EL MONÓLOGO / 172
No sé a quién votar

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Por Pepe Moreno *

 

 

Estamos en la jornada de reflexión y en ello estoy. No sé qué hacer, a quién otorgar la confianza del voto, porque estoy hecho un lío y no encuentro el partido necesario para que recoja mis aspiraciones para los próximos cuatro años o los que sean, porque en esto de las elecciones ya no se sabe cuánto tiempo estarán las formaciones en su papel de Gobierno o de oposición, cuál es voto útil, o el que más se aproxima a lo que uno, o una, quiere.

 

Les cuento mis cuitas, por si alguno me puede ayudar. Sé que en este momento no soy nada original y que parte de los que están leyendo estas líneas ya tendrán decidido su papeleta, pero yo no “hallo” quién es el que puede estar en posesión de ejercer las labores después del 23 de julio.

 

Además, como casi todo el mundo, en la noche de mañana, seguiré los resultados por los medios de comunicación, la tele, radio o páginas webs, porque en esta ocasión ha cogido a mucha gente de vacaciones y no hay personal suficiente para estar en todas las sedes políticas que ofrecen reacciones o resultados. Así que seguiré, por primera vez en mi vida laboral, lo que pase en esa noche electoral desde el sofá de casa.

 

Y entro en materia. En el ámbito de la política, los deportes y la vida cotidiana, a menudo nos encontramos con situaciones en las que alguien logra obtener una victoria, pero este triunfo no termina de convencer a los demás. Esta paradoja se expresa en la famosa frase «vencer, pero no convencer», que hace referencia a la aparente contradicción entre lograr el triunfo y no generar el reconocimiento o el apoyo unánime.

 

En primer lugar, es importante analizar las diversas situaciones en las que esta incongruencia puede manifestarse. En el ámbito político, por ejemplo, un candidato puede ganar unas elecciones por una mayoría estrecha, lo que implica que un gran porcentaje de la población no respalda su propuesta. Una posible explicación de esta situación radica en el enfoque y los métodos utilizados para alcanzar la victoria.

 

En ocasiones, las personas o los equipos pueden centrarse tanto en el resultado final que descuidan la forma en que obtienen el triunfo. Si se emplean estrategias dudosas, actitudes poco éticas o comportamientos antideportivos para ganar, es probable que el público no sienta que la victoria sea legítima o meritoria.

 

Además, la percepción del éxito puede estar influenciado por factores externos, como la forma en que los medios de comunicación la presentan. Si se enfatiza más el error del oponente que el mérito del ganador, es probable que el resultado se vea empañado por la sensación de que el perdedor fue derrotado más que el ganador logró vencer.

 

Por otro lado, es posible que toda esta sensación también puede estar relacionada con las expectativas previas. Cuando ese alguien es ampliamente considerado como favorito para ganar, cualquier resultado que no sea una victoria abrumadora puede decepcionar a la ciudadanía. Esto podría conducir a una percepción negativa de la victoria, ya que no cumplió con las altas expectativas que se tenían.

 

Asimismo, los estilos de liderazgo y la actitud de los ganadores pueden influir en la forma en que se ve su victoria. Si un líder muestra arrogancia, falta de humildad o poca empatía hacia los perdedores, es probable que se genere una reacción negativa y se cuestione la legitimidad de su éxito.

 

Entonces, ¿cómo se puede resolver esta paradoja y lograr vencer y convencer al mismo tiempo? Para evitar este conflicto, es fundamental no solo alcanzar el triunfo, sino también hacerlo de manera ética y justa. Es esencial respetar a los oponentes y mantener una actitud humilde y compasiva, incluso en la victoria. Además, comunicar claramente las razones detrás de las decisiones y estrategias empleadas puede ayudar a disipar dudas y generar un mayor apoyo y reconocimiento por parte de los demás.

 

Por eso les voy a relatar las razones de mi falta de decisión. Por ejemplo, no termino de ver si la izquierda, la derecha, los nacionalistas o cualquier otra formación política son capaces de gobernar o de entrar en un pacto que sea bueno para los intereses generales. Por ejemplo, los socialistas no terminan de convencerme por las alianzas que han realizado hasta ahora.

 

Por lo que hemos ido sabiendo de los acuerdos que han logrado con gentes que no siempre respetan la Constitución, que pese a lo que dicen algunos, sigue siendo la norma madre de todas las leyes que se hagan. Los compromisos con EH-Bildu y con los republicanos catalanes de ERC no me dan una garantía plena de que van a respetar eso de gobernar para todos.

 

No son amigos, los aliados, de seguir en la senda que estábamos desde que la democracia se volvió a instaurar en 1978. Con Bildu ha vuelto a hablarse de ETA y de unos capítulos sangrientos que parecían que se habíamos olvidado. Se han elegido, porque estaban en la lista, una serie de personajes que confiaban más en el poder de las armas que en la palabra, que siempre ha sido más convincente que los tiros en la nuca.

 

No son de fiar gentes como los proetarras que impusieron un estado del miedo, que vencieron con el terror y la extorsión, que se nutrían de sangre y que dejaron mucho dolor por donde pasaron. Como decía la película vencían, pero no convencían a nadie.

 

Se han ido acercando presos a sus lugares de residencia, no han importado las víctimas e incluso, si me apuran, ahora parece que los damnificados son los verdugos y que son ellos los que necesitan de protección, de sueldos públicos o de ayudas con las que compensarles todo el daño que en el pasado hicieron. No me gusta esa unión, ¿qué quieren que les diga? Y no me gusta por lo que vivimos y el reguero que provocaron.

 

También voy a referirme al otro socio, a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), una formación que se ha visto involucrada en el debate sobre el delito de sedición en España, especialmente en relación con los eventos ocurridos durante el proceso independentista de Cataluña en 2017.

 

El delito de sedición estaba tipificado en el Código Penal español y especificaba la conducta de aquellos que se levantan públicamente y de forma tumultuaria para impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las leyes o el ejercicio de las funciones legítimas de las autoridades.

 

Por eso, algunos líderes y miembros de ERC, junto con otros líderes independentistas, fueron acusados de este delito por su participación en la organización del referéndum sobre la independencia de Cataluña el 1 de octubre de 2017, que había sido declarado ilegal por el Tribunal Constitucional español. Además, también se les acusó de promover acciones destinadas a lograr la independencia unilateral de Cataluña, en contra de la legalidad y la unidad de España.

 

Varios líderes de ERC, entre ellos el exvicepresidente de la Generalitat de Catalunya, Oriol Junqueras fue condenado a una pena de prisión de 13 años y la expresidenta del Parlament de Catalunya, Carme Forcadell a 11 años y 6 meses. Pero claro, Pedro Sánchez presentó, con Unidas Podemos, una modificación que entró en vigor en enero que cambia el delito de sedición por desórdenes graves que conlleva una revisión a la baja de las penas antes señaladas.

 

Algunos medios de comunicación presentaron esta reforma como que se homologará a la legislación de la mayoría de los países europeos, mucho más suave que la española en este asunto. Pedro Sánchez citó especialmente los ejemplos de Italia, Alemania, donde se cambió en 1970, o Francia o que de esta forma se cambiaba un delito que se promulgó en 1822.

 

Por tanto, no me gusta que hayan modificado el Código Penal para que unos “personajes” que hicieron tanto daño con sus referéndums o con su visión corta de un nacionalismo separatista. Esas consultas las realizaron con dinero público, no se rascaron su bolsillo, sino que utilizaron fondos de todos para hacer posible una asamblea que proponía la separación y la secesión. Y se ha modificado porque Sánchez los necesitaba para seguir en La Moncloa. Han sido unos socios que han ido marcando la agenda de unos socialistas que les necesitaban para seguir siendo los que mandaban.

 

Y no hablo de las viviendas que no han hecho, o de cómo ha crecido la ocupación de viviendas o de lo poco protegidos que se han sentido los dueños frente a los que han llegado hasta sus propiedades rompiendo todo lo que se encontraban a su paso, o de la cantidad de gentes que hoy viven de una paga o de lo poco que se está reconociendo la cultura del esfuerzo.

 

Por el contrario, tenemos que referirnos a la subida del salario mínimo interprofesional, al cambio de mentalidad en aspectos laborales o al descubrimiento de los ERTES por encima de los ERES y a que hoy haya más justicia social. No me atrevo a pensar que hubiera sido de nosotros, los que trabajamos por cuenta propia o ajena, en una pandemia con un partido de derechas en el poder. O si hubiéramos alcanzado el actual régimen de libertades.

 

Tampoco me fío de Partido Popular y su posible unión con VOX si necesitara los apoyos o tuvieran que hacerle hueco en un hipotético gobierno. Estamos ya viendo los estragos en algunas comunidades autónomas con censura a medios de comunicación, el rechazo a ciertas editoriales o la negación de la violencia del género. Y puestos a revisar hasta rechazan, en varios ámbitos, la crisis climatológica que estamos viviendo con el alza de las temperaturas o las lluvias torrenciales.

 

Todos los días vemos cómo referencian temas que tratan de ridiculizar lo del cambio climático y de reducir las informaciones que hablan de que tenemos que cambiar hacia modelos más sostenibles y menos agresivos con el medio ambiente. Aún recuerdo a un ministro, de origen canario, que penalizaba la obtención de energías limpias.

 

Por esas y más razones, tampoco encuentro que votar por esas opciones políticas.

 

Me quedan los nacionalistas canarios, que no han sido capaces de ponerse de acuerdo para proponer una sola lista, en la isla que sea, y que me daba vergüenza lo que hacían en la Legislatura pasada, cuando Pedro Quevedo apoyaba una cosa y Ana Oramas la contraria. Una opción política que siempre anda diciendo que defiende a los canarios, pero que siempre está con la mano extendida para ver cuanto pilla. Una opción que siempre nos está diciendo que ojalá fueran algunos más para que sus votos fueran precisos para apoyar a una mayoría, sea del color político que sea, y por ende nunca tienen postura, lo que les vale es que se oigan sus peticiones.

 

No es mala cosa, no, pero la verdad es que son bastante insolidarios. Bien es cierto que las peticiones que han realizado no las han propuesto los partidos mayoritarios, como la subvención del transporte aéreo y marítimo o la gratuidad de las guaguas, pero lo cierto es que no tienen ideología y lo mismo les sirve para la derecha que para la izquierda. Hablan de logros, pero esas ventajas las consiguen con grupo mayoritarios que son los que entran por el aro de sus peticiones.

 

Por tanto, no sé a quién votar mañana domingo, y estoy hecho un lío.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 22 de julio de 2023

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