EL MONÓLOGO / 272
Democracia en rebajas
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Por Pepe Moreno *
Nunca se había visto un nivel de enfrentamiento tal entre la clase política que la actual. Hemos llegado a unos valores tan bajos que nos da vergüenza a todos los ciudadanos y parte de la culpa la tenemos los medios de comunicación con la polarización a la que asistimos y con tomar decisiones. Sobre todo, en función de la composición de los consejos de administración, a la hora de contar las noticias y de exponerlas a nuestros públicos.
Creo que en este momento hay un exceso de polarización de la vida política y además estimo que se hace una escenificación excesiva de la realidad, fundamentalmente porque vemos todos los días esta forma de exponerlo. Los ciudadanos estamos votando bipartidismo y una prueba de ello es que el PSOE gobierna en el Estado y en algunas comunidades autónomas, y de otro el PP rige en el Senado, donde tienen mayoría, y en la mayoría de las comunidades autónomas. No estamos, la inmensa mayoría, por los extremos, ni mucho menos.
Decía el otro día Jordi Juan, director de la Vanguardia de Barcelona que “la polarización está haciendo daño a la calidad de los medios de comunicación”, que se están situando en “trincheras”, posicionándose “a favor de unos en contra de otros”, y dejando a un lado su función social: la información. Y es verdad porque lo que necesitamos los ciudadanos es un compromiso con la verdad, o, dicho de otra manera, no sustituir la opinión con la manipulación de la opinión, y esto debe ser fundamental.
Hoy una parte importante de la población se informa a través de las redes sociales, y en ellas prevalecen las noticias falsas o que no han ahondado lo suficiente en los hechos para darnos una visión más polivalente de lo que está sucediendo. Ya algunos asertos como aquel de “los hechos son sagrados y las opiniones libres” han sido superados por los algoritmos que favorecen noticias que no se sabe muy bien de dónde han salido, incluso primando algunas que son falsas. Desgraciadamente, estamos dándole más importancia a cosas, que son meros guarismos y que aparecen más en algunos productos que agitan el panorama, por encima de medios tradicionales que las trabajan con más profesionalidad.
Estamos en un proceso en el que comienza a haber una cierta concienciación con la desinformación y lo aplaudimos. La información, que tiene que ser un servicio público, ha dejado de serlo. Nos estamos dejándonos llevar por unas ideas que no se sabe quién está detrás y que pueden darnos una idea equivocada de lo que pasa o ver las cosas con una perspectiva superficial.
Ahora mismo, por lo que se ve en los medios de comunicación, es más fácil crear un mensaje populista autoritario que está en franca dicotomía con el que se puede hacer en una democracia. Eso, teniendo en cuenta que estamos en un momento convulso, y la responsabilidad que tenemos los comunicadores, es decir, que lo que pasa en el mundo, y que nos afecta a todos.
Desde el punto de vista periodístico, es complicado ejercerlo con rigor y distancia, porque a veces los periodistas parecen militantes o hooligans. Uno de nuestros principales problemas es la falta de credibilidad. Y lo saben los dirigentes, que están creando muchas dudas, en unos momentos en los que contar, sin acritud y sin ambages, lo que está pasando y que cada uno opine, es más necesario que nunca.
Hoy en día vemos algunas informaciones que se utilizan, por una parte, por los políticos. Hacen ruedas de prensa sin preguntas o sin periodistas y no les importa y utilizan esos anuncios, sin que nadie les interrumpa o les pregunte, como un arma más y se quedan tan panchos.
Y en medio de todo esto estamos haciendo la ola cuando un medio extranjero habla mal de nuestros gobernantes o cuando viene un dirigente de fuera y nos impone la cuota en la que tenemos que apoquinar para que ellos estén contentos. Y nos alegramos, las gentes de la calle, que a nuestros gobernantes los pongan en un extremo de la foto o que no haya ningún contacto físico o algunas conversaciones.
Discrepo de todo esto, quiero decir que ni antes era bueno, ni ahora malo. Que venga un señor, por muy presidente, que sea de los Estados Unidos, y nos amenace con el asunto de los aranceles, como si eso no se negociara en conjunto con la Unión Europea, o como si no tuviera bases en suelo español, es no saber hasta dónde puede llegar.
Hay quien aplaude y se alegra. Lo hemos visto en todas las reacciones de los medios de comunicación españoles, donde pocos han salido en su defensa. Antes no sucedía así. Hemos sido portadas en casi todos los medios extranjeros. Así, el primero en abrir ese melón fue “The Times”, que escribió y publicó un editorial titulado ‘Time for Pedro Sánchez to rule or say adios’ (‘Es hora de que Pedro Sánchez gobierne o diga adiós).
En ese diario se criticaba la gestión de un presidente al que apodaban «el galgo» o «Don Teflón», por la rapidez con la que esquiva las crisis y su capacidad para salir ileso políticamente de cada escándalo. Hubo quien aplaudió, se alegró e incluso difundió el escrito. En otros tiempos eso hubiera servido de afrenta y nos hubiera molestado que desde fuera se pidiera la dimisión o la marcha del que se había elegido responsable máximo de la nación.
Sin embargo, sin salir de las islas británicas pocos días después fue el diario The Telegraph, el que publicaba un durísimo artículo contra Sánchez, firmado por los periodistas James Badcock y James Crisp, en el que venían a decir que nuestro presidente se encuentra «envuelto en un escándalo de corrupción, sobornos, grabaciones secretas, un ex portero de discoteca y una estrella del porno», cosa que no es que sea mentira y que algunos, en nuestro país, también han dicho. Nada que decir a un medio de comunicación que escribe, y se preocupa por los mandamases españoles, lo único que esperamos es que esto no se deba a una campaña y que se haga por el color político de quien es presidente del Gobierno.
Tampoco hay que ponerle un pero a lo escrito por los periodistas alemanes de ‘Der Spiegel’ quienes han llegado a calificar como «penoso espectáculo» las explicaciones de Sánchez sobre los escándalos de corrupción que le rodean. Están en su derecho y es lógico que digan esas cosas porque aquí también lo vimos así. También se han hecho eco otros medios internacionales como la BBC, Le Monde, Le Figaro o La Repubblica, que han explicado a sus lectores o televidentes la crisis en el PSOE en las últimas semanas.
Quizás sea por esto o por otras razones por lo que se puede leer en ‘Politico’, uno de los medios de comunicación más prestigiosos en el análisis de la actualidad europea, la calificación al presidente del Gobierno español como el “villano” de la OTAN. En el medio en cuestión, se ha señalado que España ha reemplazado a Canadá como el mayor quebradero de cabeza para la Alianza y se ha convertido en el «nuevo paria». Es decir, que hacen todo ese panegírico para un presidente que se niega a que el cinco por ciento de su Producto Interior Bruto vaya a parar a gastos de Defensa que muy posiblemente los reciban los estadounidenses.
En su análisis citaban los ataques de varios parlamentarios europeos como la primera ministra danesa, Miette Fredriksen, que criticó a España por debilitar la unidad europea frente a amenazas externas; o el ministro de Defensa polaco, Wladyslay Kosniak-Kamysz, que calificó el intento de Sánchez como «un mal ejemplo».
También el diario alemán ‘Frankfurter Allgemeine Zeitung’ calificaba de “fanfarronería” la actitud de Sánchez y el británico ‘Financial Times’ titulaba que el presidente español «torpedea la unidad de la OTAN». Estamos de acuerdo en que una cosa es informar, e incluso opinar, pero otra cosa es que desde fuera te digan lo que tienes que hacer y que encima algunos medios nacionales se partan las manos aplaudiendo. Y eso es lo que ha pasado con el presidente de los EE. UU. que ha venido desde su país a decirnos y a acusarnos directamente de que somos unos insolidarios y que él, que es el más fuerte, pondrá orden y nos doblegará con los aranceles, “haciéndonos pagar el doble”.
Por si fuera poco, su posición en la cumbre de la OTAN, encontronazo final con Donald Trump incluido, ha sido acusado de torpedear la unidad de la OTAN hasta tal punto que el propio secretario general, Mark Rutte, ha tenido que salir a desmentir la existencia de una excepción española. Rutte ha demostrado que es un pelota de mucho cuidado, es lo que aquí denominamos un adulón de tomo y lomo, riéndole las gracias al jefe y siempre dispuesto a lo que le digan.
Todo esto a cuenta de ese cinco por ciento que hemos de invertir en unos aparatos dedicados a la defensa del país. En el caso de España estamos hablando de trescientos mil millones de euros que tendrían que salir de las arcas públicas en forma de subida de los impuestos o de recortes en algunas cosas consolidadas como prestaciones por desempleo, pensiones o ayudas a las clases desfavorecidas para dársela a la industria del armamento que generalmente son americanas.
Están los “escribidores” obedeciendo una manera de decir las cosas para que se quede un poso que sirva para manejar a las multitudes, a la plebe. Hay que tener en cuenta de que, según los politólogos, la mayor parte de los ciudadanos se sitúa en una horquilla que va desde el 4 y el 6, siendo el 0 la extrema izquierda y el 10, la extrema derecha, lo que quiere decir que en nuestro país no somos radicales, en ningún sentido. Hay muchos más grandes consensos entre los votantes en la sociedad española de lo que parece.
Hemos sido capaces de enfrentarnos a los grandes temas sin que nadie se sienta excluido. Hay otros, como la eutanasia, el aborto, la lucha de sexos, la igualdad, los matrimonios del mismo sexo… en los que hay diferencias de pareceres, sin que estos sean asuntos de confrontación más allá de las ideas. En nuestro país son muchas cosas que gozan de una unidad bastante sólida y a las que la sociedad representada por la opinión pública, provocan dudas existenciales.
Por eso difiero de que los de fuera nos impongan lo que se tiene que pagar y cómo debemos hacerlo. Un amigo me decía que a él también le molestaba que vinieran de fuera a decirnos lo que teníamos en casa, pero también añadía que lo tenemos merecido. Lo que quería es que sacarán a Pedro Sánchez, porque por muy mal que lo hiciera un gobierno, no puede ser peor que lo que está haciendo. Podría darle la razón, pero me repatea mucho que nos impongan las reglas, un matón de patio que está en el poder por los votos de sus ciudadanos y no por los nuestros.
Hay que saber cómo y cuándo imponerse y no tenemos que hacer a pie juntillas lo que nos digan. ¿De verdad que le vamos a hacer caso sin plantarle cara, excepcionalmente, al presidente de las EE. UU.? Un hombre que ha cambiado leyes para que sus amigos no estén imputados en las Cortes legislativas americanas, que ganó las presidenciales con un ideario y que hoy aplica otro, que está deportando a miles de personas por el carné de identidad. Es un poderoso caballero que está ganando miles de millones con unos pocos razonamientos financieros. Es un matón que apabulla a todo el mundo.
Pedro Sánchez ya discrepó de lo que le decían en el pasado con la excepción ibérica en el asunto de la luz, lo hizo con los fondos europeos y nos llegaron a acusar de vagos a los países europeos diciendo que aquí no se trabajaba lo suficiente. Ahora me niego a darle la razón a Donald Trump y compañía porque eso significaría endeudarnos para enriquecerlo a él. Tenemos otras armas para echar a Pedro Sánchez de la Moncloa, pero no las que quieran los extranjeros.
* José MORENO GARCÍA
Periodista.
Analista de la actualidad.
Islas Canarias, 28 de junio de 2025
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