EL MONÓLOGO / 111
¡Qué calor!
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Por Pepe Moreno *
Ya hace calor y dicen que la cosa se pondrá peor, que hará más en los próximos días y que lo de la ola será para estar sofocados de manera casi permanente. Y es que, tras una primavera, en la que todavía estamos y que ha sido muy inestable, parece que lo que ahora deseamos, e incluso ansiamos, es un poco de sol. Los días están más para estar tirados en la playa o al fresquito de un chiringuito, con una buena bebida fresquita que nos alivie el día y con unas noches en las que es más propicia la conversación que las series de televisión. Dicen que el calor nos agota, nos paraliza, nos invita a estar echados más que a ser activos en busca de los locales que están abriendo después de las restricciones. Lo que de verdad deseamos es quedarnos quietos y que la conversación o el silencio fluya.
Hoy les podría hablar de la subida de todo lo que puede subir, que ya no llegamos, con lo que ganamos, ni al día 15 de cada mes. O de la guerra de Ucrania con Rusia, que es el país invasor, y de las consecuencias que está teniendo este conflicto bélico en las economías mundiales. También podría escribir del regreso del emérito, del que fue rey en unos tiempos en los que no teníamos libertad ni para pensar, o del espionaje del CNI a los que preparaban una separación del Estado que se lo ha dado todo para que hoy sean lo que son.
¿Se han dado cuenta que hoy escondemos a la monarquía como si nos diera vergüenza? ¿Qué es como si nos hubiéramos convertido en republicanos sin haber pasado por las urnas y sin enmendar la Constitución? La llegada del rey emérito parecía sacada de cualquier relato de la vuelta de un país a un dirigente desterrado por unos mandatarios que quisieron castigarlo con ese tipo de extrañamiento o de tierra de por medio.
Juan Carlos I, que así se llama el rey dimisionario en su tiempo, llegó como cualquier majestad en las tardes noches de los cinco de eneros. No nos traerá regalos, que para eso ya está Corinna, la princesa despechada, pero nos hacía ilusión verlo llegar. Vino en un avión privado de un amigo, y lo estaban esperando otros que lo recogieron, se lo llevaron y lo alojaron en sus dependencias, las propias de alguien de su abolengo. Ayer lo llevaron al Club Náutico para que viese o participara en una regata, que es un deporte exclusivo de los que tienen mucho.
Pues parece que todo esto ha molestado y mucho. El Gobierno de Sánchez tiene escondido al actual monarca y no lo saca nada más para cuando ellos estiman que no tienen peligro de quitarles protagonismo. Recuerdo al emérito, cuando mandaba y se hacía presente, que hasta que él no iba a Marruecos no había político que se moviera. Y mira que Felipe González, Alfonso Guerra o José María Aznar tenían personalidad, pero no se movían si el rey no lo hacía antes. Hoy Felipe VI solo está en los actos que Pedro Sánchez y sus socios quieren. En Cataluña han dejado que los de ERC manden en esa agenda, no va porque les molesta y para evitar esa fatiga lo hacen desaparecer y hoy tenemos un rey que desaparece de la escena y solo está en los momentos en los que la política quiere distraernos con algo o cuando nadie se fije.
También podría dedicarles estas líneas a lo que opina el presidente del Gobierno de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. O incluso del poder que tienen en este momento los partidos políticos cuyos postulados están más bien en las antípodas de una estructura federal de España. Por eso prefiero hablar del calor y de las formas de combatirlo.
Nos distraen con asuntos de poca enjundia para que no hablemos de la subida de los precios de la cesta de la compra, que siguen pasando los días sin que se sepa cómo van a topar el precio del gas y que por tanto baje el precio del kilovatio/hora que alivie una economía en la que lo más congelado son los sueldo, pero todo lo demás con unas temperatura elevadas y rayanas en los espasmos. Nadie hace nada. El descuento, que se ha notado y no digamos lo contrario, ya se lo han tragado las distribuidoras de combustibles.
El precio de las gasolinas de hoy son los más altos que se conocen y nunca pensamos que se podrían dar. Los economistas nos dicen que es porque todo se ha encarecido, pero lo cierto es que no hay una razón única. Todo sube y si antes no sabíamos cómo íbamos a acabar el mes, ahora no sabemos ni cómo encarar la segunda quincena. En fin, que podría escribir de asuntos que cada semana componen la actualidad, pero prefiero hablar del tiempo y del calor.
Ya no queremos sufrir esos calores. Antiguamente lo combatíamos con el abanico o el “pay-pay” que nos regalaban en cualquier sitio y que nos servía para encontrar ese aire fresco que íbamos buscando para tener sensaciones frescas. Hoy no. Buscamos el que nos da el aire acondicionado, lo que pasa es que, si es nuestra casa, dependerá del precio al que nos cobre la empresa con la que tenemos contratada la energía eléctrica de nuestra casa y cómo esté nuestra economía para poderlo disfrutar. Muchas casas tuvieron, incluso, que modificar la potencia eléctrica que tenían contratada para poder utilizar el aparato que lanza sus chorros de aire frío a la habitación en la que se ha instalado el dichoso aparato.
Hay otras fórmulas como el ventilador, tanto en su versión más tradicional como en esas torres que mueven el aire que ya está en la habitación, y para los que se han inventado algunas cosas muy caseras como el poner un hielo por delante o agua muy fría. También está ponerse ropas frescas o que las íntimas las guardemos en los congeladores, aunque está última parece que no da mucho resultado, a menos que uno quiera lacerarse las ingles.
De todas formas, cada vez estoy más convencido de que hay gente de invierno y gente de verano y que en sus estaciones disfrutan con lo mal que lo pasan los que no son así. Por eso han triunfado los que se vienen arriba con los días largos y calurosos y que parece que no les afecta el calor, que no se aplatanan y que tienen siempre la jiribilla de hacer cosas. Luego están los otros. Los que son felices con abrigos, el sol justo, tardes grises y planes a puerta cerrada, tardes de sofás y series interminables mientras no hacen nada.
He visto a gentes discutir, durante todo el tiempo y con argumentos que podrían llenar folios con lo de la temperatura del aire acondicionado. Tesis como que con frío la gente es más productiva y que con calor hay más desconcentración, más tedio, más ganas de siesta y que para encontrar el punto de concentración se tarda más. Dicen los que saben de estas cosas, los que lo han analizado más científicamente, que el calor nos altera y nos lanza a los brazos ajenos.
Sin descubrir de qué es uno partidario, el tiempo estival sigue teniendo el encanto de que pasan cosas que no suceden en otras estaciones y que lo del calor nos incita a buscar lugares fresquitos o de que el litoral sea el punto de encuentro más apetecible. La temperatura de ahí fuera, la del exterior, siempre es un tema que puede terminar en mil campos.
Dice un portavoz de la AEMET, la agencia que tiene que ver con las cosas de la meteorología, que hasta ahora. las dos olas de calor que están registradas y que fueron más tempranas comenzaron el 11 de junio de 1981 y el 13 de junio de 2017. Acabe siendo o no ola de calor, sin embargo, se trata de un episodio de altas temperaturas «muy inusual para el mes de mayo», con valores diurnos entre 10 y 15 grados por encima de lo normal e incluso puntualmente más de 15 grados. Sin embargo, el «listón está muy alto» en alusión al episodio de mayo de 2015, en el que se superaron 40 grados en el sur, este peninsular y Canarias.
Estamos en un tiempo en el que los días ya son largos, y por tanto hay más tiempo para que haya más horas de sol y, por tanto, hay más tiempo para que se caldee el ambiente, suba la temperatura y nos deje casi sin argumentos para refrescarnos. Buscaremos la caña de cerveza más fresquita en el bar de costumbre, o el té helado, que es otra de las bebidas de moda, o cualquier cosa que nos baje la temperatura del gaznate y de otros órganos que nos hacen sudar con una profusión inusitada.
Hemos entrado en un tiempo caluroso en todos los sentidos, aunque nos quede aún por vivir el Carnaval en Santa Cruz de Tenerife, pero siempre será mejor hablar de todo esto, que volver a escribir de lo de siempre. Las opiniones son variadas y los comentarios libres, por tanto, cada uno verá en lo que se avecina una premonición de lo que estamos viviendo y de los comportamientos de los demás.
La verdad es que hace mucho calor y hablar de ciertas cosas incluso puede hacernos sudar. ¿O no?
* José MORENO GARCÍA
Periodista.
Analista de la actualidad.
Islas Canarias, 21 de mayo de 2022.
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