Ancianidad, divino tesoro (y IV)
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Remigio Beneyto Berenguer *
Y finalmente el anciano ha de conservar la mayor dignidad posible. La dignidad se lleva dentro. Nadie la puede quitar, Sólo uno mismo la puede perder, y, cuando la ha perdido, ya no la tiene.
En el Preludio en el Teatro del Fausto I de Goethe, se produce un diálogo entre el director, el poeta dramático y el gracioso. El poeta dramático clama pidiendo: “Devolvedme aquellas irresistibles inclinaciones, aquella felicidad profunda y dolorosa, aquella fuerza en el odio, aquel poder en el amor. ¡Ah! Devolvedme mi juventud.
¡Cuántos ancianos, tras una vida memorable y digna, la pierden anhelando la eterna juventud!, deseando lo que ni sus años ni sus canas pueden responder, y mostrando a sus sucesores ejemplos indignos de su vejez. Recuerdo como la enamorada ninfa Calipso ofrece a Ulises la inmortalidad y la juventud eterna a cambio de su permanencia con ella en la Isla Ogigia, pero Ulises prefirió envejecer y morir junto a su amada Penélope.
He oído muchas veces decir que los ancianos son como niños, pero el Gracioso, en ese mismo Preludio al Teatro del Fausto I de Goethe afirma con rotundidad: “La vejez no nos hace caer en la infancia como comúnmente se dice, sino que nos encuentra todavía verdaderamente niños”.
Ese es el verdadero reto: las ganas de vivir, el estar en la cima, cerca del cielo, y sentir el aire puro, disfrutar de los bellos paisajes, mirar al horizonte, donde se confunde el cielo con la tierra, respirar hondo.
Esa es la felicidad: seguir amando, porque como decía Tagore: “Vivimos en el mundo cuando lo amamos”. Ese es nuestro destino: seguir luchando por la libertad, porque, como apuntaba Máximo en la película “Gladiator”: “Si os veis cabalgando solos por verdes praderas bañados por el sol, que no os cause temor, estaréis en el Eliseo y ya habréis muerto. HERMANOS, LO QUE HACEMOS EN LA VIDA, TIENE SU ECO EN LA ETERNIDAD”.
Y cuando nuestros ancianos actúan así, con dignidad, sólo cabe para con ellos el honor, el respeto y al amor.
Y así Jorge Manrique, en “Coplas a la muerte de su padre”, en la XXVI le ensalza:
“Amigo de sus amigos,
¡Qué señor para criados
Y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
Y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos
Qué león!
Ojalá, haciendo nuestras las palabras de Jorge Manrique, pudiéramos decir de cada uno de nuestros ancianos:
¡Éstas sus viejas historias
Que con su brazo pintó
En juventud,
Con otras nuevas victorias
Ahora las renovó
En senectud.
Por su grande habilidad
Por méritos y ancianidad
Bien gastada,
Alcanzó la dignidad…”
Para todos esos ancianos de nuestros pueblos, que están llegando a la cima, con un equilibrio personal y espiritual, pacientes, sufridos, que aman su tierra y, al tiempo, están abiertos al universo, que son referentes para las nuevas generaciones, sólo cabe la dignidad y el honor.
El Papa Benedicto XVI en Valencia pronunció este bello mensaje: “Los abuelos pueden ser –y lo son tantas veces- los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. Ellos dan a los pequeños la perspectiva del tiempo, son memoria y riqueza de las familias. Ojalá que, bajo ningún concepto, sean excluidos del círculo familiar. SON UN TESORO QUE NO PODEMOS ARREBATAR A LAS NUEVAS GENERACIONES, sobre todo cuando dan testimonio de la fe ante la cercanía de la muerte”.
Quizá ahora se entienda el porqué del título de estas cuatro pequeñas aportaciones: “ANCIANIDAD, DIVINO TESORO”.
Pido a Dios que lo dicho no sea únicamente una ilusión personal mía, un simple deber-ser, sino una realidad. Así nuestros ancianos serán nuestro tesoro más preciado y podremos hacer visibles las palabras del Eclesiástico: “Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras viva; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras viva”.
* Remigio BENEYTO BERENGUER
Profesor de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.
Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Islas Canarias, 11 de octubre de 2022.
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