EL MONÓLOGO / 246
Polarización bajo la dana
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Por Pepe Moreno *
Estamos acabando 2024 y es tiempo de echar la vista atrás y ver algunas de las noticias que lo han sido a lo largo de este año y que hoy, a pesar de ser el día de los inocentes, componen la historia de este cuarto de siglo que el 2025 va a traer. Ya estamos en el primer cuarto de siglo y algunas cosas han empeorado más que cuando lo iniciamos, allá por el año 2000 y aquel efecto que parecía que con los dos dígitos en cero iba a acabar con algunos ordenadores y con algunos aspectos de nuestra vida. No ha sido así, pero casi.
Hemos cambiado en nuestra percepción de información. Hoy la gente, sobre todo la joven, se informa más por las redes sociales que por los medios de comunicación y estos son hoy más proclives a los mensajes que a lo que realmente ocurre. Muchos políticos financian sus titulares con acciones, foros, talleres o comparecencias en los que aparecen en esos ámbitos de información con casco craneal y diciéndonos más lo que van a hacer, que haciendo cosas para los que fueron elegidos.
Estamos más polarizados que ayer y quizás menos que mañana en función dé a quién apoyamos, leemos la prensa y queremos nuestros titulares, por encima de la realidad que nos deje la actualidad, porque nos hemos convertido en “seguidores” de una formación o de unos dirigentes y somos los primeros que entonamos el “y tú más”.
Esa polarización es, quizás, el principal causante de que, según la Asociación de la Prensa de Madrid en su Informe Anual, el 40 % de los españoles desconfíen de lo que se publica, como noticias, frente a un 33 % que, si se fía, y un 19,53 % declaran que lo que leen o ven o escuchan merecen una “confianza mínima”.
En fin, qué mucho hemos cambiado en estos 25 años que comenzarán la semana que viene. Acabamos un año en el que fallecieron casi 230 personas en una dana. Que se ha convertido en una palabra del año, que antes conocíamos como gota fría y que hoy es un acrónimo, depresión aislada en niveles altos, y que utilizó la AEMET para referirse a un fenómeno climatológico tan destructivo como el que sucedió el martes 29 de octubre en la provincia de Valencia.
Usted puede preguntarse por qué en nuestro país se usa esta palabra incomprensible para definir una catástrofe natural que ya se está convirtiendo en frecuente. El término de “gota fría” se asocia a los grandes temporales de los años ochenta, y esta palabra, “genera alarma” y lo que ahora se pretende es reducirla. Es decir, no se busca informar adecuadamente al ciudadano sobre una emergencia inminente que podía ser letal (como ha sido), sino apaciguar. Los resultados están hoy a la vista de España entera.
Y así, el 29 de octubre llegó la enésima riada que ha sufrido la Comunidad Valenciana y que inundó varias poblaciones como Aldaia, Alfafar, Catarroja, Chiva, Letur, Manises, Paiporta, Picanya, Picassent, Requena o Utiel y otras que he omitido para que la lista no sea tan amplia. En todas ellas se produjeron víctimas mortales, que, según se dice ahora, se podían haber evitado. Se han recuperado cadáveres, historias de supervivientes que parecen sacadas de relatos para no dormir, y en todos los casos hubo, y hay, muerte, barro, destrucción y caos. Una tragedia que ha marcado un año que se despide y el que llega, porque debe seguir la reconstrucción.
Ha sido el año de la confrontación política y de la ruptura de una palabra que ya casi no empleamos: la del consenso. Hemos asistido a visitas como la de los Reyes y el presidente del Gobierno a zonas afectadas que nunca habíamos visto. ¿En qué cabeza cabe que los recibieran con pellas de barro en las manos y se las tiraran a las autoridades del Estado? Eso nunca había pasado y a todos nos pareció que había una opción política detrás.
La reina Leticia lloró cuando vio que le impactaba en su cara el fango que limpiaban en las calles. Dicen que Pedro Sánchez huyó del lugar y que nunca más volvió… y así podríamos seguir con un suceso que no tiene precedentes en nuestra historia y que pone de manifiesto que han crecido las trincheras políticas.
También lo han hecho las tormentas judiciales, entre unos servidores públicos que parece que se aprovechan de la Justicia en beneficio propio. No vale que hablemos de la vivienda, que cada vez escasea más y que se ha convertido en quimera. O de los servicios públicos que esperan una renovación y que no se confunda con que “papá Estado” nos lo resuelva todo, entre otras cosas porque no hay liquidez para solucionar tanto problema y porque algunos han confundido una solución temporal con una “paguita” a la que tienen derecho.
El año ha sido agitado dentro y fuera de nuestras fronteras. Hay cambios internos que dibujarán la España que viene y turbulencias internacionales que nos afectan a todos. La vida cambia a velocidad de vértigo, a velocidad de IA, y el entretenimiento, el arte y los deportes nos ofrecen un respiro. Ha sido el año de la Eurocopa que ha ganado España, del fiasco de unas Olimpiadas en suelo francés y de la despedida de Nadal.
En lo político empezó en el año 2023 con un partido que gobierna sin haber ganado las elecciones y que le dio protagonismo a personajes desterrados o huidos de la Justicia y a unas alianzas políticas que hasta ese momento estaban casi proscritas, como es lo aberzale o el independentismo catalán. En un año han crecido las divisiones y hemos asistido al crecimiento de esa bronca política.
El PSOE y el PP se miran desde ese momento de reojo. Los dos principales partidos apenas han llegado a algún acuerdo de interés general como la RTVE o el Poder Judicial, tras años de pelea incesante y bloqueo. Ahora mismo se antoja una quimera la posibilidad de llegar a más pactos de Estado en los siguientes meses, dado que el jefe del Gobierno y el de la oposición no se llaman; no se reúnen y apenas se hablan en privado. Eso es lo que está pendiente la reforma del modelo de financiación, caduco desde hace más de una década, y crucial para garantizar los servicios públicos y recursos esenciales en todas las autonomías del país.
Este es el contexto general de polarización, en el que las investigaciones judiciales a uno y otro lado también marcan la agenda política. Sin embargo, el momento más pintoresco del año se produjo en abril, cuando el presidente del Gobierno decidió tomarse unos días de descanso, de “reflexión”, para decidir su futuro a raíz de la inminente imputación de su mujer, Begoña Gómez, por presunto tráfico de influencias. Envió una carta intentando explicarse a la ciudadanía. Un antes y un después. Tras cinco días consigo mismo, no solo no se marchó, sino que dijo que estaba más fuerte para quedarse y dar la batalla a la desinformación. A la oposición. A determinados procesos judiciales.
Ha sido el año en el que todo ha continuado igual para Ucrania y Rusia. Unas veces con batallas ganadas por unos o por otros, pero siempre perdiendo los ciudadanos, que eran los que caían en sus bombardeos o bajo sus drones con cargas mortales. Se ha unido el conflicto de Oriente Medio con Israel, haciendo de las suyas en la franja de Gaza y ahora con Siria, emprendiendo un camino nuevo tras la huida de Bashar al Ásad y que tantas noticias hemos conocido de sus cárceles y de los que estaban allí encerrados. No sabemos si estaban enterrados en vida por oponerse al régimen, o si lo estaban por otros motivos. Sea por los motivos que sean, nadie tiene derecho a que su vida se entierre, en todos los sentidos, por esos motivos.
En Canarias hemos tenido un año marcado por la tragedia con la llegada de casi 50.000 migrantes que lo hicieron a través de la ruta más mortífera, la más letal. Y eso lo dice el Ministerio del Interior. Se han ahogado unas diez mil personas, que conozcamos, lo que supone una media de 28 muertes al día en el que se ha convertido en el año más mortífero hasta la fecha, batiendo el récord de 2023, cuando perecieron 6.007 migrantes.
Somos, en Canarias, y por quinto año consecutivo, la principal vía de entrada de inmigrantes irregulares a España, con 43.737 personas rescatadas hasta el 15 de diciembre, 3.827 más que las registradas en todo 2023 (39.910).
En septiembre, El Hierro asistió la tragedia más grave ocurrida en Canarias en 30 años de llegada de pateras: 63 personas murieron a apenas cuatro kilómetros de la costa al hundirse su cayuco. Sobrevivieron 27 y solo se recuperaron nueve cadáveres. Este año, Mauritania ha sustituido a Senegal como principal punto de salida de los cayucos; los refugiados malienses, que huyen de un país asolado por años de guerra y yihadismo, son ya mayoría entre quienes llegan a las islas y hay signos de que determinados tráficos del Mediterráneo están girando al Atlántico.
No hemos abierto, en el año que está terminando, ningún centro para víctimas de agresiones sexuales, ni tampoco hemos construido más viviendas sociales, ni los sueldos han crecido al ritmo de los precios… estamos peor que hace un año. A nuestro Gobierno Canario ni siquiera le contestan a la hora de decir que tenemos a tantos menores no acompañados, que debería ser obligatorio su reparto. Todos miran a otro lado.
Hemos asistido a unos Presupuestos Generales de la Comunidad Autónoma en la que no hay bajada de impuestos, todo lo contrario, se sacan algunas figuras impositivas como el “céntimo verde” con el que subirán el precio de los combustibles, o el del impuestazo por las basuras. En algunos municipios ya han aprobado algunas tasas por quedarse o por disfrutar de parajes naturales. Vemos lo del carril bici tan mal, que lo imponen en vías por las que se podía transitar y que ahora impiden la circulación, pero claro, hablan de sostenibilidad y de ahorrar en carburantes y quién es el que les va a llevar la contraria.
Se han celebrado dos manifestaciones contra el modelo turístico en Canarias. Una en abril y otra en octubre. A la primera fueron más gentes y en la segunda se traspasaron límites y se confundió la protesta con la algarada. Vivimos, mal que nos pese, de unos visitantes que nos eligen. Quieren otro modelo turístico, pero ¿cuál es su apuesta? Ya sé que usted ni yo estamos para esas soluciones, ¿pero alguien sabe por dónde irán estos derroteros de futuro?
Estamos a punto de iniciar el 2025 y parece que los problemas son los mismos. ¿Qué le vamos a hacer si no hay capacidad para otra cosa? Podría haber escrito aquí también la crisis política que vive Nueva Canarias, o el Partido Socialista. Que ahora es delito haber hablado con un comisionista como Aldama o estar relacionado con Koldo García.
Lo que pasaba es que, en medio de aquella crisis de la pandemia, todo lo veíamos bueno con tal que nos llegaran las vacunas, de que se hicieran gratis las pruebas para que nosotros o los nuestros pudieran viajar o que nos abarataran las mascarillas o las pruebas en las farmacias. Hoy lo vemos con otros ojos.
Ha sido el año del Tito Berni y del caso Mediador, ese del que ya nadie habla y que comenzó un año antes, pero que en este que estamos, se han conocido varias sentencias que indican por dónde irá en el futuro y que provocan que cada día confiemos un poco menos en la clase política.
En fin, que no quiero hablar de lo de siempre y que nos tenemos que hacer de verdad algún propósito de enmienda. La festividad de hoy, los Santos Inocentes, debe servir para que podamos creernos algunas de las cosas que dicen los que pueden hacerlas, para que seamos más críticos con lo que anuncian y menos crédulos para que sigan contando con nuestros votos.
¡Feliz 2025 y no haga rimas!
* José MORENO GARCÍA
Periodista.
Analista de la actualidad.
Islas Canarias, 28 de diciembre de 2024
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