EL MONÓLOGO Nº098
Un partido en guerra

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Por Pepe Moreno *

 

 

El gran tema sobre el que todos nos hemos interesado esta semana ha sido el de la “guerra en el PP” entre Pablo Casado, presidente del partido e Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid y miembro de la misma formación política de Casado. Durante las últimas jornadas hemos asistido a un cruce de informaciones en las que han salido a relucir datos económicos en los que los ciudadanos nos quedamos anonadados.

 

Hemos visto como el conflicto entre unos y otros dejaban un poso de desconfianza a la labor que deberían tener todos para que el dinero público esté bien empleado y no derrochado en aras de intereses personales o familiares. Nos hemos enterado de que algunos incluso habían programado tareas de espionaje para saber más sobre los entornos familiares, para que se convirtieran en, presuntamente, armas arrojadizas que cercenaran las ansias políticas de una presidenta que quiere además presidir una organización política y sabe Dios qué otros objetivos posteriormente. Los habitantes de ese territorio no pintan nada, más bien son marionetas para depositar sus votos el día que sean llamados a ejercer su derecho en una urna.

 

Y es que, en estos días, la tensión y la rivalidad entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, que es algo que se veía venir desde hace meses, estallaron con una crudeza y una gravedad sin precedentes en la política española. ¿Cómo ha ocurrido esto? Pues sencillamente a través del secretario general del PP, Teodoro García Egea, que fue el primero que hizo llegar a los medios que se habían producido pagos “raros” a un hermano de la presidenta de la comunidad de Madrid. Y ella misma, en vivo y en directo a través de una rueda de prensa, acusó directamente a Casado de organizar un plan, espionaje incluido, para desestabilizarla, lo que ha provocado una crisis de la que es imposible aventurar ahora mismo las consecuencias.

 

Pero hablemos claro, lo que hasta ahora sabemos es que la presidenta, en lo peor de la pandemia, adjudicó un contrato para comprar mascarillas, del que su hermano se habría llevado una comisión. Fuentes populares cifraron incluso la cantidad de esa comisión: 283.000 euros. La presidenta no negó que su hermano cobrara una comisión, pero defendió que todo fue legal y declarado porque trabaja como comercial en el sector.

 

El Partido Popular, a través de sus portavoces, no ha presentado aún ninguna prueba y solo ha anunciado que llevará a cabo una investigación interna y que posteriormente tomará medidas. Pero ¿qué ha pasado durante todos estos meses en que sabían lo del empleo de dinero público un tanto opaco?

 

Este tema, del que ahora todos estamos sorprendidos, no nace desde otro partido político, ni del periodismo, sino que sale directamente desde el seno de la formación, entre dos bandos del mismo partido, el mismo que en el pasado ha sido condenado por prácticas corruptas y que se benefició, al menos así se dice en las sentencias, de contratos que se otorgaban y cuyos fondos hasta se han empleado en reformar la sede central del PP, en la calle Génova. ¿Ya hemos olvidado la promesa del propio Casado que dijo que dejarían esas dependencias? Sin perder de vista incluso que una de esas sentencias sirvió para una moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy de la Presidencia del Gobierno.

 

Estamos pues en unos días en los que los ciudadanos de este país estamos asistiendo a una puesta en escena que a todos nos sorprenden. Y entre la población hay quien dice que todo esto beneficia a Pedro Sánchez, el actual presidente, porque sale indemne y porque se erige como un mandatario casi sin oposición. Otros dicen que esta situación de guerra civil en el PP beneficiará a Vox y en concreto a Santiago Abascal con sus postulados extremistas de derechas, con un discurso duro, reclamando lo que él llama españolidad, en la que habla con unos argumentos que, a más de uno, sobre todo los que van buscando ese tipo de tesis, convence y les da confianza.

 

Más bien lo que puede pasar es que aumente la desconfianza a todo lo que huela a política, una especie de crecimiento de los descreídos, gentes que propician la abstención porque no creen en ninguno de los que figuran en listas electorales ni en las siglas bajo las que concurren en las elecciones. Y es que en este momento todo parece indicar que el Partido Popular ha entrado en una especie de siniestro total en el que habrá que hacer un gran trabajo para reorganizarlo. Si Pablo Casado maneja así los hilos de su partido, ¿hará lo mismo si un día obtiene la confianza para presidir este país? ¿es un precedente bueno para guiar las finanzas y los presupuestos de todo el Estado español?

 

Los “fontaneros” de Casado se han cubierto de gloria con las decisiones que han ido tomando en los últimos tiempos. Un ejemplo reciente es lo que sucedió el día 13 en Castilla y León con unas elecciones precipitadas cuyo resultado final les aboca a pactar con Vox, su rival más próximo ideológico, y que lo que para ellos era una victoria por mayoría absoluta, se convertía en una pírrica con un crecimiento mínimo. No han rentabilizado ni siquiera la caída estrepitosa de Ciudadanos que pasó de 12 diputados a uno solo, el de Egea, ex vicepresidente del gobierno autónomo.

 

Pero a lo que iba, después del cierre de los colegios, y con casi el 100% de las mesas escrutadas, la participación estaría en torno al 63,44%, lo que significaba el dato más bajo de la historia de la comunidad. En los anteriores comicios, los de 2019, más de un 70% de los castellano-leoneses acudieron a las urnas, por lo que los datos de este año muestran una caída de siete puntos. ¿Será por un descreimiento general? ¿Se deberá esta abstención a que los ciudadanos ya no creen a los políticos?

 

Son reflexiones, insisto, al albur de lo que estos días estamos viendo en las acciones del Partido Popular con sus dirigentes. El conflicto manifestado entre Casado y Ayuso puede provocar una desafección entre los votantes que a más de uno debería hacer reflexionar, pero no lo hacen. Asistimos a una lucha de poder en el que los ciudadanos solo miramos. Bueno, algunos, porque otros toman posiciones por unos y por otros. Por ejemplo, los que se dieron cita en la noche del jueves en la puerta de la sede central con mariachis y coronas de flores que tomaban parte por algunos de los actores de este vodevil.

 

Es decir, hemos hablado en este artículo de la guerra fratricida en el PP y no del coronavirus, ni de la incidencia acumulada, ni de la guerra en Ucrania o de tantos problemas como nos aquejan a los ciudadanos, como el incremento de los precios en los alimentos, lo poco que se cobra, el encarecimiento de los combustibles, la escasez de ayudas, y un largo etcétera que sí que nos afecta.

 

En fin, este asunto es más de ellos, de los del PP, que de la generalidad, pero terminamos hablando de ello. La historia está servida y ahora la discusión es si la actual presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, hizo bien las cosas con los contratos para traer mascarillas en plena pandemia o se trata de una lucha de poder con dos facciones plenamente identificadas. Quizás en la contestación esté la solución.

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

 

Islas Canarias, 19 de febrero de 2022.

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