EL MONÓLOGO / 106
Una Semana Santa diferente
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Por Pepe Moreno *
La verdad es que había escrito otro Monólogo para hoy, pero he decidido, en el último momento, dejarlo para otra ocasión y volver a comenzar otro en el que haga una mínima reflexión a los tiempos que estamos viviendo. Es decir, escribir de hoy sábado de pasión y antesala de la Resurrección y de si hoy en día esto tiene algún significado o las redes y los excesos de información que tenemos nos pasan una factura en la que gana el descreimiento y otra forma de ser.
Hace poco realicé un viaje por Tierra Santa, a los lugares en los que se gestó gran parte de la Historia de la Cristiandad y de los que hemos oído hablar cientos de veces, aquellos en cuyas casas se habla de estas cosas, porque otros lo ven de modo diferente y en ocasiones hasta niegan la mayor. No importa. A unos nos educaron de una manera y a otros de otras y en la mía cabe la discrepancia y el respeto para los que no opinan como uno, siempre y cuando no se falte a nadie.
A lo que iba, hice un viaje a Tierra Santa con un grupo de peregrinos que me sirvió para reafirmar algunas de las convicciones que ya tenía, para sorprenderme con otras y para ver hasta dónde pueden llegar mis certezas. Y me sirvió para mucho ese viaje. Estuve en todos esos sitios que hoy son venerados como los que en su día trazaron un recorrido mágico de Jesús en la tierra y que me han servido para hacerme una idea de lo que en este momento significa.
He cumplido uno de mis sueños en un tiempo en el que la pandemia ha producido que no haya el turismo de masas que todo lo ocupa. Hemos estado en sitios en los que habitualmente se tardaba más en entrar que en visitarlos por dentro. No había nadie, porque nadie se había atrevido aún a salir a causa de las restricciones y eso nos permitió visitar una serie de sitios sin el agobio de tener a gente por fuera esperando.
Por eso digo que hoy, en este final de la Semana Santa, uno encara todo esto de forma diferente. Tuve días pasados un debate con unos jóvenes sobre la religión hoy y sobre las tradiciones de estos días. Y es que es muy fácil adaptar los postulados cristianos a lo que cada uno quiere, pero eso no es la religión cristiana. Es fácil decir que los conceptos de la iglesia se han quedado obsoletos y que no avanzan, pero el que lo dice nunca se lo pregunta a sí mismo, es decir, cuando ha cedido, él en sus planteamientos, para que los principios de la religión les pudiera abarcar. Ese tipo de preguntas tampoco se las hacen en otras religiones. Nunca he oído ese tipo de debates en musulmanes que abracen las devociones mahometanas o en los ortodoxos o en cualquier otra religión monoteísta. ¿Solo los principios cristianos se han quedado viejos y obsoletos?
Todas las religiones buscan el encuentro de la persona con Dios, pero en el cristianismo, Dios es quien busca a la persona, esto supone que el creyente practica el modelo de vida que Jesús propone en el Evangelio. Hoy en día parece que esto no se impone y por eso oímos a tanta gente que dice que es creyente, pero no creo en los curas, o no voy a Misa o no reconozco la autoridad de la iglesia. ¿Estamos haciendo una manera de tener una religión diseñada por nosotros y a nuestro modo y ejemplo? ¿Estamos hablando de lo mismo?
Y es que en una sociedad como la actual, de deshumanización, de desconcierto en todos los ámbitos de la vida y, sobre todo, de falta de fe, tiene lugar que cada vez haya más agnósticos y gentes que viven su día a día sin un dios al que dirigirse. En estos tiempos que corren tan difíciles, de crisis económica y desgarro moral de la sociedad, es cuando los creyentes tendrían que demostrar a los demás que su fondo espiritual está poco valorado y que son personas, cuya fe y creencias representa un todo y que tienen un carácter especial y diferente.
Está claro, que la sociedad de nuestros días se ha ido radicalizando, sobre todo, en lo que se refiere a la postura hacia a la iglesia católica. Posiblemente por asuntos de todo tipo, desde la pederastia, hasta temas, como el aborto, o la falta en muchas ocasiones de sensibilidad y adaptación con los tiempos que corren de la jerarquía eclesiástica. Pero eso no quiere decir, que las personas, los seglares católicos, no intenten dar ejemplo con su forma peculiar de ver la vida. Una fórmula que a mucha gente les está ayudando a vivir en estos días, a los que a mucha gente se les hacen tan duros y penosos.
El lenguaje de la Iglesia ha de adaptarse a los tiempos en los que vivimos en el que el consumo inmediato se impone y en el que fundamentalmente se transmite por canales que los mensajes han de ser claros y potentes, si buscamos especialmente a las generaciones más jóvenes. Las expresiones que hoy trasmiten mañana pueden quedarse obsoletas. Adaptar el lenguaje no es traicionar el mensaje sino utilizar los medios apropiados y propicios para que el mensaje llegue a la gente de hoy.
Decía el papa Ratzinger que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”, bueno pues eso parece que muchos lo han olvidado. Hoy tenemos cristianos de procesiones y de playa y los dos son fundamentales para que la iglesia sobreviva.
Algunos, a lo largo de la historia han invocado a la tradición para que el cristianismo siguiera vivo pero ese apartado parece algo pasado de moda, de ayer porque antiguamente cada una de las religiones vivía su propia historia y en cambio, hoy tenemos que hablar de una sociedad global, tecnificada y diversa, que incluso en algunas ocasiones parece haber dado la espalda al hecho religioso. Es bueno, pues, reflexionar sobre este proceso y, al mismo tiempo, captar la importancia de las diferentes tradiciones religiosas, que nos han hecho llegar donde estamos y que aportan trascendencia y sentido a nuestras existencias. La sociedad global no se puede convertir en contraria al hecho religioso ni olvidarlo, porque las religiones son un elemento esencial para miles de millones de personas y porque siempre han sido, son y serán, fundamentales para el conjunto de la humanidad.
Decía al comienzo de estas líneas que me había servido de mucho el viaje por Tierra Santa, unos días en los que se pone a prueba mucho de lo que has idealizado a lo largo de tu vida y que, cuando estás allí, tienes que ver hasta dónde te llega la fe. Los lugares fueron señalados por Santa Elena casi trescientos años después de suceder los hechos de Jesús. Fue ella la que dijo, por ejemplo, aquí se construye la iglesia de la Anunciación o aquí la de Belén, siempre dentro de unas creencias propias de la época y en la que era necesario encontrar los soportes que necesita una religión para que los que profesan esa fe tengan una serie de símbolos en los que apoyarse.
Sin embargo, ayer Viernes Santo, fue fiesta en todo el mundo, incluidos aquellos países en los que la fe cristiana no es la predominante entre los habitantes del país. Por algo será.
Hoy el mundo tecnológico esta sostenido de otra manera. Creemos en cosas inmateriales que nos mantienen enganchados a la tecnología y pendientes de un “me gusta” que en ocasiones hasta ponen en peligro nuestras vidas. La gente habla de la religión como si fuera una de las plataformas a las que engancharse cuando no hay otra posibilidad y expresan su rechazo alegando razones de modernidad. Nunca he oído hablar a un musulmán de que el Corán está antiguo o que la Torá ya no representa a los nuevos judíos o que el budismo hay que cambiarlo a los tiempos modernos.
La verdad es que estamos en una sociedad en la que parece que lo tradicional hay que tirarlo y buscar otras historias, posiblemente importadas y estamos ante una crisis de valores muy preocupante. En las encuestas aparece VOX como un partido con muchas opciones y la mayoría de sus votantes desconocen a los candidatos e incluso a gran parte del programa electoral con el que se presenta. Pues lo mismo nos pasa con esto de la religión, que la rechazamos, que decimos que no somos creyentes, pero en la primera oportunidad que se presenta decimos aquello de ¡ay, Dios mío! O nos ponemos a rezar y a pedir en momentos de impotencia.
En fin, que estamos acabando la Semana Santa que este año la hemos celebrado casi como antes, con procesiones en la calle y con un sentimiento dividido de si estamos ante una sociedad más materialista que humanista. Con la que está cayendo.
* José MORENO GARCÍA
Periodista.
Analista de la actualidad.
Islas Canarias, 16 de abril de 2022.
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