Enemigo sin rostro

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“La verdad es una, los sabios hablan de ella con muchos nombres.”

 

 

Elsa Ávila García *

 

 

Con esta cita de un antiguo canto ritual hinduista, el mitólogo y escritor Joseph Campbell resume su teoría del monomito (un único mito), el patrón básico, el molde, que, con diversos flecos y matices únicos para cada ocasión, ha ido repitiéndose a lo largo de los milenios en diferentes culturas, religiones y sociedades. Ese monomito es un viaje que pasa por etapas comunes en las historias de los grandes nombres de la humanidad como Jesucristo, Osiris, Mahoma, Buda, Perceval, Sigfrido o Prometeo.

 

En su obra El Héroe de Las Mil Caras, Campbell habla de un único viaje que todos los grandes personajes de las más épicas odiseas han compartido en mayor o menor medida. Resulta curioso, sin embargo, plantear la posibilidad de que exista una contraparte a ese gran héroe, un antagonista a su historia, un «enemigo sin rostro» que sirva como motor y conductor de la historia que se nos cuenta. Este “enemigo sin rostro”, o “enemigo de las mil caras”, pues, a fin de cuentas, no tener rostro y tenerlos todos viene a ser lo mismo, puede encarnarse en todo y en todos, puede adoptar las más sutiles y ladinas formas para tratar de revocar el natural ciclo de las historias, que el héroe complete su viaje, que cumpla con su destino. Y este no es otro que trascender, alcanzar la grandeza para dignificar los símbolos que le han precedido y, además, convertirse en el nuevo símbolo que los suyos necesitan.

 

Esos viajes, esos grandes ciclos, esas epopeyas imposibles, son historias. Sí, por supuesto, las hay de todas las formas, con todo tipo de personajes, con toda clase de temas o que tratan de alcanzar tales o cuales cuestiones que para algunos podrían ser más o menos grandilocuentes, pero, lo verdaderamente importante, lo que nos ha mantenido contando esas historias a lo largo de los siglos son los símbolos, los héroes de esas historias. Nuestras sociedades en general, y cada uno de nosotros en particular, necesitamos esos símbolos. Lo creamos o no, los símbolos unen, nos reúnen en torno a algo, a una idea, a la percepción última de que existe algo superior a nosotros, algo por lo que merecería la pena darlo todo, sacrificarlo todo y, si fuera preciso, entregar la propia vida.

 

Los símbolos nos unen y sólo unidos seremos capaces de enfrentarnos al “enemigo sin rostro”, al “enemigo de las mil caras”. Sus manos, retorcidas y alargadas, se extienden por cada rincón, al igual que sus malas artes, sus camaleónicas formas, sus sinuosos movimientos, sus enigmáticas intenciones, sus caóticas apariciones y sus iconoclastas verborreas contra todo lo anterior, lo pasado, lo relevante, lo profundo, lo místico, lo trascendente, lo que importa.

 

La mediocridad, la intolerancia, la deslealtad, el deshonor, el fanatismo, la desmesura, el desgobierno, la falta de empatía, de caridad y de solidaridad, la idiocia, la envidia, la apatía, la carencia de altura política, la falta de auténtica vocación al servicio público… Muchas son las formas que adopta el “enemigo” para tratar de alcanzar su objetivo; derribar a los héroes, derribar los símbolos que unen a aquellos que le pueden hacer frente unidos. A todas estas caras que adopta el “enemigo” se une su mayor poder, su más poderosa treta, convencer de su inexistencia. Que todo aquel que pase al lado de su rastro de ponzoñosa putrefacción no se percate de la podredumbre que le rodea, de lo mancilladas que están las aguas, de lo que ha tolerado que suceda, de lo normalizadas que están la mediocridad, la vulgaridad, la dejadez, la insolidaridad, la codicia, la traición…

 

Dado todo lo anterior, resulta cuánto menos particular, y triste, que un lugar tan cargado de símbolos como es San Cristóbal de La Laguna se haya convertido en el enclave donde el “enemigo” ha extendido su hálito enfermo con mayor profusión. Aquí, donde más fuertes deberían ser los lazos que nos unen, donde el hermanamiento vecinal y comunitario, la lealtad, el respeto y el honor deberían triunfar y rebosar por los cuatro costados, aquí donde la historia engendró a héroes que, largo tiempo ha, completaron sus ciclos, sus gestas, sus épicas, para trascender y convertirse en los referentes que todos necesitamos, aquí donde la épica debería encontrar su refugio, es donde los símbolos son corrompidos día tras día.

 

Pues, es aquí donde se ha tolerado la intolerancia, donde se ha alabado la pérdida de valores, donde se ha normalizado lo mediocre y se ha pisoteado la excelencia… Todos esos símbolos, con su poder y su fuerza, aguardan pacientemente la llegada de una nueva era de esplendor en la que puedan liberar su poder oculto, su capacidad para unir lo que está roto, lo que se ha dividido, lo que una vez formó parte de un todo. Esos símbolos nos rodean, nos envuelven, nos observan día tras día. Es una lástima que muchos de ellos incluso hayan sido aceptados como normales, como ordinarios, cuando en realidad son extraordinarios. La caída empieza ahí, cuando dejamos de conmovernos al contemplar los símbolos que nos rodean.

 

Desde la torre de La Concepción que sostiene los pilares del casco hasta el roque de los Dos Hermanos, donde el salitre y la lava se abrazaron al comienzo de todo. Desde el Cristo de La Laguna, Señor y guardián de nuestro municipio, hasta la Virgen del Carmen, que protege nuestras costas y bendice a todos aquellos que viven de lo que el mar nos entrega. Desde la épica de la Librea, que recrea una de las grandes gestas de la historia de occidente, hasta la más humilde y sacrificada celebración de barrio. Desde los fríos charcos de la comarca Nordeste hasta las húmedas laurisilvas al pie del macizo. Desde la remota Chinamada, que guarda fielmente el sutil fluir del alisio, hasta la bulliciosa calle peatonal que luce con orgullo los tronos que por ella procesionan en plena Semana Santa.

 

Desde la romería más tradicional y popular, donde se reviven las formas de antaño, hasta los museos, archivos y espacios culturales que se empeñan en no dejar morir los tesoros que hemos heredado. Desde las más modernas edificaciones, prueba de la llegada de nuevas corrientes procedentes de tierras distantes, hasta las más humildes casas canarias de antaño que se resisten a desaparecer y que reflejan los vestigios de un patrimonio inmortal. Todos son símbolos. La mayor parte del tiempo no nos damos cuenta, pero están ahí, observándonos, cuidándonos, dándole esperanza a todo aquel que se siente afortunado de haber tenido la suerte de habitar semejante lugar.

 

¿No sería lógico tratar de descifrar el legado que esos símbolos pretenden transmitirnos? ¿No deberíamos dignificarlos y darles el lugar que les corresponde? ¿No se merecen que luchemos unidos y seamos leales a su memoria y a lo que representan? ¿No se merecen que desterremos todo rastro de mediocridad, deshonor, populismo y oportunismo? ¿No nos están señalando el camino hacia las grandes gestas, dejando atrás todo cortoplacismo?

 

Un pueblo que no respeta sus símbolos es un pueblo desunido, pues se convierte en un pueblo sin historias que contarse.  De las historias nacen los héroes. Héroes que están llamados a convertirse también en símbolos. Símbolos que unen y nos dan fuerza para combatir al temido “enemigo”, al “sin rostro”, al “de las mil caras», ese que se ha propuesto que Aguere no ocupe el lugar que merece y le corresponde, ese que se ríe al pensar en el lodazal en el que las cristalinas aguas de La Laguna han terminado por convertirse, ese que no sospecha que aún quedan unos pocos resistentes que se niegan a aceptar su victoria.

 

 

* Elsa María ÁVILA GARCÍA.

 

Concejala del Partido Popular en el Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna desde 2019.

 

Presidenta de la Comisión Especial de Sugerencias y Reclamaciones.

 

Grado en Filología en la Universidad de La Laguna (ULL)

 

También ha cursado estudios de Recursos Humanos; Liderazgo, Gestión y Motivación de Equipos de Trabajo; Comunicación y Atención al Cliente; Dirección Comercial y Ventas; Atención a personas en situación de dependencia.

 

Con 31 años de trayectoria profesional, ha trabajado en las empresas Air Europa, Binter Canarias y Librerías Diocesanas, en esta última como directora.

 

 

Islas Canarias, 25 de abril de 2022

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