La asertividad en la Política (y II)

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Remigio Beneyto Berenguer *

 

 

Otro problema de la asertividad es la necesidad de la aprobación continua por parte de los demás. El político ha de tener una madurez emocional, que la consigue con su familia y sus amigos. Aquel que no pueda vivir sin que cada una de sus acciones esté respaldada por los suyos es un peligro para la política, porque le respaldan los suyos, pero ¿y los otros?, y además en vez de gobernar, de priorizar, se dedicará a contentar para lograr su aprobación. Gobernar no es agradar a todos, eso es populismo. Gobernar es trabajar por el bien común y para eso hay que priorizar.

 

Del mismo modo la necesidad que tienen algunos de ser el foco de atención, aunque sea a base de escandalizar, de romper moldes, de ser extravagante por el mero hecho de serlo, tampoco ayuda a la buena marcha de la política.

 

Ernest Hemingway decía que el secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad. Miguel de Cervantes, en el “Coloquio de los perros”, pone en boca de Berganza las siguientes palabras: “La humildad es el fundamento de todas las virtudes…ella allana inconvenientes, vence dificultades, y es un medio que siempre a gloriosos fines nos conduce; de los enemigos hace amigos, templa la cólera de los airados y menoscaba la arrogancia de los soberbios; es madre de la modestia y hermana de la templanza”.

 

La humildad que debe estar presente en nuestra vida, como apuntaba San Agustín de Hipona, es trabajar como si todo dependiera de nosotros, pero orar como si todo dependiera de Dios. Pero estando atentos a coger las ocasiones que se presenten, porque una vez pasan, ya no se pueden aprovechar. Parece ser que los romanos tenían una diosa a la que llamaban Ocasión, a la que representaban adornada en torno a la frente con abundante caballera y enteramente calva por detrás, para expresar la imposibilidad de coger por los pelos a las ocasiones después que hayan pasado. Por eso el refrán: “La ocasión la pintan calva”.

 

A veces lo más asertivo es que se nos entienda, que llegue el mensaje, que no dejemos pasar la oportunidad de actuar de acuerdo con nuestros principios, aunque duela y nos cree problemas. El mundo no va bien porque nadie queremos crearnos problemas.

 

Yo os pediría que no aduléis al necio, no sea que os crezca la joroba de tanta reverencia. Es cierto que tendréis que soportar a gente más mediocre, mucho menos preparada que vosotros, gente que os adelantará por el arcén, pero a esos no les reconozcáis, soportadles si no tenéis más remedio, pero no les aduléis.

 

Miguel de Unamuno en “El sepulcro de Don Quijote” en “La vida de Don Quijote y Sancho” representa la valentía asertiva en la comunicación: “¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos! Y ¡adelante! ¡Adelante siempre!”

 

¿Es que con eso —me dice uno a quien tú conoces y que ansía ser cruzado—, es que con eso no se borra la mentira, ni el ladronicio, ni la tontería del mundo? ¿Quién ha dicho que no? La más miserable de todas las miserias, la más repugnante y apestosa argucia de la cobardía es esa de decir que nada se adelanta con denunciar a un ladrón porque otros seguirán robando, que nada se adelanta con decirle en su cara majadero al majadero, porque no por eso la majadería disminuiría en el mundo.

 

Sí, hay que repetirlo una y mil veces: “con que una vez, una sola vez, acabases del todo y para siempre con un solo embustero, habríase acabado el embuste de una vez para siempre”.

 

Y sigue diciendo Unamuno: “Poneos en marcha solos. Todos los demás solitarios irán a tu lado, aunque no los veas. Cada cual creerá ir solo, pero formaréis batallón sagrado: el batallón de la santa e inacabable cruzada”.

 

Para una buena comunicación es imprescindible saber escuchar. Hay que escuchar, escuchar, dialogar y escuchar. Sé que cuesta porque hay algunos que no paran de hablar sin decir nada, pero hay que hacer un esfuerzo y escuchar.

 

James C. Hunter en “La Paradoja” escribe: “Sabéis, hay cuatro vías esenciales para comunicarse con los demás: la lectura, la escritura, el habla y la escucha. Las estadísticas muestran que, cuando se trata de comunicarse, el porcentaje de tiempo que se dedica a cada una de ellas se reparte entre un 65% en escuchar, un 20% en hablar, un 9% en leer y un 6% en escribir.

 

A pesar de ello, nuestras escuelas enseñan bastante bien a leer y escribir, y a veces incluso ofrecen una o dos asignaturas optativas de oratoria, pero no hacen absolutamente ningún esfuerzo de ningún tipo para adiestrar a los alumnos en la escucha, que es precisamente lo que más van a necesitar los chicos”.

 

 

*  Remigio BENEYTO BERENGUER

Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

Departamento de Ciencias Jurídicas

Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.

Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

 

Islas Canarias, 11 de febrero de 2023

 

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