EL MONÓLOGO / 238
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Por Pepe Moreno *
Les escribo hoy este artículo en el que hablaré de varias cosas, pero que tiene un hilo conductor común: el del dinero que nos dejamos los contribuyentes y que raras veces tienen un fin finalista, si no que se emplean en cosas a las que no podemos seguir para ver si se utilizan bien o, por el contrario, son gastos institucionales que en contadas ocasiones sabemos si les llegan a los ciudadanos.
Podría hablarles de Íñigo Errejón, que dimitió el pasado jueves de todos sus cargos y en este momento se especula con su trato a las mujeres. ¿Quién lo diría? Con esa cara de chiquillo permanente que parecía que nunca había roto un plato y que ahora se nos rebela como una persona que no tenía consideración con las mujeres.
Me tiene hablando solo porque nunca lo comprenderé. Él, que tenía un verbo envidiable, que demostraba un sofisticado pensamiento político y que en sus modales siempre traía la imagen de ser el primero de la clase. Y de inmediato, se nos presenta como otra persona. Que en el pasado se eligió el rostro predilecto de la nueva política, un rostro capaz de encarnar la nueva España.
Era la antítesis de su “amigo” Pablo Iglesias, que siempre representaba al pendenciero y retador. Él, que era la viva imagen de la tranquilidad, es ahora el villano que a todos nos trae hablando solos. Dicen que lo suyo lo sabían desde hace un año o más y que lo estaban investigando. Es el malo de esta película de terror.
En aquel momento era el principal autor, junto a la socióloga Carolina Bescansa, de la interpretación estratégica y el despliegue táctico que convirtieron a Podemos en primera fuerza política de todos los sondeos en el verano de 2014, Errejón es el artífice de la incorporación a la política española de la hipótesis populista, que estudió en América Latina.
Oí en la noche del jueves a Pablo Iglesias decir eso de que no estaba sorprendido por las acusaciones de violencia machista contra el ya ex portavoz parlamentario de Sumar Íñigo Errejón pues “de esto se hablaba desde hace un año” y añadió que “no tenía ni buena opinión personal ni política de Errejón y hace más de cinco años que no hablamos ni compartimos entornos, pero fue mi amigo y no me alegro de que tenga un final tan siniestro”. ¿Y qué esperabas, Pablo? Además, no se cortó ni un pelo al decir que “había escuchado cosas, sobre todo después del último año, pero cuando yo le conocí no era así”.
Ya ha dimitido de sus cargos en el Congreso de los Diputados, pero ahora queda ver qué pasa con él y si la denuncia que, de momento, ha presentado una actriz, se queda como un trámite o si hay algo más. Dicen que le puede caer hasta cinco años, pero lo que prueba todo esto es que la Justicia no es igual para todos. El ya exdiputado podría enfrentarse a una pena de 5 años de prisión, eso sí, el juzgado considera que “la víctima tuviera anulada por cualquier causa, su voluntad”, como explica la denunciante en su relato.
La justicia no es igual para todos. Estos hechos que hemos relatado no nos deben desenfocar sobre el asunto principal: quién lo sabía, desde cuándo, y qué pensaba hacer con ello. Esa es la parte fundamental, porque no sabemos, aún, cómo se iba a gestionar todo esto, cómo se iba a gestionar y encauzar.
Conocimos el mismo jueves una carta en la que asumía los hechos, sin que expresara el dolor de las víctimas y en la que parecía que le echaba la culpa a todo el mundo. Recuerden esa parte del patriarcado, de los hombres, y de su multiplicación, y se hacía la víctima con una parte en la que se perdonaba o justificaba de manera inaceptable. Hoy juntamos pata con orejas y sabemos que por eso no era un rostro que compareciese los 8M y que da pábulo a denuncias anónimas o que se pronunciaba sobre protocolos judiciales o policiales.
Se podría decir que Errejón es víctima de sí mismo y por la izquierda en la que se ha adscrito siempre. Lo hemos oído cómo daba credibilidad a lo que se decía, y lo vimos siempre en su papel, desdeñando pruebas y aceptando las denuncias sin rechistar para que el testimonio de una mujer, incluso sin asumirlo con nombre y apellidos, sea suficiente para convertir a cualquiera en un delincuente sexual.
Todo esto se ha convertido en una peligrosa degradación de las garantías que tendrían que definir un Estado de derecho. Se ha legislado en contra de la presunción de inocencia y de esta forma se ha propiciado una alocada cacería que provoca estragos peores de los que dice proteger. Una justicia, ¿es mejor por ser rápida, sin hacer todas las comprobaciones o es peor por tardar mucho tiempo en asegurarse? Podría ser una dicotomía propia para formar una ingeniería de la Justicia.
Con Íñigo Errejón, hoy que sabemos lo que se sabe, parece que hay sólidos indicios de que sus excesos son reales y que las sospechas que hoy existen están fundadas, así como que eran conocidas y nadie actuó. ¿Para qué queremos unos Cuerpos de seguridad del Estado, si no es para conocer esto? Y si lo sabían, ¿por qué lo nombraron portavoz de una fuerza de izquierdas como Sumar?
Dicen que no lo hicieron e, incluso, empieza a consolidarse la certeza de que trataron de esconderlo o ignorarlo, con gestiones incluso de diputados de Más Madrid, no desmentidas por la organización, para intermediar con una posible víctima e intentar que su caso no trascendiera a la opinión pública.
Me estoy asustando a mí mismo con lo que escribo, porque todo esto retrata a Errejón de manera muy prolija, pero también está dibujando a su formación política con el cinismo y la complicidad, o por la acción u omisión, de toda la izquierda parlamentaria. Si fueran los adversarios políticos los que han cometido esos delitos, lo suben de categoría, pero si es “de los suyos” miran para otro lado.
¿Quién ha pensado que esto, lo de maltratar a las mujeres, era cosa solo de la gente de derechas? Hemos visto esta misma semana dos casos que maltratan, a su forma, el concepto que teníamos sobre la izquierda. De un lado, José Luis Ábalos, exministro de Transportes para una persona muy cercana con él, Jessica, a la que le pagaba el apartamento y le buscaba trabajo en el erario público, y a Íñigo de Errejón, que acosa y maltrata, supuestamente, a las mujeres de su entorno. Es como si dijéramos que han usado la hipocresía, el peor de los delitos en política y han sucumbido a la supuesta autoridad moral de la izquierda.
No nos habíamos planteado que el maltrato machista no tiene acera. Ni es de izquierdas ni de derechas. Sin embargo, duele más cuando ocurre en la que se alzan las banderas contra él, cuando estas gentes nos han dado lecciones de lo políticamente correcto y cuando nos han dicho lo que se tiene que decir y cuándo.
El pasado miércoles, según cuentan diversas fuentes, al hilo de la denuncia anónima compartida en redes, fue la propia Yolanda Díaz la que contactó con Errejón para preguntarle el alcance de esas acusaciones. En una charla donde el portavoz no desmintió los hechos descritos por la víctima anónima, que le acusaba de “maltrato psicológico» y de hacer «luz de gas», con comportamientos manipuladores y sexualmente vejatorios.
Según hemos sabido después, al hilo de la conversación, Díaz evitó darle ningún respaldo. Ya estaba convencida de que el dirigente no podía continuar en el cargo. También la secretaria de Organización de Movimiento Sumar, Lara Hernández, le llamó para recabar información sobre lo ocurrido. En este proceso, según dijo después Sumar, el ya ex portavoz admitió «comportamientos machistas».
A última hora del miércoles, en Sumar ya eran conscientes de que la situación era insostenible, y que el dirigente tendría que dimitir. El asunto se abordó también en los grupos de otros partidos integrados en la coalición parlamentaria de izquierdas, como Izquierda Unida o Más Madrid. La difusa frontera entre comportamientos poco ejemplares y un delito de acoso sexual o de maltrato fue uno de los asuntos de debate entre las filas.
No obstante, en la cúpula de Sumar la posición ya había cristalizado. El partido de Mónica García intentó tras la salida apuntarse el tanto, asegurando que pidió a Sumar su salida tras conocerse la denuncia en redes. La razón es que, cuando cae alguien, siempre habrá quien se dispone a sumarse una medalla con que fueron ellos los que apartaron la fruta podrida.
Lo mismo podríamos decir del periplo judicial de José Luis Ábalos, como ministro de transportes y conseguidor de una serie de beneficios para un grupo de ventajistas que hacían negocios mientras los demás estábamos confinados. El exministro ha estado vinculado a diversas mujeres, cuyas relaciones han suscitado múltiples sospechas. De hecho, la sombra de la corrupción, nepotismo y la utilización indebida de recursos públicos ya rondó a Ábalos antes del caso de las mascarillas.
Uno de los casos conocidos más recientes es el de Jessica R., una de las exnovias de Ábalos que estuvo residiendo en Madrid, en un buen piso de la Torre de Madrid, entre 2019 y 2022, y ascendió a más de 82.000 euros, según el informe redactado por la UCO de la Guardia Civil, y que pagaba el propio Aldama. La tal Jessica fue contratada en Ineco, una empresa dependiente del Ministerio de Transportes, mientras Ábalos ocupaba el cargo de ministro.
Este vínculo entre Jessica y Ábalos ha levantado aún más sospechas. Ya que la relación entre ambos se desarrolló en un contexto en el que el exministro ya enfrentaba varias acusaciones de corrupción. Entonces, para que me entiendan, Ábalos estaba casado con Carolina Perles, a quien ‘colocó’ en un puesto de libre designación como asesora en la Delegación del Gobierno en Madrid. Por entonces a las órdenes de José Manuel Rodríguez Uribes, también miembro del PSOE y cercano a Ábalos.
No paramos de darle vueltas a unos asuntos que en nada tienen que ver, son nuestro día a día, que nos distraen de los grandes temas por los que deberíamos luchar más y mejor, pero nos quedamos siempre con aquellos que nos afectan tanto y así nos va.
Hemos pasado de hablar del caso Mediador, del que ya nadie se acuerda, y de Tito Berni y su sobrino y un general de la Guardia Civil que estaba por medio a un caso Ábalos del que hemos ido conociendo pasajes que nos hablan de gentes que se estaban lucrando con bienes que en ese momento nos sacaban del ostracismo en el que nos metió una pandemia de la que tampoco sabemos y de Íñigo Errejón, del que nunca pensamos que podía ser un niño malo.
Hoy ni he hablado de otros asuntos que me traen malo, como el céntimo forestal o del problema habitacional que tenemos en Tenerife. Lo que hemos hecho es hablar de Errejón o de Ábalos y de cómo se lo llevaban crudo. No sabemos si habrá dinero para todo y todos, pero de momento se llevan lo que pueden. ¡Qué cosas pasan en este país!
* José MORENO GARCÍA
Periodista.
Analista de la actualidad.
Islas Canarias, 26 de octubre de 2024
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