qué debe poner en ese lugar. Yo creo que hay algunas acciones que tendrán que ponerle imaginación y aprovechar esta circunstancia para cambiarle la imagen a Santa Cruz.
En el catálogo al que estamos haciendo referencia se especifica que hay tres edificios que deben desaparecer o al menos retirarle toda su simbología franquista. Estos son: el actual Mercado Nuestra Señora de África y el Puente General Serrador el Monumento a los Caídos de la citada Plaza de España y el que está al final de la Rambla y que lo hizo el escultor Juan de Ávalos, como homenaje a Franco entre 1964 y 1966.
En el primero de ellos no sabemos si lo que se tiene que realizar es un derribo de toda la recova de Santa Cruz de Tenerife o si por el contrario hay que tirar el arco de la entrada o llevar a cabo una remodelación completa de un recinto que, según la comisión evaluadora, tiene el estilo de un cuartel de los de entonces. Ese lugar fue construido en estilo arquitectónico neocolonial y que fue inaugurado a principios de 1944, en concreto el 4 de enero por el entonces capitán general, Francisco García-Escámez. Para este proyecto se contrató al arquitecto José Enrique Marrero Regalado, con el que se buscaba darle una nueva imagen a la ciudad. Paralelo a dicho proyecto el arquitecto José Blasco Robles construyó el puente Serrador, en honor a Ricardo Serrador Santés, que había precedido a García-Escámez en la Capitanía y cuya esposa, ceutí de nacimiento, se llamaba África y a la que dedicaron el mercado.
Pero hace ya tres años que se conocía que en determinadas construcciones y en varios monumentos se incumplía la Ley de Memoria Histórica y que algo tendría que hacerse. Nadie acomete nada con toda esta simbología y el tiempo pasa. En el 2019 ya se habían gastado 60.000 euros en un estudio, dirigido por la catedrática en Historia del Arte María Isabel Navarro y en el que participaron varios especialistas. En sus conclusiones podemos leer que hay numerosas denominaciones que son «menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura que incumplen el artículo 15.1 de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre».
Y como decía antes hay hasta 78 símbolos a los que hay que decidir qué hacer. El actual alcalde, José Manuel Bermúdez, indica que la ley es clara y que en el artículo 13 de la actual norma de Memoria Histórica de Canarias, en su apartado dos se dice que “la retirada a que se refiere el apartado anterior se hará efectiva una vez sea certificado por el órgano competente que el correspondiente objeto o mención de simbología franquista se encuentra incorporado al catálogo a que se refiere el apartado 12 de la presente ley”, y que a eso está esperando, a que el gobierno canario incorpore esos símbolos.
Está esperando, pero mientras, su primer teniente de alcalde, Guillermo Díaz Guerra se dedica a declarar que ha encargado un estudio para precisar en qué estado está, y cuánto costaría la reparación de la fuente del Monumento a la Victoria, conocido popularmente como Monumento a Franco, y que se sitúa en la confluencia de la Rambla Santa Cruz con la Avenida de Anaga. El hombre, que siempre ha alardeado de que esa es una fuente sin connotaciones políticas, ha llegado a decir que “es una fuente más de las que tenemos en el municipio en desuso, y forma parte de nuestro patrimonio histórico”, añadiendo que su obligación como responsable público y mantenedor de ese patrimonio municipal es “poner todo en valor, porque si hay una fuente que se está deteriorando, pues habrá que ver lo que costaría ponerla en marcha”.
Hay más actuaciones, como el cambio de nombres de calles, la retirada de honores, menciones y premios a personas y organismos que tuvieron que ver con la dictadura, emplazamientos como el arco de la barriada García-Escámez, la hélice del crucero Canarias, un barco que bombardeó la carretera de Málaga cuando miles de civiles salían en “desbandá” y que provocó un número de muertos que nunca ha sido contabilizado, la retirada de varios bustos a personas que colaboraron con el régimen ilegal, lápidas por todo el término municipal y varias actuaciones más para restaurar una situación en la que los que vencieron en aquella contienda homenajean a personas que se significaron durante la dictadura.
Dice el alcalde Bermúdez que este estudio en el que se basan ahora lo encargó el propio ayuntamiento, que solo habla de la capital y que se está estigmatizando a los que viven en ese municipio. Es posible, pero hay que comenzar a aplicar cosas que ellos mismos han visto y que se han ido aplazando en el tiempo. Es necesario acometer algunas de estas cosas y además no permitir que un socio de gobierno haga declaraciones como si el resto de los ciudadanos sean tontos o no entiendan en qué se va a gastar el dinero de la ciudad. Lo mismo que el Gobierno de Canarias tiene que lanzarse a que se cumpla la ley en todos los municipios de las islas y que el conflicto bélico del 36 sea un episodio del que hablen los libros y no se vean vestigios que se ensalcen en las fachadas de los edificios ni en una sociedad que ha superado ya esos capítulos de la historia.
Hoy son más necesarios los catálogos de las obras que se van a realizar en la capital o en la isla de Tenerife que enumerar los signos del tiempo franquista, pero es necesario cerrar ese capítulo que sigue estando abierto para escarnio de los que sufrieron los avatares de un tiempo en el que se estaba muy cerca del fascismo, con todo lo que ello significa.
Santa Cruz en particular y la isla de Tenerife en general necesitan de una serie de proyectos que recuperen la ilusión de sus gentes. La semana pasada era el NO a los trenes, fundamentalmente en el sur de la isla, antes fue la negativa a un puerto en la zona de Fonsalía, es la única isla a la que se le caducan los estudios de impacto medioambientales, también teníamos la negativa a que se usara la superficie portuaria al Carnaval en verano y algunas cosas que indican que el olvido es también una manera de marginar. Bueno pues a todo eso y a algunas cosas más sumen lo que sucede con la Ley de Memoria Histórica. Es como para pensarse si se puede seguir utilizando la frase publicitaria aquella de una marca de cervecera, casualmente tinerfeña, que decía “qué suerte vivir aquí” ¿De verdad?
* José MORENO GARCÍA
Periodista.
Analista de la actualidad.
Islas Canarias, 12 de febrero de 2022.
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