El Sahel, un polvorín estratégico
AL FINAL DE ESTE ARTÍCULO, TRAS LA FIRMA, PUEDES DEJAR TU OPINIÓN Y RESPUESTA…
Juan J. Pérez Piqueras *
A miles de kilómetros de Bruselas o Madrid, algo más cerca de nuestra Canarias, el Sahel africano se ha convertido en uno de los principales focos de preocupación para los servicios de inteligencia europeos. Esta vasta franja de territorio que se extiende entre el desierto del Sáhara y la sabana subsahariana, abarcando países como Mali, Burkina Faso, Níger, Chad y Mauritania, vive un deterioro acelerado de su estabilidad política, social y de seguridad.
Las consecuencias de este proceso, lejos de limitarse a su geografía inmediata, tienen ya un impacto directo sobre Europa, y especialmente sobre España, en Canarias, como he dicho, cuya posición geográfica la convierte en puerta de entrada y frontera avanzada de la Unión Europea.
La primera gran amenaza que emana del Sahel es el auge imparable del terrorismo yihadista. Grupos vinculados a Al Qaeda (como Jama’at Nusrat al-Islam wal-Muslimin, JNIM) y al Estado Islámico (como el Estado Islámico en el Gran Sáhara, EIGS) han logrado establecer amplias zonas de control territorial en Mali, Burkina Faso y Níger. Operan con sofisticación, reclutan localmente, explotan conflictos étnicos y agrarios, y desafían abiertamente a las fuerzas estatales.
Desde 2020, la región ha sido escenario de una sucesión de golpes militares que ha derrocado gobiernos civiles en Mali, Burkina Faso y Níger. En cada caso, las nuevas juntas militares han roto relaciones con sus socios tradicionales occidentales, especialmente con Francia, y han optado por una política de repliegue nacionalista. Esto ha implicado la expulsión de misiones internacionales (como la operación Barkhane o la fuerza del G5 Sahel) y la apertura a nuevos actores como Rusia, a menudo a través de mercenarios del grupo Wagner.
Este giro geoestratégico ha agravado la inseguridad en lugar de contenerla. Los grupos yihadistas se han beneficiado del vacío de poder, expandiendo sus ataques incluso hacia zonas antes relativamente estables del norte de Costa de Marfil, Togo y Benín. La fragilidad institucional es tal que ya se habla abiertamente de “Estados fallidos” en el corazón del continente africano.
El efecto dominó, entre migración, crimen y radicalización para Europa, y especialmente para España, el deterioro del Sahel no es un asunto lejano. La región funciona como un puente natural hacia el norte de África y el Mediterráneo, lo que convierte cualquier crisis humanitaria o de seguridad en un factor de presión directa sobre las fronteras europeas.
El Sahel es origen, pero también punto de tránsito, de rutas migratorias irregulares que desembocan en Argelia, Marruecos y Mauritania. De ahí, muchas personas intentan cruzar hacia las Islas Canarias, Ceuta o Melilla. El caos y la violencia en sus países de origen son un poderoso motor de desplazamientos forzosos. La presión sobre las fronteras españolas crece, y se teme que, en ausencia de mecanismos eficaces de control, el fenómeno se intensifique en los próximos años.
A esto se suma el auge del crimen organizado. Las redes de tráfico de personas, armas y drogas operan sin apenas obstáculos, aprovechando la debilidad de los Estados y la complicidad de ciertos actores locales. La porosidad de las fronteras permite que estas redes actúen en connivencia con grupos yihadistas, generando una economía de guerra que alimenta aún más la espiral de violencia.
La preocupación de los servicios de inteligencia españoles ante esta situación no es nueva, pero sí se ha intensificado en los últimos tres años. España mantiene desde hace décadas una política activa hacia el norte y el oeste de África, basada en la cooperación, la seguridad compartida y la prevención de conflictos. Países como Mauritania, Senegal o Níger han sido socios clave en el control de flujos migratorios y en la lucha contra el extremismo.
La posición geográfica de España, con el archipiélago canario a escasos kilómetros de la costa africana y los enclaves de Ceuta y Melilla en territorio continental africano, convierte a nuestro país en un actor fronterizo de primera línea. Los centros de análisis geopolítico del Ministerio del Interior y del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) monitorean continuamente la evolución del Sahel, conscientes de que lo que ocurre en Gao o en Niamey puede tener repercusiones directas en Algeciras o en Tenerife.
Además, España participa en misiones internacionales en la región, como la Misión de Entrenamiento de la Unión Europea en Mali (EUTM Mali), que ha visto su operatividad reducida, pero sigue en pie como muestra del compromiso europeo. También ha desarrollado una intensa cooperación bilateral con países como Mauritania, donde se han firmado acuerdos para patrullas conjuntas y control fronterizo.
La Unión Europea, por su parte, se enfrenta al dilema de cómo reconfigurar su estrategia hacia el Sahel. Durante años, la respuesta fue eminentemente segura, con fuerte presencia militar francesa y apoyo logístico y financiero de Bruselas. Sin embargo, el fracaso de estas políticas, simbolizado por la retirada de tropas y el colapso político en varios países, ha obligado a un replanteamiento.
Hoy se impone una visión más amplia, que combine seguridad con desarrollo, gobernanza, adaptación al cambio climático y participación de la sociedad civil. No obstante, la ejecución de esta nueva estrategia choca con la realidad de regímenes autoritarios poco dispuestos a aceptar condicionalidades democráticas o a cooperar con Occidente.
En paralelo, la creciente presencia de actores como Rusia o China en la región altera el equilibrio geopolítico. Moscú ofrece apoyo militar sin exigir reformas, y busca afianzar su influencia política y económica. Pekín, por su parte, invierte en infraestructuras, aunque evita implicarse en conflictos armados. Esta competencia multipolar complica aún más la capacidad europea para incidir de manera eficaz en la región.
El futuro del Sahel: ¿una bomba de relojería?
El Sahel, en su futuro, podrá ser una bomba de relojería, representa hoy uno de los mayores retos geoestratégicos del siglo XXI. Es una región donde convergen los grandes problemas globales: terrorismo, cambio climático, migraciones, conflictos étnicos, debilidad estatal y competición entre potencias. Su inestabilidad ya no puede ser tratada como un asunto regional, sino como una amenaza directa para la seguridad europea.
España, como país más expuesto por geografía y por historia, ha entendido esta realidad con claridad. Su política hacia el Sahel será crucial en los próximos años, tanto en el plano bilateral como en el marco de la UE y de las alianzas internacionales. Aumentar la resiliencia de estos países, apoyar iniciativas africanas de gobernanza, y reforzar los mecanismos de alerta temprana serán claves para contener la amenaza.
Si el Sahel colapsa por completo, Europa pagará un precio.
* Juan José PÉREZ PIQUERAS
Coronel de Infantería E.T. (Retirado)
Técnico superior de Inteligencia Militar.
Diplomado en Análisis de Yihadismo por la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla.
Diplomado de especialización en Análisis del Terrorismo Yihadista, Insurgencias y Movimientos Radicales.
Ex Consejero en la Embajada de España en Argel 2007-2009
Miembro de la Tertulia Cívico-Militar ‘Carlos Ramos Azpiroz’
Miembro de la Asociación Española de Militares Escritores.
Miembro de la Asociación de Veteranos del Servicio de Inteligencia Español (AVESIE)
Santa Cruz de Tenerife – Islas Canarias – ESPAÑA
11 de junio de 2025.
Deja una respuesta