Casa Anchieta, decreto y volantazo municipal (I)
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Eliseo Izquierdo Pérez *
Se ha hecho público que el grupo municipal de gobierno de San Cristóbal de La Laguna pretende eliminar el proyecto de «musealización» de la Casa Anchieta y convertirla en un edificio de usos múltiples, con sus oficinas, despachos y poltronas.
Al cronista oficial, que tiene entre otros deberes el de contribuir, en la modesta medida de sus posibilidades, a la conservación, valoración y difusión del acervo cultural de la ciudad que se envanece de ser Patrimonio Mundial, la noticia le ha cogido por sorpresa y con preocupación. Prefiere pensar que es un globo sonda y no una decisión en firme.
Cuando el Consistorio acordó en 1989 adquirir la Casa, no por sus valores arquitectónicos, quede esto claro, sino porque en ella transcurrieron la niñez y adolescencia del religioso y eminente escritor y poeta José de Anchieta, dejó meridianamente determinado que, para dedicarla a exaltar y difundir la personalidad y la obra del gran humanista canario, que buena falta que hacía y hace.
Todos los grupos políticos, sin excepción, coincidieron en que esa era la forma digna de saldar la secular deuda de honor que la ciudad seguía teniendo con el más preclaro de sus hijos, como dijo el poeta Verdugo en versos lapidarios en 1934 y se venía reclamando desde muy diferentes estamentos. Otro defensor apasionado de la idea fue, entre otras muchas personalidades, el periodista Luis Álvarez Cruz. Ni Verdugo, ni Álvarez Cruz, ni los demás eran unos beatones.
Las corporaciones posteriores han venido respetando el histórico acuerdo plenario, aunque alguna estuvo a punto de romperlo. Lo demoraba el penoso estado del edificio, maltratado de forma inmisericorde por el tiempo, la desidia, torpezas técnicas, imprudencias y erráticos vaivenes políticos. Hasta que este pasado otoño finalizó la rehabilitación integral y se alentó la esperanza de que por fin había llegado el instante de cumplir el solemne compromiso. Sin embargo, es justo cuando el grupo de gobierno municipal sale a la palestra para anunciar su propósito de deshacerse de la prevista «musealización» de la Casa, porque «el espacio ofrece otras opciones más acordes al inmueble».
Al cronista oficial, que no es experto en jurisprudencia, le asalta esta duda: ¿puede el grupo de gobierno de un municipio, incluso si es el de una ciudad que se jacta de ser Patrimonio de la Humanidad, revocar la decisión unánime de un pleno consistorial, o ha de ser otro pleno el que, en todo caso, tendría que hacerlo? Ya se sabrá.
Los grupos políticos coincidieron en que la casa era la forma de saldar la secular deuda con el más preclaro de sus hijos
Recordemos entre tanto, muy sumariamente, la trascendencia y significación de José de Anchieta, no ya para la cultura insular sino para la historia de la humanidad, pues parece que aún no ha calado en determinadas esferas. Además de uno de los dos santos de nuestro archipiélago, es el primer poeta nacido en Canarias, honor que se le venía atribuyendo injustamente hasta hace bien poco a otro ilustre escritor insular casi coetáneo.
Es asimismo el primer dramaturgo y el primer lingüista o gramático de las Islas y el padre de la literatura brasileña, como se le reconoce en el gran país sudamericano. También es el autor del primer poema épico de América, el De gestis Mendi de Saa, (Coimbra en 1563), publicado antes de La Araucana de Ercilla (1569, 1578 y 1589) y de Os Lusiadas de Camôes (1572). Su Arte de grammatica da lingoa mais usada na costa do Brasil (Coimbra, 1595) ha sido fundamental para la pervivencia del tupí guaraní (a diferencia de lo que ocurrió lamentablemente con el guanche), que sigue siendo lengua vehicular y cooficial de numerosas comunidades humanas de dicha nación, pues, frente al empeño de los invasores de imponer su lengua, defendió y practicó el uso por estos del habla del vencido.
Siguen teniendo vigencia y valor inestimable, según los especialistas, sus aportaciones (Carta sobre historia natural de Brasil, ULL, 2017) al conocimiento de la botánica, zoología, medicina, farmacopea y acervo etnográfico, de cuando aquel extenso territorio estaba todavía prácticamente inexplorado. Fue decisiva su defensa de la mujer aborigen brasileña, por cuya dignificación batalló, con la palabra como única arma, para erradicar la poligamia y la antropofagia.
Y, acaso porque, cuando era todavía niño, José de Anchieta pudo contemplar cómo seguía haciéndose y creciendo la joven ciudad en la que había nacido, aquellos recuerdos de infancia, vivencias de su temprana curiosidad, debieron de habérsele quedado grabados con fuerza en su fértil memoria y lo impulsaron a fundar, con el apoyo esforzados algunos compañeros, entre otros pueblos, dos que son hoy grandes metrópolis de América, Sâo Paulo y Rio de Janeiro. Bastante más cabría decir.
¿Quién podrá poner responsablemente en tela de juicio la estatura universal de Anchieta, su recia personalidad y, junto a la trascendencia de sus grandes correrías apostólicas, la de su aún no suficientemente conocida producción intelectual, su obra lírica y dramática, paradigma de sincretismo cultural en el periodo de la historia de la humanidad en que el Medievo se eclipsaba y emergía el Renacimiento? Sin embargo, sigue habiéndolos, incluso en su tierra de origen.
Anchieta sigue siendo para muchos «un célebre desconocido». El púlpito ha proclamado abundantemente sus virtudes, su carisma espiritual, sus valores eclesiales. Lo demás, parte inalienable de su poliédrica personalidad, no parece contar. Pero, si se desconocen o subestiman esas otras facetas suyas, igualmente esenciales, nunca tendremos una visión nítida y bien ajustada de quién fue el santo humanista José de Anchieta. Como decía el célebre Panduro, sigue habiendo «mucha falta de ignorancia».
Los tejemanejes para hacerse con la Casa no son de ahora. A poco de ser de propiedad municipal, personajes de variado pelaje y entidades de toda laya no tardaron en maquinar para apoderarse de ella. En el artículo La Casa de Anchieta. Crónica de un proyecto que espera (Anchietea, número 1, 2013, páginas 45/61), este periodista registró la mayoría de tales triquiñuelas, alguna de ellas peregrina. Por fortuna, ninguna logró prosperar. Sin embargo, según se dice por lo bajini en esta ciudad rumorosa, hay quienes no cejan en el empeño y siguen con su raca-raca. La Casa Anchieta continúa siendo objeto de oscuros deseos.
En todo caso, lo que está en realidad en el trasfondo del supuesto intento de volantazo municipal, con el que se degradaría «un edificio de alto valor patrimonial para la ciudad, con una significación histórica muy relevante», es cuestión diferente.
* Eliseo IZQUIERDO PÉREZ (La Laguna – Tenerife, 14 de abril de 1931)
Cronista Oficial de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna.
Graduado en Periodismo por la Escuela Oficial de Periodismo (EOP) de la Universidad de La Laguna (ULL)
Licenciado en Filosofía y Letras (Filología Románica) por la Universidad de La Laguna (ULL)
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna (ULL)
Académico de Honor de la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel (RACBA)
Académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla.
Académico correspondiente de la Academia de Artes y Ciencias de San Juan de Puerto Rico.
Miembro numerario del Instituto de Estudios Canarios (IEC)
Miembro numerario de Mérito de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (RSEAPT)
Islas Canarias, 2 de marzo de 2024
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