EL MONÓLOGO / 239
Bajadas prometidas, subidas cumplidas

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Por Pepe Moreno *

 

 

Estos días se ha hablado mucho de DANAS, que antiguamente eran gotas frías, y de avisos a la población, por si llegaron tarde o si no se emitieron en tiempo y forma que pudieran salvar muchas vidas. Hay quien dice que esos avisos fueron negados por unas autoridades que no creen en algunas cosas de la prevención y de la seguridad de las personas y bienes.

 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, prometió ayer, como en La Palma, cuando vino por lo del volcán, mucho dinero para la reconstrucción y para paliar los daños que se han producido. ¿Igual que cuando la erupción? Acuérdense que todavía hay gentes viviendo en casas contenedores, de prestado por un amigo o familiar y al final de una calle en barracones y en caravanas.

 

Estoy hablando de lo que ha sucedido en Valencia, Castilla la Mancha, Andalucía, que en todas ellas se han producido pérdidas humanas y daños materiales que ahora mismo son imponderables. Cuando escribo esto ya se contabilizan casi doscientos muertos y su número seguirá ascendiendo porque la ministra de Defensa, la ex jueza Margarita Robles, ha declarado que había “muchos” desaparecidos.

 

Gentes que han visto como el agua seguía subiendo en sus casas y que sus bienes materiales se iban por el sumidero. Las imágenes que hemos visto por las televisiones nos han transportado a un mundo irreal, a una manera de ver la realidad de modo diferente.

 

Estamos en otro escenario con más de un centenar de muertos de los que la mayoría de ellos son en la provincia de Valencia y el resto en las comunidades ya señaladas. Hoy se discute ser competentes o dejar de serlo, negacionistas de una manera de ser, con unos avisos que tenían que haber salido de sus terminales a tiempo, pero que lo hicieron más tarde, quizás porque no confiaron en que la situación no sería tan crítica, o porque entendían que no había que asustar tan pronto. Lo cierto es que podían haber salvado algunas vidas y la catástrofe no sería tan abrumadora. Una sola muerte ya es mucho, imagínense las casi doscientas o más que habrá que sumar. Los responsables deben ser identificados y pagar por ello.

 

Dicen que todo el Gobierno Central está volcado en la reconstrucción de la zona y que están dispuestos a eliminar el papeleo y la burocracia para los afectados, ¿Igual que en La Palma? Permítanme que les envíe las condolencias a todos los que han perdido a alguien en esta catástrofe, pero no se cae de la mente los que han sufrido en nuestra isla canaria y que todavía esperan una solución. No es lo mismo, desde luego, porque aquí no se produjo ninguna muerte directa por la erupción, hubo una, pero por lo gases. Estoy pensando en los que hoy viven en condiciones precarias por haber perdido sus lugares de residencia en una catástrofe natural como aquella.

 

Pero habrá tiempo para hablar de ello. Hoy quiero hacerlo de cómo nos tratan, desde las instituciones, como si los ciudadanos no les importáramos, como si las gentes que conforman el censo votarán sin mirar lo que han hecho durante sus mandatos y como si las promesas electorales valieran lo mismo que un billete de monopolio fuera del juego de mesa.

 

Prometen sabiendo que lo que dicen no servirá para nada. Y dónde dicen digo, ahora dicen otra cosa, porque les conviene y porque es mejor. Esa frase habitualmente sirve para rectificar algo dicho y sin dar muchas explicaciones. Sirve para políticos, sirve para decirlo entre amigos o para cualquier reunión informal de trabajo.

 

La frase, que es un refrán, de “dónde dije digo, digo Diego”, que en su origen tenía un significado de justificación cuando la persona decidía rectificar o desdecirse de una afirmación y que hoy, más bien, viene a expresar los cambios de opinión ante la misma situación dependiendo del interés del momento.

 

Pocos, sobre todo en la política, se sonrojan, más bien ni se inmutan, cuando se le aplica, pues no se trata de rectificar o desdecirse de una afirmación anterior, sino de mentir, ya sea antes o después, pero no decir la verdad. O de cómo el ciudadano es el objetivo de esa manera de ser cuando se le dice una cosa cuando no se gobierna y otra cuando se ha entrado en una coalición gubernamental.

 

Lo peor es que nos engañan en los medios con sus declaraciones, que sus correligionarios encuentren las excusas necesarias o que justifiquen sus posturas. Hacen lo contrario a lo programado y a la ideología que, supuestamente, ampara su posición política. Lo malo es que cuando se abandona la rectitud y honestidad y lo único que importa es mantener el poder, se llega a situaciones como las que estamos viviendo, en las que todo vale.

 

Tengo tantas cosas que decir, que, si me callo, me salen subtítulos. Porque nos están tomando el pelo vilmente. Si ya lo hemos visto con algunos asuntos que quieren imponer en los Presupuestos Generales de Canarias, que esta semana han entrado en el Parlamento, ahora lo tratan de justificar con argumentos en los que siempre se amparan en lo que dice la UE o a que no les queda más remedio que hacerlo.

 

No nos bajan los impuestos, como lo habían prometido en la campaña electoral, y lo que hacen es inventarse nuevas figuras fiscales que esconden entre las diferentes partidas. Un ejemplo podría ser el céntimo forestal, que entrará en vigor con las cuentas oficiales del próximo año, si no se remedia antes.

 

Este es un impuesto que nos cobrarán a todos cada vez que repostemos. Esa cantidad, uno o dos céntimos, dicen que lo destinarán a la protección de la masa forestal de las islas, la prevención de incendios y el freno a la desertificación. Esta cantidad puede parecer ridícula para el Gobierno, pero no para la ciudadanía, porque no tenemos más.

 

Dicen que el dinero que recauden irá a los cabildos, que de forma voluntaria podrán utilizarla para gestionar o engordar un fondo común. Recuerden que cuando pusieron el impuesto de los combustibles tenía como fin la homologación de los profesores y, una vez pagada esa deuda, han seguido recaudando el dinero sin que se les caiga la cara, e incluso el gravamen ha ido creciendo con el tiempo.

 

Siempre me acuerdo de Benicio Alonso, cuando era consejero de Industria, que me explicaba, con un escandallo de gasolinas delante, que me decía “si pudiéramos comprar ese combustible antes de salir de la Refinería, el litro no saldría a menos de la mitad de lo que cuesta en un surtidor de la calle”. Es decir, más de la mitad se va en impuestos y ahora se van a sacar de la manga otro más, el del céntimo forestal.

 

Ni La Gomera, El Hierro, Fuerteventura ni Lanzarote quieren este asunto y se han descolgado de la idea, porque entienden que el personal está ya bastante esquilmado como para sacarle más perras. Somos los que tenemos los segundos salarios más bajos del país y la perspectiva de mejorar es casi incierta.

 

Entre otras cosas, porque estamos en una región alejada del continente en la que solo está prevista inversión hotelera, pero no de grandes manufacturas. Además, la situación es que se paga más caro el combustible en una isla no capitalina que en una, como Gran Canaria o Tenerife, en la que los consumos son mayores.

 

Podría darse la paradoja, y se dará ya lo verán, que, por un lado, el Gobierno subvencione con 20 céntimos cada litro y, por otro, el consumidor pague sus dos céntimos para la partida de los bosques. Esas instituciones podrán la mano para recibir las perras a cuenta de vaya usted a saber para qué.  ¡Qué cosas tenemos en esta Canarias!

 

Incluso la patronal tinerfeña, la CEOE de Tenerife, que está presidida por Pedro Alfonso, se ha pronunciado en contra de este céntimo forestal porque grava «aún más» la situación fiscal y no favorece el entorno empresarial ni la inversión y ha añadido la preocupación de su organización por la presión fiscal creciente y la falta de inversión en infraestructuras y vivienda. Ahí es nada, y eso lo dice una organización como CEOE.

 

No obstante, no es la única revisión de impuestos municipales. También escudándose en el Gobierno Central, los ayuntamientos tendrán que revisar lo que se paga ahora de basura y nos subirán los recibos un 30 o un 40 % más. Dispondrán de esta forma de una tasa “específica” y “no deficitaria” con la que cubrir el coste íntegro de los servicios en gestión de residuos.

 

De esta forma, cada municipio tendrá que calcular dicho coste por su cuenta y comunicar a las autoridades competentes a cuánto asciende el tratamiento de sus residuos, el transporte de estos y lo que cobra el vertedero por la gestión de esa basura.

 

Como verán, es tanto como echarles la culpa a otros. Según esas cuentas, el encarecimiento de los recibos para el año que viene podría ser de unos 47 euros por ciudadano. Todo esto para el mes de abril del año que viene. Algunos se curan en salud y dicen estar muy preocupados por la forma en la que se implantará esta nueva tasa.

 

No todos generamos la misma cantidad de basura y no todos se comportan de la misma manera, pero ya verá cómo se produce el incremento, pagamos más y le echan la culpa a otro. En la actualidad, según el estudio de “Las tasas de residuos en España en 2022”, cada habitante paga de media 61,15 euros por esta tasa, es decir, un total de 2.080 millones de euros anuales.

 

Sin embargo, este volumen no cubre el actual coste de recogida, que se sitúa en casi 2.900 millones anuales y eleva hasta los 3.700 millones de cara a 2035 para cumplir con la nueva ley (que transpone una normativa europea) y que obliga a mejorar el sistema de recogida, tratamiento, reciclado y reutilización de basura.

 

De este modo, si la norma obliga a los ayuntamientos a cubrir este coste en su totalidad con la tasa, la obligación apunta a suponer un incremento de 47 euros por habitante, desde los 61,15 euros actuales hasta unos 108 euros.

 

Otro atraco para nuestros sufridos bolsillos. Hay más porque todo está hiperconectado y así nos encontramos con el impuesto al plástico, nuevo tributo con el que Hacienda prevé recaudar unos 500 millones de euros al año.

 

Con la subida de la tasa de basuras, la Administración prevé que se cobren unos 850 millones de euros más al año, por lo que subiría la recaudación en torno de los 3.000 millones de euros. ¿No tenemos todos la sensación de que estamos subvencionando la corrupción?

 

En un reciente informe, de hace poco, se decía que Canarias es la región con más municipios con casos de corrupción, en donde se han encontrado nada menos que el 69,3 % de las corporaciones implicadas. De los 88 municipios isleños, 61 de ellos tienen expedientes abiertos de corrupción. A las islas le sigue Murcia, con el 68,9 % de municipios investigados, mientras que en las Islas Baleares tienen hasta el 52,2 %.

 

Por provincias, en Gran Canaria investigan, por lo menos alguna vez en los últimos 20 años, al 80 % de los ayuntamientos, es decir, 28 de los 34 que hay. Son datos extraídos del trabajo de investigación ‘La corrupción política en España: un análisis descriptivo (2000-2020)’ y que ha sido elaborado en el Instituto de Investigación en Economía Aplicada Regional y Pública de la Universidad de Barcelona. En este trabajo se han analizado los 3.743 casos de corrupción política que han sido desvelados por la prensa en España en las dos últimas décadas, uno cada dos días.

 

Hagamos una cuenta “de la vieja rápida» y de casos recientes. Tenemos 4 millones de euros en mascarillas que nunca llegaron, pero sí que se pagaron en tiempo y forma, y otros casi 13 millones bajo sospecha porque no eran las que se habían propuesto y porque tuvieron un sobreprecio en algunas de ellas.

 

Además, hay recelos de casi 6 millones de euros para unos laboratorios por hacer unas pruebas para los que viajaban hacia o desde Canarias en las Navidades de aquel 2020, en los que nos ponían toque de queda y no podíamos salir de casa.

 

También podría referirme a los dineros que recibe el Gobierno Canario del Estado para el Plan de Empleo, que habitualmente deberían ser para los parados y que termina en un batiburrillo de cosas como es la limpieza de viarios, las contrataciones de personal para determinados trabajos municipales u otros.

 

Por hoy ya está bien, pero estoy que trino porque me da que como sociedad no estamos a la altura de una clase política que cada día nos engaña más y que hay mucha gente que se deja. Estamos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto y así nos va.

 

Hoy en día vemos a más políticos con micrófonos craneales puestos y a más medios de comunicación cobrando por esos foros que nos ofrecen esas declaraciones como si fueran dogmas. Unos nos toman el pelo con la anuencia de los otros y la gente asiste impasible. ¿Qué hacer?

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

 

Islas Canarias, 2 de noviembre de 2024

 

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