EL MONÓLOGO / 223
Los populismos y la regeneración

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Por Pepe Moreno *

 

 

La verdad es que no me resisto a escribir este Monólogo sobre el anuncio realizado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de regular las ayudas o la publicidad, a los medios de comunicación que difundan bulos o que no estén en la línea de lo que él llama “medios tradicionales”. Se trata de un ‘plan de regeneración democrática’ que pretende acometer, apoyándose en el Reglamento Europeo de Libertad de Medios de Comunicación, aprobado bajo la presidencia española de la UE.

 

Esa ley que pretende proteger a la prensa ante la oleada de nuevos populismos que avanzan por Europa, pero que no trata de establecer un control de la prensa, que parece la nueva tentativa del Gobierno. Sánchez, y su Gobierno, dicen que todo esto pasa por trasponer la nueva ley de libertad de medios, aunque el rango jurídico de esta es superior a cualquier ley nacional. Malos tiempos para la libertad de prensa, tan denostada hoy por muchos.

 

No quiero decir que no haya que regular, pero me da cierto miedo, con tantas cosas como hay ahora mismo a las que les hace falta una ordenación. Porque somos conscientes que esos medios han nacido sin ideales o bien son espurios, atendiendo a postulados que poco están en relación con eso de informar. Lo hacen a su modo y sirviendo sus propios intereses, que no tienen por qué estar de acuerdo con los de la verdad, que debe ser siempre la premisa de cualquiera que quiera orientar sobre lo que está pasando.

 

Hoy en día es fácil “cortar y pegar”, pero los que conocemos este oficio también sabemos que volcar información no redactada, y eso es lo que hacen, es el acto de un idiota útil, no de un periodista. Porque eso es lo que hoy hace la tecnología en nuestra profesión, aunque el método sigue siendo el mismo: verificación de fuentes, hechos y pruebas.

 

Pueden amenazar a un medio con quitarle parte de sus ingresos, porque todos, de alguna forma, se mantienen e incluso inflan sus cifras con ese tipo de ayudas gubernamentales. En otras épocas era por la cantidad de periódicos que compraban, la venta en bloque, que luego repartían en los centros oficiales para que los leyeran o los tiraran y hoy son los eventos que los contratan o el dinero de publicidad institucional que les destinan. Y esto es lo que quieren regular.

 

Por ejemplo, y es algo que nos puede pillar lejos a algunos de los que nos leen, en China, que aprecian bastante al cerdo español, dicen que nos pueden dejar de comprar si se le imponen aranceles a los automóviles que proceden de aquel país y que se venderán en territorio de la UE. Una cosa no tiene que ver con la otra y, sin embargo, la relacionan. Es decir, tú no me impones aranceles y yo ten compro cochinos, pero si tú me los aplicas, yo te dejo de comprar.

 

Eso sin entrar en otras opciones como que en la publicidad de la 1, durante los partidos de la Eurocopa, ya nos endosan una cantidad ingente de propaganda con los coches chinos, los BYD, y que en este momento todos los europeos que siguen el fútbol habrán visto esas siglas. Una Eurocopa que además se celebra en tierras alemanas, realizando tal campaña en la tierra de una de sus principales rivales, el Grupo Volkswagen, así como en el país donde Tesla produce para el resto de Europa con su giga factoría de Berlín. Todo lo que les estoy contando es lícito, pero se estarán dando cuenta de cosas que, quizá, no se percatan a simple vista y que alguien se lo tiene que contar.

 

A lo que iba, a ese Plan de Regeneración democrática que ha anunciado Sánchez que en breve pondrá en marcha. Soy consciente que han aparecido muchos medios que los mueven otras premisas que no son las de informar con verdades. El presidente dejó claro que ha decidido hacer frente a algo que ve como uno de los graves problemas de la política en todo el mundo. Dijo, textualmente, que “los males que nos aquejan no son ni mucho menos exclusivos de España.

 

Forman parte de un movimiento reaccionario mundial que aspira a imponer su agenda regresiva mediante la difamación y la falsedad, el odio y la apelación a miedos y amenazas que no se corresponden ni con la ciencia ni con la racionalidad. Mostremos al mundo cómo se defiende a la democracia. Pongamos fin a este fango de la única manera posible: mediante el rechazo colectivo, sereno, democrático, más allá de las siglas y de las ideologías, que yo me comprometo a liderar con firmeza como presidente del Gobierno de España”, terminó Sánchez en un claro aviso de lo que se avecina.

 

El presidente del Gobierno, del que no voy a realizar una apología de defensa, llegó a decir que “llevamos demasiado tiempo dejando que el fango colonice impunemente la vida política, la vida pública, contaminados de prácticas tóxicas inimaginables hace apenas unos años. O decimos basta o esta degradación de la vida pública determinará nuestro futuro condenándonos como país”. Eso está bien, ¿pero es prioritario en estos momentos?

 

Es posible a la vista de algunas de las cosas que estamos viendo, pero también somos conscientes que hay otros problemas que nos están acuciando. Ejemplos de ello son los relacionados con las viviendas, la licitación pública, lo que tarda la burocracia en dar una licencia de obras, la cesta de la compra, los sueldos actuales, los impuestos y largo etcétera de asuntos que nos obligan cada día a pensar como los vamos a resolver.

 

Es cierto que llevamos demasiado tiempo pensando en cómo meterles mano y que no vemos, en la clase política en general, hacer alguna forma de autocrítica. No obstante, una cosa es empezar por estas cosas que se encuentran en relación con la libertad de expresión y otra es hacerlo con las formas de hacer política, de poner el foco en este asunto.

 

Es difícil desayunar tostadas con aceite porque parece un lujo depravado, algo obsceno. Hoy en día da la sensación de que, a nadie, de clase dirigente, le importa ver cómo se derramaba el chorro sobre el pan y acababa escurriendo por el plato a catorce euros el litro. Al precio que está sale mejor desayunar gasolina sin plomo a cucharadas y después meterse fuego. ¡Nos hemos vuelto locos!

 

No piensan en que es como si a los chinos les saliese el arroz por un ojo de la cara, pero nadie hace nada. Estamos en un libre mercado y nos cuentan milongas del tipo “la guerra de Ucrania”, la escasez de agua, el porcentaje de ganancias que tienen los súper e hipermercados, los lineales y un sinfín de cosas más. Por el contrario, lo cierto es que con ese dinero antes llenábamos un carro y ahora a duras penas lo hacemos con un cesto de la compra.

 

Yo sé que estoy mezclando cosas. Que comencé hablando del Plan de Regeneración democrática y me he ido a otros asuntos, pero si me apuran todo tiene relación, porque abordan un asunto y terminan afectando a otros. Tengo en mi conciencia que deben hacerlo, que han surgido muchas informaciones que se han convertido en bulos con el paso por los interlocutores que la reciben. Que no es nuevo que el poder político aspire a controlar la información que, por la eclosión tecnológica, es tanto como poner barreras al campo; sin embargo, no debemos dejarlo todo a que se regularice por medios políticos, porque nos podemos encontrar con que solo nos cuentan lo que quiere los que mandan.

 

Ahora mismo nos encontramos con los que quieren que todo siga igual o los que aplauden las medidas de intervención. ¿Y por qué sucede esto? Porque ha surgido una serie de profesionales, en la que hay muchos advenedizos, que no tienen código deontológico, o lo encuentra pasado de moda. En la España democrática, tanto en la época de González como en la de Aznar, se registraron episodios críticos en la relación entre los medios de comunicación y el Gobierno. Lo nuevo es que la profesión periodística se haya roto internamente, que hoy no veamos con buenos ojos las relaciones entre periodistas y medios porque en algunos casos nos la presentan como hostiles.

 

Una prueba de ello es la diversidad de mensajes que estamos encontrándonos con el reparto de menores no acompañados que llegan hasta las islas. Un Gobierno que debería tener una sola voz en ese asunto hoy tiene dos o más. Un presidente del Gobierno deshaciéndose por un consenso público y un vicepresidente solicitando una ficha financiera como excusa para no dejar al PP y sus pactos con VOX en una mala situación por haberse descubierto que no querían acogerlos.

 

Ahora mismo se ha creado un denso y perverso ambiente entre los que trabajan en esos medios, como si nos faltara el aire. Luego está la audiencia, que en unos casos ni nos da la razón ni nos la quita. O como estamos viendo, hacen de antena repetidora, sin contrastar nada y redifunden los mensajes. Es ahí donde podemos barajar los bulos con el fango, la desinformación o cualquier tipo de mensaje.

 

Eso no es manejar bien los conceptos. El bulo es una noticia falsa lanzada con algún fin; el fango hace alusión al vilipendio político que difunden algunos personajes públicos y la desinformación es un modo estructural de alterar la realidad. Son tres nociones que no debemos confundir. ¿Quién hizo el primer fango, el político que usó la demagogia o el periodista que dio cuenta de ello porque lo dijo desde una tribuna? Luego surgirán otros mensajes que distorsionarán lo dicho inicialmente y ahí radica el problema.

 

Estoy convencido de que las leyes que limitan la libertad de prensa son modélicas en España y por eso el Gobierno no tiene margen. Y si se cae en la tentación de constituir consejos asamblearios, porque también hay libertad de empresas, se hundirá en el descrédito y jamás esa norma se aplicará.

 

Hoy en día hay muchas formas de intentar el estrangulamiento financiero con la publicidad institucional y con sugerencias boicoteadoras, pero espero que sepan que también se puede ir a los tribunales para que se apliquen criterios objetivos. Nos hemos encontrado con múltiples precedentes de la judicialización de este tipo. En cambio, los medios han de entender también que la diversificación de los clientes publicitarios y de las fuentes de ingresos son ahora necesarias y mucho más versátiles en el ámbito digital.

 

Estamos en una encrucijada difícil y nos están acuciando desde diferentes frentes. Hoy la Inteligencia Artificial nos está dejando un horizonte lleno de incertidumbre. Los “hackers” son los que están imponiéndose en varios campos, incluido el periodismo, y ellos a veces suplantan la labor que tendríamos que hacer. Ni nos dejemos amedrentar por unos, los políticos y su afán de regularizar, ni por los otros difundiendo mensajes en el que a menudo sobresale lo de “envíalo antes de desaparezca”.

 

Estamos en un tiempo difícil, de acuerdo. Proliferan las entrevistas de salón, las pagadas, las que destilan babas por doquier, pero no es óbice para que sepamos distinguir lo que queramos y nos informe de verdad.

 

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

 

Islas Canarias, 13 de julio de 2024

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