EL MONÓLOGO / 261
Acogida sin empatía

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Por Pepe Moreno *

 

 

El pasado jueves se lograba que el Congreso de los Diputados convalidara la reforma de la Ley de Extranjería, en su artículo 35, y que de esta forma se regulaba el reparto de menores migrantes no acompañados desde Canarias y Ceuta al resto de comunidades autónomas. Mientras el PP y VOX votaban en contra y se producía una abstención, la de un diputado de UPN que quiso votar en conciencia.

 

Una pinza más, aunque en las comunidades que gobiernan los populares se acatará la ley y asumirán el cupo que les corresponda en función de los criterios establecidos en la norma ya en vigor. Ahora solo hace falta saber si esos territorios presentarán recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional.

 

Esta distribución ha quedado respaldada por la votación de la cámara y ahora habrá que cumplir la ley. Albricias mil y parabienes para un asunto que nos ha tenido a todos de los nervios. Yo pregunto: ¿para qué queremos a un partido como el PP, si cuando hay que poner la tierra por encima, ellos ponen la política?

 

En ese pleno no intervinieron, y por lo tanto no hablaron, los diputados canarios del PP como Guillermo Mariscal, ni Jimena Delgado, ni Carlos Sánchez, todos de Gran Canaria, ni los de esta provincia Juan Antonio Rojas, ni Laura María Lima, ni Ainhoa Molina, que además es la presidenta del PP en La Frontera, en la isla de El Hierro, donde días pasados hubo una manifestación. Algunos/as votaron telemáticamente, pero lo hicieron en contra.

 

Recordemos que con esta votación se buscaba el traslado de menores no acompañados desde Canarias hacia la Península, una reivindicación histórica de la comunidad autónoma que podría aliviar el hacinamiento de niños y adolescentes en los centros de acogida.

 

Con todo, la convalidación salió delante de forma holgada, 179 votos favor, 170 en contra y una abstención, que por lo que cuentan fue la del diputado de UPN Alberto Catalán, quien se desmarcó del bloque de la derecha y, pese a censurar los criterios previstos en el decreto, señaló que no quería “poner problemas”. Esa fue una actitud que se valora y que parecía que eso mismo iba a hacer el PP, pero cuando oímos a la diputada Ana Alós hablar en nombre del PP, se nos fue diluyendo la posibilidad. Habló de cosas que ya sabíamos, como los privilegios de Junts, lo del mecanismo unilateral, la invasión de competencias autonómicas, el efecto llamada y así podríamos seguir.

 

Por tanto, se consiguió el primer objetivo, el de la acogida de estos menores, pero hay más. Hemos escuchado, durante estos días previos, a presidentes autonómicos, responsables de algunos recursos, decir que están desbordados con 600 menores, cuando tienen cinco millones de habitantes. Y yo me pregunto, ¿cómo calificarían la situación que tenemos en las islas con 5.800 niños y una población de dos millones de habitantes?

 

Ya algunas de la ONG han pedido que comience el reparto de los menores. Por ejemplo, Unicef España ya ha pedido que la norma se ponga en marcha “de manera inmediata y urgente” para garantizar los derechos de los menores migrantes no acompañados de Canarias y Ceuta. Ellos ven “crucial” esta cooperación institucional, porque va a beneficio de los derechos de esos inmigrantes.

 

Tenemos que recordar que estos menores huyen de sus países por guerras, violencia y hambre. Que llegan después de rutas durísimas que en algunos casos han durado años y han estado llenas de privaciones y violaciones de sus derechos, porque lo que ha pasado hasta ahora es que, tal y como estaban, no se les podía proteger y además se estaban incumpliendo los derechos. En Canarias había 4 centros en el año 2022 y ahora hay 87, en este 2025, ¿por qué el resto de las Comunidades Territoriales no pueden hacer lo mismo?

 

Eso fue el jueves, día en el que también vimos a Donald Trump recular, aunque le besaran la parte de atrás —según su declaración textual— los mandatarios de los países afectados. Quitó los aranceles para el resto del mundo, menos para China, país que nuestro presidente, Pedro Sánchez, está visitando estos días. Aún no sé si nos puede perjudicar, a nuestros intereses económicos, negociar para que ese país sustituya a EE. UU. a la vista de lo que está pasando con la suspensión de los aranceles.

 

El martes me pasaron una serie de cosas y me di cuenta de que eso de que “de la pandemia íbamos a salir mejores” es un cuento, que en nada se ajusta a la realidad. Ni la solidaridad entre los ciudadanos cuenta, el encogimiento de hombros es la actitud que más practican los que se asientan en un puesto, ya sea público, o semi, o privado, y los mortales les importamos menos que una clase de castidad impartida por el exministro Ábalos. No valemos nada. Y si es así, juzguen ustedes.

 

Todo comenzó en la parada de la línea 20, la que va del Intercambiador de Santa Cruz al aeropuerto, que es la que cojo para ir hasta La Laguna, porque no tiene paradas entre la salida y el punto intermedio que es el intercambiador de La Laguna. El vehículo estaba para salir, por fuera del intercambiador de Santa Cruz, con las puertas cerradas porque se disponía a irse, pero estaba parado porque yo estaba cruzando por el paso de peatones. Corriendo, por aquello de no hacerlo esperar, y le digo con la mano que lo voy a coger, y me dice el conductor que ya no, que no abre la puerta, que ya se va.

 

¿Ustedes creen que Rosa Dávila, presidenta del Cabildo, o Eulalia García, como consejera de Movilidad de Tenerife o Victoria Padilla, como consejera delegada de TITSA guaguas o Alejandro Fernández, como director de operaciones de la misma compañía, o Jorge Díaz, como director de personas y organización de esa misma entidad van a hacer algo? Nada de nada. Por un oído le entrará y por otro le saldrá. Nadie llamará al conductor en cuestión y no les importará que el vehículo fuera vacío, o que un pasajero se quedara en tierra, o que, simplemente, eso no se hace por humanidad. Tuve que irme hasta otras guaguas para ir hasta La Laguna.

 

Con la rabia sostenida y haciendo de tripas corazón, me dirigí al CAE de La Laguna, donde tenía consulta de Dermatología a las 10.40, llegaba tarde, pero como en el servicio nunca son puntuales, creía que me podrían atender. Cuando llego a la puerta, veo que ahora, porque no era así antes, había que pedir un número en la planta inferior. Así lo hago, lo tengo delante, y pone que mi solicitud está expedida a las 11.38, no llegaba a la hora de retraso, y tengo el turno C7T.

 

Cuando la enfermera solicita si hay personal para esa consulta, un señor y yo le decimos que estamos esperando. A mí me dice que he llegado tarde y le contesto que sí, pero que ellos nunca son puntuales y le enseño mi número, que antes, repito, no se solicitaba. Ella me explica, con buenos modales, que todo hay que decirlo, que no me va a atender el especialista o que me lo hará el último. Sabiendo lo difícil que es que te atienda un médico y sus listas, espero a que me atienda fuera de hora.

 

Me arrellané en el asiento y esperé. Quince minutos más tarde, la misma enfermera me dijo que pidiera otra cita porque el galeno no me iba a atender. Le expliqué que me habían cambiado, ellos, la cita tres veces y que nunca pude decir nada. Lo hicieron por SMS, sin posibilidades de réplica. Que la última vez que me vieron tuve que esperar una hora más y que no estaba dispuesto a pedir una nueva cita.

 

La enfermera se encogió de hombros, como no, y dijo que podía poner una reclamación, pero que no me iba a atender. Era inútil seguir la discusión, por lo que hice las dos cosas: pedir una nueva cita, que me dieron para ¡octubre! Y les puse una denuncia, cuestiones que, a ellos, a los del servicio de Dermatología, les importa una higa, porque nunca le pedirán explicaciones y los que se fastidian, por no decir otra cosa, somos nosotros, los usuarios.

 

Y nos piden que seamos solidarios y que los apoyemos en sus reivindicaciones y que la sanidad siga siendo pública, ¿y para qué? No hay nada que sustituya a un respaldo como un encogimiento de hombros. Ellos deberían estar para atendernos, pero ni están ni se les espera. ¿Ustedes creen que podemos ayudarlos en sus peticiones con este tipo de actitudes? Es como para decir eso de que “se vayan por donde cargan los camiones”, como mínimo.

 

Lo siento —y esto va dirigido a Levy Cabrera, presidente del sindicato de médicos, o a Rodrigo Martín, presidente del Colegio de Médicos—, no voy, a partir de ahora, a respaldar ni una sola de las reivindicaciones que la clase médica vaya a plantear.

 

Sé que, a la consejera de Sanidad, Esther Monzón, al director del Servicio Canario de Salud, Carlos Gustavo Díaz Perera, que es también viceconsejero de ese mismo departamento, a Rafael Luis Martín Domínguez, director del Área de Salud de Tenerife o cualquier otro/a que esté implicado en la reclamación número 9 que presenté en La Laguna el pasado 8 de abril no les importará para nada que un pobre ciudadano escriba esto y vea cómo le han pisoteado en sus derechos. Tengo una curiosidad en la cabeza: ¿qué pasó con la cita C7T cuando se apareció en la pantalla?

 

Nos piden empatía y ellos no la tienen para con nosotros, ni los médicos de los CAE, ni los de los Centros Médicos, ni los conductores, ni los que ocupan un puesto semioficial o de funcionario, porque no lo perderán nunca. Ellos están bien respaldados y nadie les dirá nunca nada sobre su actitud para con los administrados. Nosotros pagaremos nuestros impuestos y ellos harán lo que quieran en sus puestos de trabajo.

 

Nunca antes, en la historia, la carga fiscal que soportamos en nuestras nóminas o pensiones, a través del impuesto sobre la renta (IRPF) fue tan alta como la que ya nos aplican en estos últimos años y en particular en 2024. Hace apenas siete años, en 2017, el tipo fiscal medio que pagaban los salarios en España era del 15,3 %, muy en línea con los niveles medios observados durante los 20 años anteriores. El año pasado marcó un récord llegando al 17,1 %. Es decir, que, de cada 1.000 euros de rendimientos netos del trabajo declarados por el asalariado, 171 euros se los queda Hacienda.

 

Es decir, que solo nos quieren para pagar y nunca para exigir nuestros derechos. Los conductores de las guaguas hacen lo que quieren y los especialistas de la Sanidad se limitan a desempeñar su trabajo con los que llegan a tiempo a sus consultas y les hacen esperar sin preocuparse de nada más.

 

Los ciudadanos nos callamos y dejamos pasar, no vaya a ser que nos atiendan aún peor, porque no podemos decir nada, ni tenemos conocimientos, ni podemos protestar. Somos una sociedad callada que lo único que hace es consultar sus redes en lo que se espera ser atendidos. Los “paganinis” callados, no vaya a ser que se cabreen los que mandan en cada servicio y eso es malo. ¿Quién nos defiende a nosotros? Nadie.

 

Nos piden una solidaridad que no es recíproca. Cada día pagamos más y recibimos menos. Hemos pasado de un aplauso generalizado, en tiempos de la pandemia, a que hagan lo que quieran con nosotros. Ahora nos descuentan más y no podemos poner en duda nada de ello.

 

Suben impuestos de forma indiscriminada y se obliga a pagar más IRPF a los contribuyentes por el mismo nivel de renta, y sin pasar por ninguna votación y el pueblo no hace nada, no vaya a ser peor. Estamos subsidiando la corrupción. En el Parlamento canario oímos y vemos a la vicepresidenta de la Cámara diciendo que hay diputados que se quejan del frío del aire acondicionado y que no le envíen más wasap sobre la temperatura del hemiciclo, como si los demás pudiéramos hacerlo. Surrealista todo ello. La política lo llena todo y, si no es así, para eso están los que desde un puesto de trabajo público te lo recuerdan.

 

He relatado una cosa buena y otra no tan buena, ¿con cuál se quedan? Ese debe ser nuestro problema, que tenemos que escoger y así nos va.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 12 de abril de 2025

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