Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia

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Remigio Beneyto Berenguer *

 

 

En 2019 escribí estos párrafos en un pequeño librito titulado “El político virtuoso”, por tanto, cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia.

 

“El ciudadano poco formado quiere la autocomplacencia, el sentimiento de identidad, el ser los mejores, los nuestros y los otros; todo es negativo si gobiernan los otros, todo es positivo si gobiernan los nuestros. Hay poco espacio para el razonamiento y para la empatía. Es la inseguridad del débil que le hace mostrarse autoritario y dictador, porque sabe que aquellos a los que está atropellando son mejores que él.

 

El problema es que estamos demasiado lastrados por las emociones y afectos. La autonomía emocional es clave en el político, que debe procurar ante todo el bien común por encima de sus emociones y recuerdos de su niñez. Resulta empobrecedor, aunque para algunos emotivo, que un político intente justificar una ley basándose en el recuerdo de un familiar.

 

Resulta sorprendente que alguien convierta una experiencia de juventud en un proyecto vital en su devenir político. Es el triunfo de lo emotivo sobre lo racional que quizá tenga sentido en su persona, pero no en el conjunto de la ciudadanía a la que debe servir como representante.

 

Otro problema de la asertividad es la necesidad de la aprobación continua por parte de los demás. El político ha de tener una madurez emocional, que la consigue con su familia y sus amigos. Aquel que no pueda vivir sin que cada una de sus acciones esté respaldada por los suyos es un peligro para la política, porque le respaldan los suyos, pero ¿y los otros?, y, además, en vez de gobernar, de priorizar, se dedicará a contentar para lograr su aprobación.

 

Del mismo modo la necesidad que tienen algunos de ser el foco de atención, aunque sea a base de escandalizar, de romper moldes, de ser extravagante por el mero hecho de serlo, tampoco ayuda a la buena marcha de la política” (páginas 33-34 del libro “El político virtuoso”).

 

“Quizá todo venga del decaimiento de la división de poderes de Montesquieu. Al pueblo llano le parece que el legislativo no controla al Ejecutivo, que el Ejecutivo no cumple y hace cumplir las leyes y que el judicial no juzga ni hace cumplir lo juzgado. Urge quizá repensar las funciones, la elección y la composición de los poderes. Los tres poderes han de ser más independientes entre ellos.

 

El poder legislativo no puede convertirse en una máquina de aprobar los Decretos-Leyes o en una figura decorativa. Al poder judicial no podemos verle el color de su toga, que de momento ha de ser negra. El Tribunal Constitucional y el Tribunal de Cuentas han de gozar de mayor independencia” (p. 43 del libro “El político virtuoso”).

 

 

*  Remigio BENEYTO BERENGUER

Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

Departamento de Ciencias Jurídicas

Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.

Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

 

Islas Canarias, 26 de abril de 2024

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