Descanse en paz el Papa Francisco

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Quiero recordar lo que publiqué en un diario a los seis meses de la elección del Papa Francisco, en septiembre de 2013. Y quiero recordarlo por lo premonitorio del escrito:

 

 

A LOS 6 MESES DEL PAPA FRANCISCO

 

 

Remigio Beneyto Berenguer *

 

 

Hace ya más de seis meses que fue elegido el Papa Francisco. Actualmente es ensalzado por todos por lo que dice, cuando dice lo de siempre, cuando predica únicamente a Cristo resucitado. El Papa Francisco mira al Concilio Vaticano II. Con el recuerdo vivencial de la “Lumen Gentium”, hemos de tener claro que, por designio divino, la Iglesia está organizada y se gobierna sobre la base de una admirable variedad; que, por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles (clérigos y laicos) una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, cooperando todos según su propia condición y oficio, a la edificación del Cuerpo de Cristo (c. 208); que los Obispos son los pastores de la grey, del Pueblo de Dios.

 

El Papa Francisco asume su papel de Pastor de su pueblo y, en consonancia con las palabras del Profeta Ezequiel, 34, señala: “Lo afirma el Señor omnipotente: “Buscaré a las ovejas perdidas, recogeré a las extraviadas, vendaré a las que estén heridas y fortaleceré a las débiles, pero exterminaré a las ovejas gordas y robustas. Yo las pastorearé con justicia”. Pero esta vivencia del Papa Francisco no va dirigido únicamente a los Cardenales, Obispos y sacerdotes. Va dirigido a todo el pueblo de Dios, a toda la humanidad.

 

A los participantes en la 105 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, les dijo: “Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier otra persona que sale a la calle: tener un accidente… Prefiero mil veces más una Iglesia accidentada que enferma”.

 

Todos los fieles cristianos tenemos la obligación de estar cerca de Dios y de los hombres. Con motivo de la beatificación del Cura Brochero, el Papa Francisco lo recordaba como alguien que hizo y continúa haciendo tanto bien. Destacaba que su vida era como una caricia de Dios al pueblo sufrido, era como una visita del mismo Jesús a cada familia que sufre.

 

Pero también el Papa Francisco dirige este mensaje a los políticos y economistas, como servidores del bien común. En la carta dirigida a David Cameron con ocasión de la Cumbre del G-8, afirma que el fin de la economía y de la política es precisamente el servicio a la humanidad, comenzando por los más pobres y débiles, dondequiera que se encuentren, incluso en el seno de su madre.

 

Y sigue diciéndole que toda acción económica y política debe emplearse para suministrar a cada habitante de la tierra ese mínimo de bienestar que consiste en vivir con dignidad, en la libertad, con la posibilidad de sostener una familia, de educar a los hijos, alabar a Dios y desarrollar las propias capacidades humanas. ¿Es mucho pedir?

 

Cuidado cuando los pastores se cuidan sólo a sí mismos, se beben la leche, se visten con la lana, matan las ovejas más gordas, pero no cuidan del rebaño; cuidado cuando las ovejas se dispersan por falta de pastor, y son objeto del pillaje y quedan a merced de las fieras salvajes.

 

El buen pastor, tanto eclesiástico, como político, como económico, como jurídico, está al servicio de las ovejas, y da la vida por sus ovejas, y éstas le reconocen, porque las llama por su nombre. Y las ovejas le siguen. Pero ¿dónde están los buenos pastores? ¿Dónde están aquellos que las harán vivir seguras, sin que nadie les infunda temor?

 

En la carta dirigida a Vladímir Putin, con ocasión de la reunión del G-20, se dice: “Lamentablemente los muchos conflictos armados que aún hoy afligen el mundo, nos presentan, cada día, una dramática imagen de miseria, hambre, enfermedades y muerte. En efecto, sin paz no hay ningún tipo de desarrollo económico. La violencia no lleva jamás a la paz, condición necesaria para tal desarrollo”.

 

El Papa Francisco sabe que, para ser libre, para ser un buen Pastor, hay que vivir con sencillez, casi con lo puesto. En el quirógrafo para la institución de una Comisión pontificia para la organización de la estructura económico-administrativa de la Santa Sede, orienta las reformas a una simplificación y racionalización de los organismos e instituciones, a evitar dispendios de recursos económicos, a favorecer la transparencia, a perfeccionar la administración, a actuar con prudencia en el ámbito financiero, a asegurar una correcta aplicación en los principios contables  y a garantizar asistencia sanitaria y previsión social a cuantos tienen derecho. Estas directrices evidentemente son extensibles a todos los Gobiernos y Administraciones.

 

El Papa Francisco sale al encuentro del otro, suscita un diálogo con el creyente y con el no creyente. Así se trasluce de la carta dirigida al periodista italiano Eugenio Scalfari del periódico “La Repubblica”. Pero este diálogo ha de ser sincero y riguroso. Ha de nacer no de la mera opinión, sino del criterio, de la búsqueda, de la fascinación por la verdad.

 

Y en esta búsqueda se ha de recorrer juntos un camino, y hay que estar dispuesto a ello: a salir cada uno de su arrogancia y vestirse de humildad. Finaliza el Papa la carta con estas palabras: “La Iglesia, créame, a pesar de todas sus parsimonias, infidelidades, errores y pecados que puede haber cometido y que todavía hoy puede cometer en quienes la forman, no tiene otro sentido y finalidad que vivir y dar testimonio de Jesús: Él que ha sido envidado por el Abbá, a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”.

 

Y ese camino de búsqueda de la Verdad lo hemos de recorrer, porque como señala el Papa en la “Lumen Fidei”, en la “modernidad” se ha intentado construir la fraternidad universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad, pero, poco a poco, hemos comprendido que esta fraternidad, sin referencia a un Padre común como fundamento último, no logra subsistir.

 

Para concluir diré que la mirada al Concilio Vaticano II, asumir la figura del Buen Pastor, la cercanía con Dios y con los hombres, la sencillez y la humildad, el salir al encuentro del otro, el diálogo sincero y riguroso con él, y sobre todo el dar testimonio de Jesús, con referencia al Padre, en términos de la “Lumen Fidei”, nos proyecta hacia el futuro e impulsa a caminar con esperanza. No nos dejemos robar la esperanza. Vivamos con la alegría del Resucitado.

 

 

*  Remigio BENEYTO BERENGUER

Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

Departamento de Ciencias Jurídicas

Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.

Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

 

 

Islas Canarias, 26 de abril de 2025

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