EL MONÓLOGO / 215
Los políticos y lo cotidiano

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Por Pepe Moreno *

 

 

Hemos pasado por una semana en la que los políticos han hablado de lo suyo. De pactos y de posibles gobernantes. Se celebraron las elecciones en Cataluña y el panorama quedó enrevesado, como siempre que no se saca mayoría. Con muchas interrogantes sobre lo que pasará e incluso con los votos de la gente.

 

La victoria del PSC, ¿cómo hay que leerla?, ¿es el refrendo de que la política de Pedro Sánchez con los independentistas es la buena?, ¿ha logrado “pacificar” una Comunidad Autónoma que estaba politizada y en la que crecía el síndrome de la autodeterminación? Podría seguir con las dudas que me ha dejado un proceso electoral que ahora tiene mucho de normal y poco de una división territorial.

 

En esas elecciones hemos visto incluso cómo desaparecía una fuerza política que nació hace una década, que ganó unas elecciones, pero que no pudo gobernar y que hoy está terminada, sin representación en el Parlament. Me refiero a Ciudadans que ya no tiene a nadie y cuyos votos se han ido al resto de los partidos. Hace diez años que aparecía.

 

Tras la marcha del catalán Albert Rivera, que primero estuvo en la Cámara catalana y después fue la gran esperanza del centro de este país, y que lo dejó después de morir de éxito. Pudo gobernar y prefirió un adelanto electoral que de nada le sirvió. Y después vino Inés Arrimadas, que había ganado las elecciones catalanas del 2017, con nada menos que 37 diputados.

 

Sin embargo, fue el bloque de Junts y de ERC, más los de la CUP los que gobernaron en una Cataluña que ya despuntaba hacia derroteros de ruptura con la nación española.

 

¿Qué pasará ahora? Aunque haya ganado el soso de Salvador Illa, que es como si estuviéramos denominando a alguien con el diminutivo, ahora aparecen otras opciones. Como la del expresidente Puigdemont, que, sin haber obtenido el respaldo del electorado, ya ha lanzado alguna amenaza para hacerse con la Presidencia.

 

Aunque a todos nos caiga mal por el hecho de ser un prófugo y porque ha vivido a cuerpo de rey riéndose de todo el mundo. Los de ERC no se van a quedar quietos, aunque también están atados para hacer cosas. ¿Qué pasará?

 

Esta semana que pasó hizo diez años de un movimiento, el 15M, que ocupó plazas y que llenó el mundo de indignados que proferían por otra forma de hacer política. Los que rechazaban a los que estaban en las procesiones o en actos a los que se negaba el paso a la ciudadanía de a pie. Después de diez años han sucumbido a todo eso y se han convertido en la parte de la casta a la que criticaban y a la que fueron abandonando, comprándose mansiones y cambiando hasta su forma de ser.

 

No obstante, mientras todo esto sucede, la gente ha seguido con sus problemas habituales, con dificultades para llenar los carros de la compra, que ahora son cestos, con todo por las nubes, con unos sueldos que están a la cola de una clasificación en la que a menudo aparece Canarias como la peor. Con un Gobierno Autónomo que habla mucho y hace poco por todas estas cosas. No tenemos a nadie que nos ampare o que haga algo.

 

Estamos a la cabeza, en un ordenamiento inverso, en cuanto al paro juvenil. Nuestras universidades o las Escuelas de Formación Profesional no imparten las enseñanzas propias de los tiempos en los que vivimos y los empresarios se las ven y se las desean para contratar a gentes en los puestos de trabajo que tienen.

 

No encontramos camareros, sino, como dice un amigo, transportadores de platos y vasos. Incluso algunas veces satanizamos a los que quieren dar este tipo de trabajo porque se entiende que no son claros a la hora de especificar la jornada laboral o cuánto están dispuestos a pagar si se excede lo estipulado en ese hipotético contrato.

 

Lo fácil es hablar mal de los empresarios, sobre todo desde el escondite de unas redes sociales que han sustituido a las barras de bares, pero que tienen más repercusión entre la población. Lo cómodo es buscar excusas de todo tipo y argumentación, pero lo que un organismo como el Banco de España advierta de la menor capacidad que hoy tienen los jóvenes para acumular riqueza nos debe dejar preocupados. Porque con esta situación nos hace a todos, a la sociedad en su conjunto, más vulnerable ante futuras perturbaciones económicas.

 

El dato lo han dado esta misma semana y permite comparar cuál ha sido la evolución en los últimos 20 años del patrimonio de los hogares una vez restadas las deudas. El resultado ha sido esclarecedor, por un lado, y deprimente, por otro. En estos momentos, y esto es constatable, un cabeza de familia menor de 35 años tiene hoy menos, en riqueza y propiedades, que los que tenían esa edad hace dos años.

 

Medido en euros contantes y sonantes de 2022, cae mucho: desde los 27.000 euros contabilizados en 2020 hasta los 20.000 de 2022, un retroceso del 26 %. En cambio, en ese mismo periodo ha subido algo para los mayores de 55 años y se ha quedado prácticamente igual para el grupo entre 35 y 55 años.

 

Esto quiere decir que nuestros jóvenes tienen muchos problemas para acceder a una vivienda en propiedad. Para que se hagan una idea, y cojo el mismo informe del Banco de España, los que tienen menos de esos 35 años ya no son propietarios de nada. Según ese informe del que he entresacado estos datos, el 31,8 % de los menores de 35 años tiene su casa en propiedad, mientras que entre 65 y 74 años el porcentaje sube al 83 % y entre los mayores de 74 años la tasa sube al 84 %. Es decir, la brecha se sigue agrandando entre propietarios jóvenes y mayores.

 

Dicho de otro modo, los jóvenes españoles, y no digamos los canarios, ni pueden endeudarse ni quieren. Dice el informe que la caída de la riqueza neta mediana de los menores de 35 años es todavía más preocupante si se tiene en cuenta que se endeudan menos porque no ‘quieren’ y, sobre todo, porque no pueden por las subidas de precios o porque las condiciones de financiación de los bancos (de las hipotecas) son más estrictas.

 

Pero claro, las redes sociales y los canales gubernamentales nos hablan de las excelencias, de no tener nada en propiedad y que en estos momentos es mejor pensar, porque así lo han hecho otras sociedades, como las nórdicas, en alquilar y no pensar en hipotecas o en escrituras. Aun así, ¿de dónde va a salir eso?

 

Lo que hoy impera es un alquiler que tampoco existe, porque no hay parque para ello, el propietario de un inmueble prefiere el alquiler vacacional a uno de larga duración en la que el inquilino puede dejar de pagar, dejar el muerto y seguir viviendo en un techo que tiene asegurado. ¿Cuántas veces hemos oído eso de “yo lo único que pido es una vivienda”? Yo y casi todos los de mi generación hemos trabajado toda la vida para tener una morada que nos acoja. ¿Hemos hecho bien?

 

Y claro, eso nos lleva a que muchos de los jóvenes de hoy no se puedan ir de casa. Unos porque no pueden y otros porque no quieren, y así se ha ido retrasando esa edad de la emancipación. La Encuesta Financiera a las Familias, del Banco de España, dice que el 65,9 % de los jóvenes españoles entre 18 y 34 años residían en el hogar familiar en 2022, 13 puntos porcentuales más que en 2008. ¿Lo quieren más claro?

 

Ni las condiciones laborales de hoy, ni lo que se gana, ni el tratamiento fiscal, ni los bancos hacen que sea atractivo que los jóvenes se busquen la vida. Comparten habitaciones con otros, no encuentran casas que alquilar y no se van de la vivienda de sus padres porque no pueden. ¿Se acuerdan de que hasta nos descontaba cuando hacíamos la declaración de la renta, el IRPF, si teníamos una hipoteca? Ahora ni eso. La vivienda es ahora, en el 2024, un 16 % más cara que hace un año. Para nosotros, los isleños, se nos pone cuesta arriba acceder a esas propiedades.

 

La razón es que nuestros jóvenes, los nacidos después de 1980, lo tienen muy difícil porque ni las administraciones han hecho su trabajo para dotar al Archipiélago de una oferta de vivienda pública adecuada a las necesidades de la población, ni los promotores privados han levantado los inmuebles necesarios para que se realice una oferta asequible para ellos. Debemos ser conscientes de que esa oferta se ha reducido de manera drástica.

 

Para ser más exactos. Los inmuebles disponibles para los nuevos propietarios han disminuido un 15 % en Las Palmas de Gran Canaria, pero es que la caída en Santa Cruz de Tenerife ya alcanza el 21 %. No obstante, las que existen ya construidas también han caído. En Las Palmas, el stock de vivienda bajó un 9 % en el primer trimestre de este año y en la provincia tinerfeña apenas sufrió variaciones, con un incremento del 1 %.

 

Por el contrario, los sueldos no han evolucionado de la misma manera. Es posible que hoy se gane algo más, pero nunca llegarán a lo que ha crecido el precio medio de una vivienda. Hagamos números. La nómina media de los trabajadores isleños ha crecido en los últimos diez años un 23 %, mientras que el coste de las casas se ha disparado hasta un 101,6 %, es decir, que se ha quintuplicado.

 

Muchos de los que nos están leyendo en este sábado tendrán un piso que hace diez años nos costó, pongamos, 50.000 euros. Esa misma construcción hoy cuesta 100.800 euros. Los asalariados, que hace diez años cobraban 1.200 euros al mes, ahora ganan 1.476. ¿Con ese dinero se puede permitir la compra de ese mismo inmueble?

 

Sigue siendo este un asunto de difícil solución a corto plazo. Fundamentalmente, porque hay una poquísima oferta de casas y muchísimas personas y familias necesitadas de viviendas, esto es, una demanda de casas exorbitada. Sigo con el dicho de que los datos matan los relatos que nos hacen las autoridades gubernamentales.

 

La oferta inmobiliaria ha caído en picado de manera progresiva, mientras el número de residentes no ha dejado de aumentar. Menos bienes a la venta, en este caso viviendas, y muchos más potenciales compradores. La combinación perfecta para que los precios se disparen. En 2014, la población de la Comunidad Autónoma era de 2,1 millones de habitantes; en 2023 –última cifra oficial– ya superaba los 2,2 millones. 100.000 personas más en solo nueve años, es decir, otros 100.000 potenciales demandantes de casas.

 

¿Y qué hacen los gobernantes? Presentarnos planes de construcción y de viviendas que solo existen en los papeles y en las infografías que nos enseñan. Si no se empieza a generar nueva oferta en los próximos años, no solo no habrá solución a corto plazo, sino tampoco a medio y largo. El otro día oí en Cope Canarias a un promotor que lleva un año esperando a que un técnico del Ayuntamiento de Icod de los Vinos diera su visto bueno a la entrega de un grupo de viviendas. La burocracia nos come.

 

En cambio, hay quienes están muy bien en su sillón oficial. Cómo decía aquella letra de Rosa León: “Sillón de mis entretelas/ Mi despachito oficial/ Quieren dejarme a dos velas/ a un director general/ Me quieren echar afuera (…) / Me quieren quitar el cargo/ yo no me largo/ Que este chollo no lo suelto/ me lo he ganao/ Tantos años asintiendo/ y hasta aplaudiendo/ y ahora vienen a decirme que me han cesao…”

 

Y así estamos. Hablando y no haciendo. Que la urgencia es ahora y no a largo plazo. Pero claro…

 

 

*  José MORENO GARCÍA

Periodista

Analista de la realidad.

 

Islas Canarias, 18 de mayo de 2024

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