La valentía en los políticos (I)
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Remigio Beneyto Berenguer *
¡No tengáis miedo! Fueron las primeras palabras que San Juan Pablo II lanzó al mundo desde la plaza de San Pedro, cuando inauguró su pontificado el 22 de octubre de 1978.
¿Cómo tener miedo si Dios está con nosotros?
San Juan Pablo II, ante el Cuerpo diplomático ante la Santa Sede en 2003, proclamó: “Me impresiona personalmente el sentimiento de miedo que atenaza frecuentemente el corazón de nuestros contemporáneos”, y sigue diciendo:
“Pero todo puede cambiar. Depende de cada uno de nosotros. Todos pueden desarrollar en sí mismos su potencial de fe, de rectitud, de respeto al prójimo, de dedicación al servicio de los otros. Depende también, evidentemente de los representantes políticos, llamados a servir el bien común”.
Dicen que los valientes no dicen que sienten miedo, pero también lo tienen. La diferencia es que no ceden al miedo, sino que lo superan y actúan de acuerdo con sus principios.
El político valiente es aquel que sirve al bien común adoptando decisiones que no van a ser bien recibidas. Es aquel que no trata simplemente de contentar al pueblo con panem et circenses (pan y circo), dilapidando cantidades necesarias para el pueblo.
El político valiente es aquel que prefiere invertir en infraestructuras que van a potenciar la industria, generando trabajo, aunque sea a costa de gastar el dinero destinado a fiestas, recreo o diversión. No cede a populismos, sino que potencia el interés general, aunque no se acabe de entender.
Es aquel capaz de trabajar a largo plazo, aunque sería mucho más entendible el a corto plazo. Es el que siembra para que otros recojan; el que asume los inconvenientes para que otros sean, quizás, los que disfruten del éxito. Es la valentía de los generosos.
Digo que el político es valiente porque el pueblo sabe lo que quiere, y aunque parezca que adoptar medidas impopulares supondrán la pérdida de la confianza electoral, resulta todo lo contrario: el pueblo aprecia la valentía porque sabe distinguir cuando el político lo hace por el bien común o por el interés particular.
El político valiente es el que está dispuesto a cumplir el mandato que sus electores le han encomendado, con flexibilidad, pero con firmeza. Normalmente se aspira a ir ascendiendo en la carrera política, aunque haya que “tragar sapos y culebras”. Uno cae en la indecencia casi sin darse cuenta. Comienza con pequeñas acciones sin mayor importancia y al final, no puede volver atrás.
Se ha contaminado y, una vez manchado, da lo mismo 3 que 33. Es una huida hacia adelante que no tiene retorno. Quizá el retorno empiece cuando se toca fondo, pero el prestigio y la propia dignidad ya se han perdido.
La valentía de los políticos no supone adoptar medidas que los próximos no entiendan. En política si la decisión no se entiende quizá sea porque no está clara. Las decisiones unilaterales del líder pueden ser acertadas, pero en todo caso deben ser explicadas, como mínimo, al propio equipo.
La valentía institucional no es ir contra las leyes. Hay que respetar las reglas de juego. Ciertamente se pueden cambiar, pero mientras no se cambien, hay que ajustarse a ellas. Lo contrario se llama ilegalidad, se incurre en acciones delictivas, se confunde a la ciudadanía, se crean falsas expectativas y, al final, se cae en una frustración general.
Cuestión distinta puede ser la valentía personal, en la que uno va contra la ley que su conciencia considera injusta y no la cumple, pero asumiendo las consecuencias de su incumplimiento.
Oí una vez que los hombres se comportan mal cuando se sienten ridículos o tienen miedo. El miedo o paraliza o te convierte en un inconsciente.
Tucídides decía que “los más valientes son aquellos que tienen una visión más clara de lo que les espera, gloria y peligro por igual, y aun así avanzan y lo enfrentan”. Cuando un político está decidiendo sin atender a los peligros, despreciándolos voluntariamente o ignorando sus posibles consecuencias, pasa de la valentía a la inconsciencia.
* Remigio BENEYTO BERENGUER
Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Departamento de Ciencias Jurídicas
Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.
Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Islas Canarias, 31 de octubre de 2022.
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