Blas Cabrera, la memoria histórica

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Leandro Trujillo Casañas *

 

 

Juan Rulfo, el gran escritor mexicano que logró entrar en el mundo profundo de su memoria e imaginación de una forma tal que la lectura de sus novelas Pedro Páramo y El llano en llamas nos llevan a un mundo propio interior donde reposan los recuerdos acumulados que se superponen a los nuestros. Los pueblos y ciudades evocadas o imaginadas. Sus campos y calles se animan por la presencia onírica de personas y ecos «… capaces de fluir sin límites en el tiempo y en el espacio…» [J. Rulfo. Pedro Páramo].

 

Por la experiencia sé que es muy difícil hacer una buena biografía si nos apoyamos sólo en los datos fríos de los documentos que desempolvamos en ese intento. Considero, por otra parte, que las fotografías son más cercanas, digamos que más íntimas. Durante los años en los que he convivido con Blas Cabrera y Felipe (1878-1945) y su familia –la próxima y la alejada por en el tiempo– creo que me ha pasado algo parecido a lo que hemos relatado más arriba en relación a Rulfo y Pedro Páramo.

 

He recorrido un largo camino para conocerlo más y mejor. Desde 1978, centenario de su nacimiento, fue posible que me acercara a Blas Cabrera por vez primera. En la primavera de ese año, se celebró en Canarias una magna conferencia, irrepetible, para recordarlo y saldar la deuda que la Universidad española tenía pendiente desde que se produjo «un olvido premeditado» [Rodríguez Ríos, Benito. 1978] que no se había corregido por ser un silencio largo y petrificado. Por eso acudió a Canarias el alma mater española que había estado dormida, como el arpa del poeta, tantos años.

 

La memoria colectiva es frágil sin paliativos. Se puede decir, pero a veces ocurre algo especial que rompe esos silencios, como aldabón sobre la portada de la casa antigua lagunera. La inquietud de algunos jóvenes físicos cuando ampliaron horizonte en las universidades americanas de los años 1960 – 1970 y también el azar y las circunstancias hicieron posible invitar a Nicolás Cabrera Sánchez Real –el eslabón perdido– para poner en marcha la física en la Universidad Autónoma de Madrid.

 

Con la llegada del hijo más joven de Blas Cabrera y Felipe a Madrid hubo un cambio notable en la valoración de la etapa anterior a la Guerra Civil en relación a la cultura en amplio sentido y, lo que para nosotros fue importante, reconocer y revitalizar la gran labor de Blas Cabrera y sus colaboradores en el Instituto de Física y Química de Madrid en el primer tercio del siglo XX.

 

Nicolás, el heredero de su padre en el talante y en la vocación por la física y la investigación puntera, también traía el mensaje y la decisión de rehabilitar la memoria de su padre que dedicó toda su vida a la ciencia en España, con un tesón y entrega que hoy nos asombra. A esta misión, Nicolás Cabrera le dedicó el amor concentrado que guardaba por su padre y la voluntad y trabajo, divisas muy presentes en la hidalguía de sus ancestros canarios.

 

Me siento a nivel personal cercano a Blas Cabrera y su legado y me he creído en el deber de aportar todo lo posible por recuperar detalles de su trayectoria que han sido útiles para acercarnos, y sólo eso, a su personalidad tan rica en sus aspectos humano y científico. Con el tiempo me he sentido también como un miembro más de su familia, a la que he llegado a tratar y querer personalmente.

 

El azar de nuevo, la casualidad, las circunstancias actuales y la forma de vida de estos momentos, han permitido a la familia Cabrera de Tenerife sentirse con ánimos y con apoyos varios para traer a La Laguna los restos de Blas Cabrera y Felipe (1878-1945) y de su esposa María Sánchez Real (1877-1966), también los de la nietita Rocío Cabrera Muedra (1938-1946) que murió en México DC., cuando estaba empezando a vivir. Los periódicos locales se han hecho eco del regreso de don Blas; mucho me ha conmovido este acontecer.

 

Todos tenemos fundamentos sobre suelo firme para apoyarnos y para asegurar que ese personaje del olvido no vuelva con su borrador a pasarlo por las memorias desatentas, ni a diluir la vigencia de las ideas del profesor Cabrera, y de la cultura desarrollada en tiempos de plata, diríamos, por él y sus contemporáneos en relación a la ciencia y las humanidades.

 

No tengo intención por el momento de abandonar la decisión que adopté en 1978; todo lo contrario, desde la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife y su Seminario Permanente de Ciencias y Humanidades, Blas Cabrera y Felipe confiamos en seguir aportando algo bueno a la historia y al presente joven, mirando hacia el futuro con ilusión permanente.

 

 

*  Leandro TRUJILLO CASAÑAS

Físico.

Director de Honor de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (RSEAPT)

 

Islas Canarias, 1 de abril de 2024

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