EL MONÓLOGO / 287
Inaugurar es gobernar, o no

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Por Pepe Moreno *

 

 

Cuando estemos leyendo este monólogo, ya habrá empezado esa peregrinación de la imagen de la Virgen de Candelaria que la traerá desde su basílica hasta la capital santacrucera. Cruzará los municipios de El Rosario y La Laguna hasta entrar en Santa Cruz, con una parada en el Hospital de La Candelaria, donde tendrá lugar un encuentro con los pacientes, los visitantes y aprovecharán para cambiar las andas del camino por un trono. Seguirán hasta la plaza de España y posteriormente hasta la iglesia de La Concepción, que es el sitio escogido mientras esté en la capital.

 

Hay que ver lo que, sin salir, ha dado esta visita. El pasado jueves todas las emisoras de radio de Tenerife transmitieron sus programas desde la puerta del templo. Las autoridades insulares se dieron el gusto de hablar de esta “histórica visita” y nos hablaban a todos como si fuéramos devotos y creyentes, que no digo que no, pero los representantes políticos están para otra cosa y más en un país aconfesional como este. Todos ellos nos prepararon las escaletas de los programas de radio y se incluía a voluntarios y altos cargos, a representantes políticos, a delegados diocesanos y de otros organismos civiles para que nos hablaran de alto dispositivo que se ha preparado para este evento.

 

¿Cuánto nos habrá costado? ¿Cuánto tiempo se habrá llevado? Es lógico que un asunto como este sea coordinado por un organismo de seguridad y emergencias, porque tiene que estar en todas, pero ¿es necesario que estén todas las entidades en su preparación y que todos los medios figuren?

 

En fin, que quieren que les diga, que veo mucha dirección en todo esto, mucha autoridad local, insular e incluso regional metida en este maremágnum y creo que no están para ello. No sé qué pinta la presidenta del Cabildo mezclada con el obispo de la diócesis o los voluntarios con la gerente de TITSA o los voluntarios con el 112. En la foto, como en la del simulacro, sobraba mucha gente y faltaban algunos signos que ponen la nota de color a un partido concreto.

 

Y en todo ello observamos que algunos nos “venden” esta parte porque únicamente tienen proyectos esbozados y nos lo presentan como si ya se estuvieran ejecutándose o existieran. Es lo que pasa con varios asuntos como el puerto de Fonsalía, la pasarela del Padre Anchieta o la energía geotérmica. Aquí el verbo gobernar se conjuga con tijeras y cintas. Y la gestión, con titulares y aplausos en diferido.

 

Hablaban, por ejemplo, del puerto de Fonsalía, como que iba a entrar en funcionamiento al poco tiempo. Hicieron un ramal de la autopista del Sur que costó más de 8 millones de euros, y no llegó a ninguna parte. Encargué un reportaje sobre ese lugar y resultó que la carretera en cuestión no conducía a ninguna parte porque allí no había nada; ni se removían tierras, ni realizaba ninguna obra y, como muestra de lo que representaba esa infraestructura, no había ningún sitio en el que comerse un pescado, el lugar para consumir presentaba un asadero de pollos como espacio más representativo.

 

No había nada, y los ciudadanos pensando que esa era la solución al colmatado puerto de Los Cristianos. Después saldría la presidenta del Cabildo, Rosa Dávila, para decir que lo que había que hacer eran las obras necesarias en Arona y que nada de Fonsalía, ni del puerto de Granadilla, ni de otros emplazamientos.

 

He oído en la radio, en una de las tertulias, decir que en vez de hacer una pasarela redonda en el Padre Anchieta por qué no hacen una pasarela recta a las facultades. Podría ser. Sin embargo, será un “gran anillo peatonal” que iba a ser inaugurado para el comienzo de curso y que ha visto cómo se retrasa, sine die, en un intento de que esté lo más cercano posible a una convocatoria electoral.

 

El pasado 12 de agosto se realizó la instalación del módulo destinado al futuro ascensor que conectará la avenida de la Trinidad con esta infraestructura emblemática. Según se dice en el medio periodístico que consulto, “la pieza, de 15 metros de longitud y 13 toneladas de peso, se ubicó junto al Intercambiador de La Laguna, fortaleciendo la conexión peatonal segura en una de las áreas más transitadas de la isla”. ¿Ustedes ven cómo puede explicarse, con palabras grandilocuentes, el que han traído un elevador que, tal vez, lo mismo que sucede en otras infraestructuras de esta isla, no funcionan nunca?

 

La presidenta del Cabildo, Rosa Dávila, indicó que “pieza a pieza, módulo a módulo, la pasarela y las ocho rampas del Gran Anillo peatonal avanzan en su construcción”. Tras finalizar estos accesos, se aplicarán tratamientos antideslizantes, se sustituirán los actuales pasos de peatones y se llevará a cabo la integración ambiental del entorno de la glorieta. Que es lo mismo que seguirán aplazando su inauguración y puesta en funcionamiento hasta el siguiente mandato, que les servirá de banderín de enganche para decir que esa obra es de ellos y que se ha hecho con los fondos que ellos han administrado.

 

Porque aquí ya nos conocemos, y esa puesta en escena irá acompañada de un “foto a foto” y un “titular a titular”. Se empieza hablando de accesibilidad, de sostenibilidad, de “entornos integrados” y se termina con una cinta inaugural en pleno año electoral. Y mientras tanto, el ciudadano que cruza a pie la glorieta, esquivando coches y baches, sigue esperando ese supuesto “anillo peatonal” que parece más una pulsera de promesas.

 

En Tenerife somos especialistas en celebrar estructuras antes de que funcionen. Nos encantan las obras a medio hacer, las que se anuncian tres veces y se estrenan una, y las que al poco de inaugurarse se clausuran “por mejoras”. Quizá por eso no sorprenda que un simple ascensor se convierta en símbolo de progreso, cuando lo lógico sería que simplemente funcionara. Pero claro, aquí lo extraordinario es que algo público funcione.

 

Y así seguimos, entre módulos y discursos, esperando que la siguiente pieza encaje, que el siguiente mandato no se apropie del mérito y que, algún día, ese elevador suba y baje con la misma naturalidad con la que hoy bajan las expectativas ciudadanas. Dávila aseguró que la obra estará completamente operativa para el inicio del curso académico 2025-2026, pero no ha sido así. Estamos en octubre de 2025 y aquello no tiene pinta de acabarse. No me sirve, lo siento.

 

Es como lo de la energía geotérmica en Tenerife. Sin ir más lejos, el pasado jueves ya se decía que Gran Canaria estaba a punto de hacer su primera prospección. El Cabildo de Tenerife ha puesto sobre la mesa últimamente un proyecto ambicioso: explotar la geotermia en la isla como fuente limpia, constante y soberana de energía.

 

Y se anunciaba, desde la Corporación insular, el año pasado, que en otoño arrancaban los sondeos en el sur de la isla para evaluar si a 3 km de profundidad hay agua caliente, que tiene que estar a más de 150 grados de temperatura, lo que permitiría generar energía eléctrica con geotermia de alta entalpía. Estamos en octubre, el otoño hace ya dos semanas que empezó y nada se ha hecho.

 

Además, estamos hablando de una inversión millonaria, puesto que esos sondeos son de hasta 86 millones de euros para tres zonas de Tenerife. Ya se han obtenido ayudas por valor de 43,1 millones del IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía) para investigación en varios sistemas volcánicos-hidrotermales de la isla.

 

Se habla de construir una planta geotérmica eléctrica, de al menos 30 MW, con coste estimado de unos 170 millones de euros si los estudios de viabilidad confirman el potencial.  El Cabildo destaca ventajas como emisiones prácticamente cero, aprovechamiento continuo (24 h), menor ocupación espacial comparada con otras renovables, y eficiencia energética.

 

No nos cuentan lo que tardarán los sondeos y cuándo se podrán obtener resultados fiables: los plazos prometidos parecen apretar mucho, y cualquier retraso arrastrará el arranque de la planta. ¿Qué pasa si los estudios no encuentran lo que prometen? No se puede descartar que al hacer los sondeos no se detecte suficiente temperatura, o que los costes de infraestructura (perforaciones, obras, conexión eléctrica, etc.) se disparen.

 

Hablan de integración ambiental real: aunque prometen “baja afectación”, es inevitable que la extracción geotérmica profunda tenga impactos — cambios en paisaje, posible emisión de gases menores, riesgos geológicos (sísmicos, alteración del subsuelo), gestión de residuos termales, etc. Estas advertencias no salen tanto en los discursos públicos.

 

Costes y financiación: aunque ya hay tensiones sobre los plazos para justificar ayudas, sobre tarifas, permisos, etc. Se dice que se necesita que el Gobierno central fije la tarifa (para la electricidad generada) y que se amplíen los plazos de ejecución. Si no, el proyecto puede quedar truncado por cuestiones burocráticas o legales.

 

¿Saben mis lectores que estamos pagando más caro el recibo de la luz por el apagón? ¿Qué ahora nos cuesta la luz más cara porque se están metiendo otras energías en el sistema para evitar un nuevo colapso? El recibo energético es ahora mismo de 180,87 €/MWh, por lo que hay que saber cuándo se pone la lavadora, o en lavaplatos, o cómo hacer para que el consumo no nos dé un susto.

 

La apuesta por la geotermia en Tenerife es loable y necesaria. Tener energías limpias, estables y propias debería ser uno de los grandes objetivos de una isla volcánica como esta. En cambio, hasta ahora lo que se ha visto no es poco: estudios superficiales, prometedores, financiación parcial lograda, compromisos públicos, plazos marcados… es más que discurso vacío.

 

Ahora bien, convendría exigir transparencia real y que se publiquen los informes técnicos de los sondeos, con datos sobre temperatura, permeabilidad, disponibilidad del recurso, posibles riesgos geológicos, así como que los permisos ambientales sean rigurosos, no simples formalidades y que se fije (y se publique) un calendario plausible de las distintas fases: sondeos, permisos, construcción, conexión a red, producción eléctrica.

 

Sin embargo, al final, el problema no es el ascensor, ni la pasarela, ni siquiera la geotermia. El problema es ese hábito tan nuestro de vender el proyecto como si ya fuera realidad. De confundir la idea con la ejecución, la maqueta con la obra, la promesa con el resultado. Vivimos rodeados de titulares inaugurales, de fotos con casco y chaleco reflectante, de anuncios que parecen más campañas de imagen que políticas públicas.

 

Mientras tanto, las rampas siguen sin ensamblarse, los sondeos sin perforar y los ciudadanos sin ver resultados. No obstante, ahí seguimos, escuchando las cuñas del Cabildo —esas que arrancan con voz solemne diciendo “Tenerife avanza”— y pensando que, quizá, lo único que avanza es la habilidad para contarnos lo que ya vendrá.

 

A este paso, seremos líderes mundiales en proyectos “a punto de empezar”. En eso sí que somos sostenibles: sostenemos la esperanza, la paciencia, la fe en la que algún día el ascensor subirá, la pasarela se cruzará y la geotermia calentará algo más que los discursos.

 

Posdata: Por cierto, me gusta mucho que el Nobel de la Paz 2025 se lo hayan dado a María Corina Machado. Prefiero que se lo den a esta mujer, que está escondida por lo que le puede hacer Nicolás Maduro, que a Donald Trump a pesar de su plan de paz en Gaza, pero tiempo habrá de ocuparse de ello.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

 

Islas Canarias, 11 de octubre de 2025.

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