EL MONÓLOGO / 222
El chucuchú del tren

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Por Pepe Moreno *

 

 

Mira, ya hemos llegado al Monólogo de los tres patitos, como cuando jugábamos al bingo en casa y cada número tenía un sobrenombre. El uno era el primero, el dos, el patito, el 6 la media docena… y así podríamos seguir. Bueno, pues hemos llegado a ese dígito que tiene como incidencia hasta tres repeticiones de la cifra inicial.

 

Sin embargo, hoy les quiero hablar de otros números, de los que estamos perdiendo en la inversión pública, en toda Canarias, a cargo de un especialista en esa forma de no hacer nada de lo que estaba previsto. El actual consejero de Obras Públicas, Pablo Rodríguez, que ya tiene antecedentes en eso de no hacer nada y hablar mucho.

 

Ha sido capaz de paralizar inversiones y en la Legislatura en la que, además, era vicepresidente del Gobierno, no hizo nada y habló mucho. Su partido, Coalición Canaria en Gran Canaria, no pasa de elegir un diputado, pero él siempre es premiado con muchas cosas porque es capaz de decir que el partido no crece por no tener muchas parcelas de poder y que todo se lo lleva gente de Tenerife o La Palma.

 

Por eso la hoy es directora de Transportes, María Fernández, una de las que fracasó en su candidatura cuando era la propuesta por su partido, CC, para el Cabildo de aquella isla. O la diputada Vidina Espino, que ocupa ese escaño sin haber salido, es decir, sin que nadie le diera los votos necesarios para estar y cobrar por ese asiento, que ahora sí lo hace porque dimitió el propio Pablo Rodríguez. Y eso que iba de dos, pero no le votaron y se quedó sin lugar al que agarrarse para mantenerse y comer tres veces al día.

 

O Francis Candil, actual vice consejero de Bienestar Social, del Gobierno de Canarias, que también fue candidato de CC a la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria y que se quedó en el intento. Ha conseguido el puesto en el Gobierno Canario y ahí está, defendiendo lo indefendible y viviendo en un cargo que conoce perfectamente porque ya lo ocupó en el pasado. El hombre no hace gran cosa, pero se mantiene en el puesto.

 

Bien es cierto que los que le siguieron a ambos en el Pacto de las Flores, Sebastián Franquis, como responsable de ese departamento de Obras Públicas, parecía que iba a hacer y se quedó solo en el intento. Comenzó quitando las rejas del barrio de Tío Pino, que estaban puestas para canalizar la vía que conduciría a ese puente nunca usado y que pasa por entre los dos hospitales para aliviar el tráfico. Ahora parece que ya no sirve el puente y que la vía duerme el sueño de los justos. No se ha hecho, ni se hará, porque nos engolosinan con algunos proyectos que no pasan de ser diseñados o que como mucho van insertos en alguna infografía.

 

Cuando presentaron ese puente parecía que en breve circularíamos por él y que ahorraríamos tiempo y kilómetros en acercarnos a la TF1 o a la capital tinerfeña. Nada de eso ha sucedido. Nadie ha transitado por esa infraestructura, y ya está en decadencia y casi desechado como vía alternativa.

 

No importa que se levanten algunas voces y digan que todo está paralizado, los políticos darán una rueda de prensa para decir lo contrario, el pueblo no dirá nada, nos lo tragaremos todos y ellos se convertirán en una especie de relatores de la actualidad y pare de contar. Vamos con algunos ejemplos.

 

Ya está completamente contrastado que la licitación de obra pública por parte del Gobierno de Canarias cayó con fuerza en los primeros cinco meses del año pasado y que, hasta mayo, el Ejecutivo regional invirtió obras por valor de 43 millones de euros, una cifra paupérrima si se compara con los 134,8 millones de igual periodo de 2023. El descenso es de un 68 %. Este fuerte descenso de la licitación por parte del Gobierno de Canarias llevó la inversión del total de las administraciones públicas al negativo, con una caída del 30 %. Y parece que los ayuntamientos volvieron a ser los entes con mayor volumen de inversión.

 

En el mismo orden de cosas, el Cabildo de Tenerife, anunciaba días pasados que, antes de finalizar el año, se convocará un concurso internacional de ideas para el tren del Norte, que sea el punto de partida de un proyecto ferroviario vanguardista de última generación. Los que lo hacían, la presidenta, Rosa Dávila, y el vicepresidente, Lope Afonso, dijeron que estaban apostando por “soluciones innovadoras que no solo sean eficientes, sino también sostenibles y respetuosas con nuestro entorno”.

 

Lo notificaban, además, en el pleno del Cabildo, durante el debate del estado de la Isla, donde además decían que consideran opciones “como trenes elevados que transcurran por encima de la autopista, monorraíles suspendidos y otras soluciones tecnológicas avanzadas que ya están en funcionamiento en países como Japón y China”.

 

Habrá mayor desfachatez. Un concurso que ya se verá si se hace antes de acabar el año y unos trenes que dicen ellos que no consumirán territorio. Hay que decir, y divulgar, que este tipo de trenes se construyeron durante la primera mitad del siglo XX y que se propusieron muchos diseños de monorraíl que no pasaron de la fase de prototipo. Fue en la segunda mitad del siglo XX cuando se llega a una solución tecnológica que ahora mismo está funcionando.

 

Por lo que se ha podido averiguar, existen varios tipos de trenes elevados que utilizan una tecnología diferente a los convencionales. Uno es el tren colgante o monorraíl, que ya se han implantado en Japón, Alemania, China y Australia, aunque el que más funciona está en el primero de los países, donde en la actualidad operan tres monorraíles suspendidos, el Shonan Monorail entre Kamakura y Enoshima, el Chiba Urban Monorail y el Sky Rail, en Hiroshima. Y por lo que cuentan, no todos están dando buenos resultados.

 

Dicen esas informaciones que la levitación magnética, tipo maglev (del inglés magnetic levitation), es un sistema de transporte que incluye la suspensión, guía y propulsión de trenes, utilizando un gran número de imanes para la sustentación y la propulsión a base de la levitación magnética. Este método tiene la ventaja de ser más rápido, silencioso y sostenible que los trenes convencionales.

 

Estos trenes pueden superar perfectamente los 500 kilómetros por hora. El primer maglev comercial de baja velocidad totalmente automatizado fue el que circuló desde el Aeropuerto Internacional de Birmingham hasta la estación de la misma ciudad entre 1984 y 1985. Luego dejó de funcionar y lo quitaron en los años posteriores. ¿Se acuerdan del “escaletrix” que tenían en Gran Canaria y que terminaron desmontando?

 

Pues una cosa parecida, pero en un territorio concreto como el Norte tinerfeño. Con esta idea nos entretienen, son ocurrencias como la de desviar el tráfico en la autopista TF 5 y no dejar que se incorporen los que lo hacen entre Guamasa y el aeropuerto de Los Rodeos. El diseño de los trenes no puede ser por la autopista, pero así no acometen obras y nos amenizan los días.

 

La máxima velocidad demostrada de un maglev real en operación comercial es la obtenida por el tren alemán Transrapid instalado en Shanghái, China, que transporta pasajeros a lo largo de 30 kilómetros en tan solo 7 minutos y 20 segundos, consiguiendo rutinariamente una velocidad punta máxima de 431 kilómetros por hora y una media de 250 en el trayecto. ¿Ustedes se imaginan al que viaja a Santa Úrsula en este ingenio? Pues eso.

 

No obstante, además, en noviembre del año pasado, hace menos de nueve meses, la propia directora general de transportes, la ínclita María Fernández, decía que “el tren podría llegar a Canarias en unos veinte años”. Es la previsión y la apuesta que tiene el Gobierno de Canarias para el futuro de la movilidad en las Islas. Y añadía que siguen reclamando fondos estatales y europeos que permitan hacer realidad proyectos como el tren de Gran Canaria o el de Tenerife.

 

Pero, ¿qué hay de la ficha financiera? Eso que le gusta tanto a nuestra clase política. Pues eso que se llama Plan de Movilidad Sostenible de Tenerife, y que contempla un anillo insular de trenes que incorpora, además de los del Sur y el Norte, la línea del Oeste –uniría Icod de los Vinos y Adeje–, así como una soterrada entre Güímar y La Orotava. El coste total se acerca a los 6.000 millones de euros. ¿Hay dinero para eso? ¿Nos ayudará alguna institución para acometer esos costes? Mucho me temo que no.

 

Ha sido buena idea lo de la gratuidad del transporte, pero siguen manejándose con unas normas que son antiguas. Por ejemplo, y les hablo en primera persona, cojo la guagua en la parada 2582, en la autopista, al lado de la gasolinera BP y que se llama Coromoto. Por ese lugar pasan las que vienen del Norte y te llevan a Santa Cruz, unas sin parar en el Intercambiador de La Laguna y otras que van directas. Pues bien, el otro día me enteré, porque un conductor me lo explicó, que no paran si el pasaje, en el interior, no solicitan bajarse en ese lugar.

 

Si no es así, pasan de largo, y no vale que levantes la mano para que pare, si no hay pasaje que se baje, seguirá de largo, y tú, que esperas, te llevarán los demonios, porque lo es esa línea, no. Y entonces, ¿qué hacemos los que estamos en esas paradas?, ¿de qué nos sirven que la aplicación de Titsa nos indique que va a pasar las 106 o la 103 que vienen del Norte, si estamos vendidos ante la posibilidad de que se baje alguien?, ¿es lógico esa discriminación?

 

Estoy seguro de que ni la presidenta del Cabildo, ni la consejera insular de Movilidad, Eulalia García, ni nadie de su equipo sabrán de estas medidas, entre otras cosas, porque raras veces cogen una guagua en ese tipo de trayectos, ni esperan en una parada intermedia. No saben lo que les pasa a los viajeros porque nunca se han visto en esta situación. Ellos hablan de un aparcamiento disuasorio, pero uno dice aquello de “para el tiempo que se estoy esperando, cojo mi coche” y nos metemos así en la vorágine diaria. ¿De qué nos sirve coger la guagua si el vehículo no va a parar en la parada en la que nos ponemos, a menos que alguien se baje?

 

Así es como se planifica en estas islas, con ocurrencias y sin saber qué está pasando en realidad, en las vías, las calles o en las paradas. Con unos políticos a los que les dicen lo que tienen que indicar para quedar bien ante el público. No importa que estemos asfixiados o que no lleguemos a final de mes, incluso algunos ni a mediados, ellos siguen fantaseando con lo quieren hacer y nosotros nos seguimos tragando esas ideas y algunas más.

 

Hay algunos especialistas en esa forma de hacer política, porque sabe que la ciudadanía olvida pronto algunas de las cosas que ha oído. Por eso en nuestra tierra triunfan los que hablan mucho y hacen poco y sobre todo porque nos conformamos con bien poco.

 

En este artículo les he demostrado el tiempo que tardarán en hacer esas cosas, por ejemplo, el tren. Lo que pasa es que cuando los oímos, a los que ocupan un cargo, es como si ya fueran a poner la primera piedra de la obra en cuestión. Y para eso falta mucho tiempo o no las podrán nunca. Pero eso no lo sabremos.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

 

Islas Canarias, 6 de julio de 2024

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