EL MONÓLOGO / 211
Demasiado tiempo de espera

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Por Pepe Moreno *

 

 

Pensaba escribir esta semana, la de después de las manifestaciones del sábado 20 de abril, de dos asuntos que a mí me parecían interesantes como puede ser la petición de los organizadores de cobrar una tasa por las pernoctaciones en los establecimientos hoteleros, así como lo de recaudar por entrar y disfrutar de un espacio natural. El otro asunto sobre el que quería escribir era el de la distribución de los menores no acompañados en otras Comunidades Autónomas.

 

Pero claro, uno propone de qué y Pedro Sánchez dispone, porque claro, ¿quién no se hace eco de las predicciones sobre lo que sucederá el próximo lunes? Habrá que hablar de las posibilidades que ofrece cada una de las contingencias que nos traerán estos cinco días en los que se ha producido una pausa en la política general de todo un Estado como el español.

 

Les supongo enterados de una carta que nos dirigió a todos Pedro Sánchez-Castejón el pasado miércoles y que ha supuesto un auténtico aldabonazo, sin precedentes, sobre la manera que en los últimos tiempos sacude a toda la clase política. Comenzó con acusaciones sobre las dudas que ofrece el patrimonio de la actual pareja de la presidenta de la Comunidad madrileña, Isabel Díaz Ayuso.

 

Continuó con las gestiones que podría haber hecho la mujer del presidente, Begoña Gómez. Después vinieron las acusaciones de que algo similar podría haber hecho el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, cuando estaba al frente de la Xunta de Galicia, con su actual pareja, Eva Cárdenas, otorgándole una subvención de 114.000 euros para la Fundación Sargadelos. ¿Recuerdan un monólogo mío que se titulaba “¿Y tú más, carbón”? Pues eso.

 

Era la forma de hacer valer aquel viejo aserto de que la mejor defensa es un ataque. La razón es que desde que comenzó la legislatura, el actual presidente, Pedro Sánchez, ha tenido que pasar por muchas cosas. Es presidente porque consiguió más votos en la investidura que el que ganó las elecciones en número de votos y escaño, Núñez Feijóo, y eso nunca había sucedido en el Estado, pero en ciertas autonomías, como la de Canarias, no siempre gobierna quien ha ganado.

 

No olvidemos a López Aguilar, que se quedó a las puertas del componer una mayoría, y que lo hizo Paulino Rivero, uniéndose a las huestes de José Manuel Soria, que era el presidente regional del PP. O más recientemente, Fernando Clavijo, que, quedando segundo, pactó con el tercero, también con el PP de Manuel Domínguez en las islas, y con grupos minúsculos con ASG de Casimiro Curbelo o la Agrupación Independiente de El Hierro. Sin embargo, en el Estado nunca había pasado esto y menos que saliera de unión de votos e intereses con una serie de partidos como los de ERC y Junts que iban buscando la amnistía o la independencia de un territorio como el catalán.

 

Desde el primer momento lo llamaron “presidente ilegítimo”, felón, traidor o amigo de terroristas. Lo convirtieron en carne de memes, o divulgaron múltiples noticias falsas sobre su vida y las relaciones que mantenía. Lo convirtieron en una especie de “piñata” a la que todo el mundo golpea para ver si se rompe y caen las golosinas del poder. Dijeron que estaba casado con un hombre y que Begoña Gómez era su marido.

 

He llegado a oír teorías sobre la nuez de esta mujer e incluso en algunas tertulias se llegó a dudar de “feminidad” en beneficio de una supuesta transexualidad. Como si esas cosas, gracias a Dios, hoy supusieran una merma o un menosprecio. No obstante, la derecha se lo cree todo y dan pábulo a todas las teorías conspiratorias. No sirve de nada que se hayan publicado fotos con sus hijas, el currículo de Begoña Gómez o incluso su partida de nacimiento.

 

Todo esto es la antesala, porque en la tarde del miércoles nos llegaba una carta de cuatro folios en la que plantea, Pedro Sánchez, una constatación y una pregunta. Es terrible, porque no hay precedentes de una situación como esta. Dice Sánchez, en la misiva, que “se está planteando dimitir” y se pregunta “si merece la pena todo esto. Sinceramente no lo sé. Este ataque es tan grave y burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa.

 

Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas y, yo no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también”. Toda la carta es un terremoto político. Y con lo que todos nos hemos quedado es que “de aquí el lunes voy a reflexionar”. Cinco días para pensar qué hará, en los que suspende su agenda pública y se da ese tiempo para ver si renuncia como presidente del Gobierno.

 

Y claro, las preguntas sobre lo que pasará se han disparado. Que, si dimite, ¿quién lo sustituirá, qué pasará, quién ganará las elecciones catalanas -que son las más próximas- las europeas que son en junio o cuando se convocarán las generales?, que tienen que ser, como mínimo, un año después del 29 de mayo, fecha en la que se convocaron las anteriores. El país se ha sumido en una especie de vaticinio de cómo saldremos de esta situación.

 

De momento todo se ha paralizado, menos las declaraciones de los políticos. Nosotros, los ciudadanos, asistimos a una especie de feria de las vanidades, de un asunto que va más de actitudes que de aptitudes. Tenemos una clase política que cada día pone de manifiesto su poco o nula preparación y que incluso llega a pregonar su falta de conocimientos y que “el todo vale” se antepone a “no a cualquier precio”.

 

Pero los medios de comunicación no están excluidos de esta clasificación. Han tomado partido y tenemos que ver la procedencia de cada información para comprender si son de esta o aquella facción. No hay prensa libre. Ninguno nos ofrece una opinión que no esté marcada por la opción política que los alimenta, ya sea económica o ideológicamente. Todos están arrimando el ascua a su sardina, y ninguno deja que sea la ciudadanía, a la que estaba dirigida la carta del presidente, la que se decante para un sitio u otro. Qué esté a favor o en contra de una decisión que solo compete a Pedro Sánchez y su entorno familiar.

 

Parece que ahora mismo la clase política se avergüenza de decir que “está enamorado” de esta o aquella persona y que cualquiera que ocupe un puesto público tiene que anteponer su cometido a sus sentimientos. Y eso es malo, porque da sensación de que los políticos no pueden tener emociones humanas. Desde luego, desde la parte política es una mala jugada porque tome la decisión que sea, siempre podrá decirse que ha sido por debilidad personal. Si no lo hace podríamos decir que no tiene emociones y, por tanto, “el todo vale” tendría sentido porque nada le hará variar de su misión.

 

Lo que se discute desde el pasado miércoles es si esto es estrategia política o si corresponde a un servidor público amagar con una dimisión y esperar cinco días para tomar una decisión. ¿Es lícito preguntarse si puede alguien plantearse una dimisión durante cinco días?

 

Hay quien dice que el presidente del Gobierno ha sobreactuado contra un procedimiento judicial que no tiene sustancia, y que, por tanto, ha incurrido en una irresponsabilidad al suspender su acción de Gobierno durante cinco días y mantener en vilo a 48 millones de españoles. Es la segunda vez que Pedro Sánchez lo hace.

 

La otra vez dimitió como diputado porque no quería abstenerse para que Mariano Rajoy fuera presidente y se presentó a un plebiscito interno que lo volvió a poner como secretario general de un partido, tras recorrer todo el territorio nacional y convencer a los militantes de que era la mejor opción. Era como llevarse la pelota porque los demás no querían jugar con él.

 

Fue El Confidencial, que no es ultraconservador, el medio que comenzó a publicar las noticias que afectan a Begoña Gómez, pero es que no se ha producido ningún tipo de desmentido. Ahora mismo, y con los datos que uno ha podido reunir, hablar con expertos, es probable que la querella presentada por el sindicato Manos Limpias contra Gómez no tenga recorrido penal, pero para eso están los procedimientos del Estado de derecho.

 

Aun así, la relevancia penal que pueda tener este caso tampoco anula el valor de las investigaciones periodísticas. Nadie, ni el presidente Sánchez, ni sus ministros, ni ninguna institución, ha ofrecido una explicación de las actividades de la mujer del presidente. Hasta ahora lo que hemos visto es que se intenta polarizar o provocar una adhesión que tiene más que ver con lo emocional.

 

Estamos ante unos días de incertidumbre en los que, lo lógico, es que se pueda producir una regeneración ética del discurso público, de sus órganos de justicia y de sus medios de comunicación. Pero nada más lejos de la realidad.

 

Los políticos siguen a lo suyo y la ciudadanía asiste a este debate entre la barricada y el borreguismo, fundamentalmente porque o está en esas guaguas para decirle al presidente que no se vaya o sigue a los que dicen que esto es solo una estrategia. Por eso me atrevo a decir que el presidente Sánchez debe cortar la tensión de raíz. Sea lo que sea lo que le mueve, el amor o la ambición, la estrategia o la pasión, sí que digo que estas no son formas de mantenernos atentos a la pantalla.

 

Más allá de que esta sea una decisión acertada o un tremendo error, la cuestión es que deberíamos reflexionar sobre el poder del odio y el tipo de sociedad en el que queremos vivir: en una comunidad en la que haya desaparecido la verdad y cualquier insulto sea legítimo u otra en la que haya un acuerdo mínimo sobre lo que puede ser tolerable o no.

 

Porque el camino por el que nos están arrastrando nos puede llevar algún día a responder a la pregunta de qué clase de españoles somos, si buenos o malos, si somos de esta condición o de la otra, si somos de un color o de otro. Todo esto nos podría llevar a preguntarnos si vivimos una deriva que nos está rompiendo como país y como ciudadanos.

 

La incertidumbre de esta situación, que podría resolverse el lunes, lleva a que muchas de las incógnitas de estos días se hayan aplazado sine die. Por ejemplo, qué pasará con algunas partidas comprometidas en el pasado, con el reparto de menores inmigrantes, con el modelo turístico, con las pensiones españolas y con tantos asuntos que necesitan de las decisiones de un gobierno que pueda ejercer sus funciones y tenga el organigrama de mando bien puesto. No estamos para experimentar ni para que el Gobierno no desempeñe su cometido.

 

En esta comunidad nuestra hay demasiados asuntos pendientes y muchas urgencias. Necesitamos saber, como muy tarde hoy sábado, lo que ha decidido Sánchez, porque lo último que necesita esta España, que ya está desestabilizada, es una nueva escalada de inseguridad. Nos podríamos preguntar que para qué toda esa operación que se está montando de guaguas con destino a Ferraz y de qué lo defienden.

 

Aun así, estaremos hoy atentos a la pantalla y ya veremos cómo entretenemos la espera.

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 27 de abril de 2024

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