VISIONES ATLÁNTICAS / 201
Todo el público
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Hugo Luengo *
Las sucesivas crisis de España y la UE han venido derivando hacia unan estructura de gasto público inmantenible, cuyo elemento más significado, en opinión del Instituto Juan de Mariana, está en el empleo público y su coste presupuestario, un 15% superior a la media UE y un 45 % mayor que en Alemania.
La polarización política y social hace imposible corregir esta deriva, soportada en dos modelos económicos enfrentados. De manera que nos vemos con 19,2 millones de ciudadanos que reciben sus ingresos del sector público, 10,1 millones de pensionistas, 3,9 millones de parados efectivos, 2,9 millones de empleados públicos y 2,1 millones en el Ingreso Mínimo Vital. Al otro lado 17,8 millones de españoles trabajando en el mercado, 1,4 millones menos.
Una situación explosiva, que se irá deteriorando con el incremento de las pensiones y el invierno demográfico, que demolerá la solidaridad y la cohesión social, de una juventud sin expectativas sólidas, abandonada con la vivienda de protección pública comprometida y con empleos precarios. A 2023 nuestro gasto público es de 678.820 meuros, el 46,40% del PIB. Aquí nos enfrentamos a dos fenómenos perversos.
El primero descrito por la conocida “Curva de Laffer”, que ofrece efectos contractivos sobre la recaudación fiscal a partir de un tipo medio superior al 40%, en España con un 46,40 % estamos recaudando menos y además con el “esfuerzo fiscal” penalizando a los trabajadores por cuenta propia. Un segundo fenómeno descrito por las “Curvas de Lorenz”, que nos muestran los desequilibrios producidos en la distribución de la renta.
En los “sistemas capitalistas” de democracias liberales, el coeficiente GINI se sitúa sobre 0,66, y se distribuyen mejor las rentas entre las clases medias. En los sistemas socialistas el coeficiente GINI es de 0,33, con incremento de rentas en las clases altas y un aumento de clases bajas depauperadas.
Con un elemento no valorado suficientemente, la “economía sumergida”, que equilibra el perverso efecto del exceso de impuestos que coloca a los sectores sociales más desfavorecidos en el dilema de sobrevivir o pagar impuestos que no puede.
Descamisados enredados entre las ayudas de los sistemas públicos y el trabajo en negro, que compite irregularmente con el escalón más bajo de los autónomos, que se ven arrastrados al “vórtice” de la sumergida. Sin bajar impuestos no se recuperan.
De actualidad para el “todo público”, la presentación atrasada del “Informe Draghi”, encargado por la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, que en esencia es coincidente con el “Informe Letti” de mayo 2024.
En ambos se reconoce la pérdida relativa de la UE, que desde 2008 se ha despegado en PIB con EEUU en un 80%, y es alcanzada por China. Apuestan por un mercado único UE, como catalizador geopolítico, capaz de proteger las libertades fundamentales e impulsar una política industrial eficaz.
La UE precisa velocidad, escala, recursos financieros para la empresa, que deben ser más grandes, reducir burocracia e impuestos, más armonización, mercados de capitales, acabar con la fragmentación y las asimetrías regulatorias, fiscales y territoriales.
Draghi ordena su plan en torno a la “competitividad, productividad e innovación”, la “descarbonización” equilibrada, el refuerzo de la “defensa propia”, la unión bancaria, la transformación digital y energética. Para ello dispone de un fondo de 800.000 meuros/año, el 5% del PIB, en colaboración público privada.
No parece sin embargo que el problema resida en identificar los problemas y sus soluciones, cuanto en poder reordenar una UE más federal, con menos nacionalismos y fragmentación. Y eso es más difícil cuando esos cambios deben ejercerlos los mismos políticos y con las mismas políticas que nos han traído hasta aquí.
Con un diseño institucional de la UE, en complejo equilibrio de Eurocámara, Comisión y Consejo, que tienen que ir a la velocidad del más lento, que valdría para las bonanzas, pero no en las crisis. Con el eje tractor Alemania-Francia en pérdida de liderazgo.
Revertir el “todo público”, implica dar protagonismo a la empresa sobre el subsidio, más libertad y flexibilidad para operar en los mercados, con reglas análogas de reciprocidad entre bloques.
No parece que el equipo de la presidenta de la Comisión pueda revertir el “todo público” del “neomarxismo woke”, en que está anclada la UE y nos mantiene en la atonía.
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* Hugo LUENGO BARRETO
Arquitecto y bodeguero.
Islas Canarias, 16 de septiembre de 2024
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