La protección de los menores (IV)
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Remigio Beneyto Berenguer *
Parece que los padres, respecto a las necesidades menos materiales, estén cada vez más “ausentes”, sobre todo, en lo relativo a normas de conducta, patrones de comportamiento o modos de actuar de sus hijos. Parece que el hijo deba crecer con total libertad, sin ningún tipo de presión ni limitación. Se obvia que el hijo ha de descubrir que su conducta repercute en los demás; ha de ir aprendiendo a vivir su responsabilidad.
Los hijos, desde su tierna infancia, han de tener normas, cauces por los que pueda discurrir su actuación. Han de ser conscientes de que no viven solos en el mundo, y de que no pueden hacer los que quieran (o quizás sí viven solos, y ése sea el problema). Los padres y madres están “desaparecidos” en esta labor: las aulas de Educación Infantil están repletas de “niños tiranos” y de padres y madres “ausentes” o “histéricos”.
Es necesario que los niños y jóvenes vayan aprendiendo a ser libres, a tener autonomía moral, a través de la práctica, de muchos ejercicios, a través de sus padres y maestros. Pero no una libertad de discursos, de simples intenciones, de conocimientos teóricos, sino de perseverancia en el entrenamiento, de estar en forma, de forjarse moralmente, y ello sólo es posible si media un previo conocimiento de uno mismo, de sus limitaciones y posibilidades. Y, sobre todo, se va forjando la personalidad a través de la constante elección, de las decisiones cotidianas. Hay que saber elegir y hay que elegir bien para ser feliz.
Un niño que no tiene necesidad de elegir porque todo lo que quiere lo tiene, no puede ser feliz, no puede ir madurando y conformando su personalidad. Tendrá una personalidad sin estructura, será una “pasta boba” fácilmente moldeable. Le dará lo mismo 3 que 33, Juana que su hermana. No está preparado para las adversidades, para las contrariedades, para los contratiempos.
Ahora bien, cuando uno ha de elegir constantemente entre las cosas que le atraen, que son positivas, que son beneficiosa, uno sopesa, valora, estima y decide, y, con su decisión, se implica, porque toda elección conlleva el coste de oportunidades, el haber abandonado lo que no ha elegido.
Siempre volvemos al tema del miedo a la libertad y del precio de la libertad. A lo largo de nuestra vida estamos decidiendo sobre nuestra razón de ser, dando respuesta a las preguntas por el sentido de la vida. Estamos optando por ser uno más de la bandada, o por ser diferentes, por volar, con todo lo que conlleva de soledad, de pérdida de comida, de adhesión, de seguridad e incluso de abandono de los nuestros.
Ahí los padres han desertado. El Estado del Bienestar, la sociedad de consumo les ha adormecido, atontado, o, lo que es peor, cambiado su propia dignidad personal. Si al padre, o a la madre no les importa ser más o menos educados, egoístas, tener buenos o malos modales, ¿qué se puede esperar de sus hijos?
Si a los padres el único patrón que les guía es el ganar dinero fácil, el vivir bien a costa de todo, el triunfo profesional a costa de lo que sea, incluso de la propia familia, ¿qué podemos esperar de la actuación de los padres respecto a los hijos? Hay padres que, con sus hijos de Educación Infantil de 3 a 5 años, dicen que no saben qué hacer, que no pueden hacer nada.
El auténtico problema es que tampoco saben qué hacer con sus propias vidas.
* Remigio BENEYTO BERENGUER
Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Departamento de Ciencias Jurídicas
Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.
Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Islas Canarias, 28 de octubre de 2023
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