EL MONÓLOGO / 267
Titular con leche y mala idea

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Por Pepe Moreno *

 

 

Mucho se ha hablado esta semana de Gustavo Matos, vicepresidente del Parlamento de Canarias, expresidente de la Cámara regional, ex candidato socialista al Ayuntamiento de La Laguna, ex director general de Comercio, abogado colegiado y padre de familia, con una larga trayectoria en el PSOE canario y amigo de Pedro Sánchez. A este último le hizo campaña y lo llevó en su coche cuando el hoy presidente del Gobierno hacía los recorridos por toda España para recuperar una secretaría general que le quitaron por no votar a favor, ni abstenerse, en la elección de Mariano Rajoy.

 

Gustavo Matos, para los que no lo sepan, se reunió en la cafetería de El Corte Inglés, en la séptima planta, con el empresario libanés Mohamed Derbah. Le escuchó en sus quejas sobre el comportamiento de algunos policías en sus establecimientos y se comprometió a trasladar esas lamentaciones al delegado del Gobierno, Anselmo Pestana, al subdelegado, Jesús Javier Plata, o al propio ministro Marlaska. Dijo, en la rueda de prensa en la que no eludió ninguna pregunta, que no sabía que Derbah estaba siendo investigado y que, cuando le informaron de ello, que el asunto estaba judicializado y que la policía estaba en ello, se limitó a transmitírselo al protagonista. Y en la comparecencia con la prensa, eso fue lo que se utilizó al día siguiente.

 

Ahora mismo, Mohamed Derbah está en prisión provisional porque está acusado de liderar una trama dedicada al narcotráfico. El libanés ya había estado al menos otra vez en prisión provisional y había sido detenido en otras tres ocasiones. Dijo Matos que «a lo mejor me equivoqué reuniéndome con el subdelegado, pero lo hice porque en ese momento pensé que era mi responsabilidad, como simple ciudadano, transmitir unas presuntas irregularidades de extrema gravedad que me habían contado Derbah y su letrado», pero ese es Gustavo Matos, el que se preocupa y ocupa de todo el mundo. ¿Estuvo mal hacerlo? Pues sí, y no.

 

Se sabe que Derbah estuvo ligado al mafioso británico John Palmer, que era su jefe de seguridad. El inglés fue uno de los que inventó lo de la multipropiedad en Tenerife. Palmer estuvo afincado en el sur de Tenerife y fue asesinado en su mansión del Reino Unido en 2015. Era conocido por ser el cerebro del robo del siglo XX, el atraco cometido en Londres en diciembre de 1983 en la compañía de seguridad Brinks Mat y que proporcionó a los atracadores un botín de 5.000 millones de las entonces pesetas y que hoy supondrían unos 30 millones de euros en lingotes de oro y platino.

 

Mezclar en una misma frase “narco” y “político” es ya una tentación a la que nadie escapa y es atractivo en un titular. De momento no hay nada, pero algunos ya inciden en la opinión pública con este mix. La conversación fue a finales de enero, en un sitio al alcance de todos, y en este momento, finales de mayo, no existe ninguna imputación por tráfico de influencias, ni por revelación de secretos, ni nada contra Gustavo Matos, pero la conversación existió y la sacan ahora en un medio de comunicación nacional. No importa que haya rechazado un soborno, lo que queda es el titular de su connivencia con el crimen organizado.

 

Las acusaciones contra Derbah son de tráfico de drogas, blanqueo de capitales y cohecho. Dos situaciones, la de Matos y la del libanés, que no tienen nada que ver. Lo que pasa es que ese medio nacional, casi, y de manera muy sibilina, deja entrever que uno, el vicepresidente del Parlamento, está ayudando al otro en esa presión policial que se ejerce sobre sus clubs, un sector que, aunque legal, opera en los límites de la regulación. Por el momento, en esta situación hay más preguntas que respuestas. Según esas grabaciones filtradas ahora, Derbah solicitaba ayuda que pudiera detener o suavizar lo que para él era un acoso policial injustificado.

 

Es importante distinguir entre tener varios casos pendientes con la Justicia y ser considerado criminal por cualquier contacto con una persona. Es decir, que alguien considerado criminal no puede hablar con un cargo público, porque quedaría “contaminado” al momento. Podríamos decir que ahí estuvo el error de Gustavo Matos. Casi nadie hubiera asistido a esa reunión, pero es que ninguno de nosotros somos él. Además, se trataba de Derbah, una persona a la que muchos quieren tener lejos, pero varios con los que he hablado dicen que es mejor tenerlo como amigo que como enemigo.

 

Y es ahí donde comienza el verdadero problema. Nadie ha visto qué dice, en realidad ese informe, ni siquiera si existe y, por lo tanto, desconocemos el contexto. Si nos fiamos de la palabra de Matos, y no tenemos por qué poner en duda sus afirmaciones, nadie de El Mundo se ha puesto en contacto con él para contrastar esa información. Decía el periodista Ryszard Kapuściński que “cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”, y esto es lo que ha sucedido en este caso. Para los intereses de ese periódico, la verdad pasa a un segundo plano, porque lo que está realizando es servir a su provecho y sobre todo a unos políticos que no son los que están en el poder.

 

Una reunión en una cafetería se transforma en un arma para polarizar y destruir políticamente a alguien o de ir contra un partido y fundamentalmente contra su entorno, que es lo que se va buscando. Lo importante no es lo que uno haga, sino cómo se presenta para dañar. Quien pide contexto o defiende la presunción de inocencia se convierte en objetivo, acusado de ser comprado por Matos o por los narcos.

 

Lo de Derbah no tiene un pase y hace bien la policía en investigar la legalidad de sus negocios y cómo ha llegado a esos niveles de riqueza, y sobre todo si ha cotizado y pagado todos sus impuestos, pero convertir a todo el que hable con él en cómplice, va un trecho largo. Podremos estar de acuerdo en que Matos se extralimitó en sus gestiones, pero hasta ahí. Entre otras cosas, porque ahora mismo ya es una señal de que, en función de cómo se cuenten las cosas, ya es un aliado de Mohamed Derbah. Y eso lo podríamos calificar de simplista o de “calumnia que algo queda” y que habitualmente es tan frecuente con los políticos que son de la capital del Estado.

 

Por lo que se ha podido averiguar, el que podría haber hecho la grabación es el propio empresario libanés. Cuando se le detuvo, el pasado 1 de mayo, en su dispositivo móvil, se encontró esta grabación que se analizó y que alguien, no se sabe quién, filtró a un medio escrito nacional cuyas publicaciones de wasaps están poniendo en jaque al Gobierno de Pedro Sánchez.

 

De Gustavo Matos sabemos muchas cosas, pero se hace muy cuesta arriba que se haya aliado con poderes oscuros. ¿Se acuerdan de aquel periodista, también de El Mundo, que relacionó a Adán Martín, entonces presidente del Cabildo, Miguel Zerolo, alcalde de Santa Cruz, y a los “Ignacios”, padre e hijo, con el blanqueo de capitales o el tráfico de armas? Pues eso.

 

Podríamos decir que nadie ha querido juntarse con Gustavo Matos, una vez que ha saltado a la opinión pública, y que ni los socialistas del partido ni del grupo parlamentario se han pronunciado sobre este particular. ¿Es un síntoma de lo que pasará? No lo sé, pero me llama la atención. Por ejemplo, Tamara Raya, secretaria general del PSOE en Tenerife, ya ha dicho que Matos debe explicar los hechos en el procedimiento informativo que le ha abierto el partido y no solo en una rueda de prensa porque lo que ha trascendido “no le gusta nada”.  Habrá que ver, mañana domingo, lo que ha dicho en la entrevista con Radio Televisión Canaria.

 

Decía mi madre eso de “tener amigos hasta en el infierno” para que le ayuden a uno, pero eso es diferente a ser incluidos, por haberlos oído, como partes del delito o de hacer gestiones para ayudarlos. Desde que el subdelegado del Gobierno dijo que el personaje en cuestión estaba siendo investigado y que el asunto estaba judicializado, Gustavo Matos dice que no hizo nada más y que no llamó al libanés ni a nadie. Lo que pasa es que se contradice cuando le informa a Derbah que no puede hacer nada porque estaban indagando algunas cosas.

 

Es legítimo discutir si un político debe reunirse con personas de reputación dudosa, pero eso no quita para que no le escuchemos o hagamos algunas averiguaciones. Ahora, también hay una discusión sobre el contexto de esta conversación, en la que una parte de la sociedad está convencida de que existe una relación entre ambos interlocutores, pero claro, eso es difícil de saber. Para el empresario libanés es fundamental que cesen las inspecciones en sus locales y en los otros que protege.

 

De lo que no cabe duda es que algunos se la tenían jurada a Gustavo Matos y de que varios de sus correligionarios en el PSOE de Canarias lo están esperando en la bajadita para quitarlo de unas listas en las que ellos consideran que hace mucho tiempo que figura. Es una manera de “cobrarse” una pieza. Lo mismo que desde el Partido Popular han tenido que recurrir a un comunicado en el que piden aclaraciones al PSOE para que digan si apoyan a Matos como secretario de Relaciones con el Estado y la Unión Europea en la ejecutiva regional del PSOE, vicepresidente segundo del Parlamento de Canarias y diputado regional.

 

En su escrito califican los hechos “como extremadamente graves para la reputación de la política en general en Canarias y, en particular, para nuestro Parlamento”. Un comunicado sin preguntas, por parte de los medios informativos y del que no hablan ni Luz Reverón, que es la portavoz del partido en el Parlamento, ni su adjunto, Carlos Ester Sánchez, que además es el presidente de esa formación en Gran Canaria.

 

En fin, que habrá que esperar para ver qué sucede en este asunto. De momento, la figura de Gustavo Matos ha quedado tocada tras el encuentro con Mohamed en la cafetería de un centro comercial y en las gestiones que hizo. Ha estado valiente para enfrentarse a todo el mundo en una rueda de prensa en la que no eludió ninguna pregunta y eso, para la clase periodística, ha sido evidente. Fue al día siguiente, tras haber hablado a los que tenía que darles explicaciones. Lo que pasa es que hay gentes que estaban esperando un caso así, no importa quién sea el protagonista, para hacer una política que no tiene nada que ver con ganar unas elecciones, sino con quitar de en medio a un rival. Y para eso no hacen falta alforjas, simplemente piden su dimisión y se frotan las manos.

 

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 17 de mayo de 2025

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