Ante la fiesta del 14 de septiembre

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Remigio Beneyto Berenguer *

 

Ya falta menos para la celebración del día 14 de septiembre. Desde un pueblo de la provincia de Alicante, Banyeres de Mariola, y desde la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, anhelo volver a encontrarme con el Cristo de La Laguna.

 

Como ya he dicho en alguna ocasión, desde el primer momento en que lo vi en su santuario, me fascinó, me embriagó. El Cristo tiene una luz que ilumina la vida de cada uno. Así lo afirmaba magistralmente el pregonero D. Francisco González de Aledo Buergo, diciendo que “la imagen del Cristo no sólo domina el espacio sagrado, sino que habita en lo más profundo de nuestras almas, siendo faro y guía para cada uno de nosotros” y siendo esencia de nuestra identidad.

 

Como esclavo que lo soy, he de recordar que todos los esclavos tenemos una gran responsabilidad: la de preservar el carácter sagrado del Cristo de La Laguna. Los cristianos estamos siempre en fiesta, porque Cristo ha resucitado. Por tanto, es positivo todo lo cultural y festivo que acompaña a lo esencial y a lo fundamental, que es lo cultual.

 

Como custodios de esta tradición, tenemos la obligación de preservar la manifestación de libertad religiosa y de culto de la Fiesta del Cristo de La Laguna, de transmitirla a nuestros hijos y nietos, de vivirla en familia, que es como mejor se transmiten los grandes tesoros.

 

Como herederos de este gran legado, tenemos la obligación de acrecentar la importancia del Cristo de La Laguna en la vida cristiana, pastoral, social y pública de la ciudad, y trabajar en la nueva evangelización, profundizando la perspectiva misionera, la misión ad gentes.

 

El Cristo de La Laguna está ahí, siempre esperando, siempre esperando a sus hijos. Él quiere que le visitemos, anhela encontrarse con cada uno de nosotros, que les contemos nuestras alegrías y nuestras penas y dificultades. Él comparte con nosotros nuestras enfermedades, las enfermedades de nuestros seres queridos. Él nos da consuelo en la tribulación. Él da paz a nuestros difuntos, que ya están en su seno. Como decía González de Aledo es el símbolo de la unidad de nuestro pueblo.

 

Los laguneros y laguneras lo saben. Yo lo he visto. He podido apreciar la fe que tienen cuando el Cristo pasea por sus calles, y le piden, y le exigen, y le piden perdón, y le dan gracias. Y el Cristo escucha a cada uno, compartiéndolo todo con cada uno de ellos.

 

Los cristianos somos luz del mundo y sal de la tierra. En una sociedad, que se jacta de ocultar lo religioso, hemos de ser valientes y manifestar nuestra fe en la vía pública y en la vida pública.

 

Y, sobre todo, seamos siempre conscientes que los cristianos somos hombres y mujeres alegres, en fiesta, somos hombres de esperanza, somos hombres para la eternidad, que la muerte no pudo con Cristo. Y yo os digo: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado.

 

 

*  Remigio BENEYTO BERENGUER

Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

Departamento de Ciencias Jurídicas

Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.

Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

 

 

Islas Canarias, 11 de septiembre de 2024

 

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