Leve reflexión
AL FINAL DE ESTE ARTÍCULO, TRAS LA FIRMA, PUEDES DEJAR TU OPINIÓN Y RESPUESTA…
Remigio Beneyto Berenguer *
La panda de gobernantes que tenemos en todo el mundo se está encargando de polarizarlo todo, en los nuestros y en los otros. Lo decía en una conferencia reciente: Los nuestros son buenos, los otros son malos; los nuestros lo hacemos bien, los otros lo hacen mal; ahora que gobernamos los nuestros todo va mejor, porque antes, que gobernaban los otros, lo hacían fatal.
Únicamente si le damos la vuelta, como si de un calcetín se tratara, a la institución en la que estamos, funcionará mejor. Hay que colocar siempre a los nuestros, a los de siempre, a los que nos inspiran más confianza, a nuestros amigos, aunque sean torpes. Son nuestros amigos, y así iremos labrando un ejército de lerdos, pero estómagos agradecidos. No hay nada como colocar en un puesto a alguien que no lo merece, para que te esté siempre agradecido.
Y lo hacen sin rubor, sin pudor, con luces y taquígrafos, sin avergonzarse. Están seguros de que tienen la razón, de que pueden hacer lo que quieran, porque para eso tienen el poder, aunque no la autoridad. Y no se dan cuenta de que están haciendo el ridículo, de que la historia les pedirá cuentas, de que en un futuro quien siembra vientos, recoge tempestades. Pero el futuro queda lejos según ellos. Lo que cuenta es el presente. Y si convierten la institución en un auténtico erial, donde no crecerá la hierba durante mucho tiempo, es el signo de los tiempos.
Y lo hacen sin escrúpulos, esto es, sin tener en cuenta los criterios que socialmente se consideran buenos o correctos. No han más patrón que la utilidad, que el conseguir lo que se quiere conseguir: el objetivo perseguido, o agradar al líder. Actuar sin escrúpulos es no tener en cuenta la propia conciencia. Quien actúa sin hacer caso a su conciencia está perdiendo por el camino su dignidad. Quizá el problema sea que la conciencia está ya deformada o acoplada al propio interés, y si luego se tienen remordimientos, se soslayan o se lavan. No hay problema alguno.
Actuar sin escrúpulos, sin empatizar, sin tener en cuenta al otro, nos va devolviendo a la animalidad del hombre, perdiendo la racionalidad de nuestro actuar. Se opera sin dar razones, motivos o justificación de nuestro actuar. Se adoptan las decisiones y punto. No hay que justificar nada, porque para esto tengo el poder. Y quien está por encima de mí, me respalda, me refuerza.
Quienes así actúan, atropellan pueblos enteros, derechos adquiridos, carreras profesionales, posiciones merecidas con esfuerzo, sin enrojecer por semejante actuar desvergonzado.
Olvidan que “quien a hierro mata, a hierro muere”, y que por lo general uno recibe o experimenta el mismo daño que hizo a otro. Pero esta panda vive el presente, olvidando el pasado y sin tener en cuenta el futuro. Viven la vida, dejando muertos por el camino.
Es una lástima porque la sociedad se va envileciendo, porque la confianza va desapareciendo, porque la tristeza se va apoderando, porque las instituciones se van perdiendo.
Y la mayoría de los mortales asisten silenciosos al entierro de los que estos han matado, por comodidad, por no distinguirse, por miedo. Y los que se atreven a decir algo, tengan seguro que morirán. Es lo que toca.
Todas estas reflexiones me han venido a cuenta de la apasionante novela de Lion Feuchtwanger, los Hermanos Oppermann.
* Remigio BENEYTO BERENGUER
Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Departamento de Ciencias Jurídicas
Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.
Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Islas Canarias, 6 de febrero de 2025
Deja una respuesta