EL MONÓLOGO / 278
Sigan pasando la gorra

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Por Pepe Moreno *

 

 

Voy a dedicarle hoy El Monólogo a algunas preguntas que cada día me hago y que o no tienen respuesta, o la hacen según cómo se mire o cambian dependiendo de la ideología del que la hace y su opinión está tan mediatizada que no sabe uno con qué quedarse.

 

Por ejemplo, los que hoy nos gobiernan llegaron al poder diciendo que nos iban a bajar los impuestos y no solo no lo han hecho, sino que los han subido o se crean nuevas figuras impositivas que encarecen algunos productos y no se sonrojan por ello. Esto sería impensable en otra época, pero en el presente, con el nivel que tienen y con unos medios de comunicación paniaguados, no tienen problemas al comunicarlo, porque todos dependen de la cuenta oficial para subsistir.

 

Dijeron que había que rebajar el IGIC del 7 al 5 % y no lo ha hecho. Tanto desde CC como desde el PP han remarcado que “no es el momento” por la “incertidumbre”. El Parlamento de Canarias mencionó por primera vez la más que posible vuelta a la rigidez económica y de gasto impuesta por Bruselas en 2022. La oposición defendía que no se aplicara dicha medida y ha recordado que los productos de la cesta de la compra de Canarias ya tienen IGIC tipo cero.

 

Lo único que han hecho es subir el número de cargos en el organigrama del Gobierno de Canarias, pasando de las de once consejerías que tenían en el anterior ejecutivo a las trece de la actualidad. Lo que supone un aumento del 23 % en el número de altos cargos. Asimismo, la paridad no se ha logrado en este Ejecutivo, donde apenas hay cuatro viceconsejeras de un total de 26 puestos en ese rango.

 

Han puesto excusas como que el Gobierno Central lo impide, que quizá hay que pedirle permiso a Ezquerra, o que hay que flexibilizar las reglas de gasto, las que usted quiera, pero su promesa electoral no la cumplen y usted y yo pagamos el IGIC marcado y ellos no lo rebajan.

 

Un día se sacaron de la manga al poner una serie de tasas o impuestos que todos vimos bien, pero si rascamos un poco más, veremos que no tienen ningún anclaje. Por ejemplo, el céntimo verde que todos tendremos que pagar por rellenar nuestro tanque de combustible. No es que sea mucho, pero así empezaron con el impuesto de los combustibles que se puso en tiempos de Paulino Rivero para pagar aquello de la homologación de los profesores y vete tú a quitarlo hoy.

 

Son impuestos que lastran la libre competencia, que se van sumando a la cuenta general y que hoy conforman un precio que no sería igual si ese combustible lo pudiéramos comprar en “duty-free”. El precio que pagamos por cada litro de gasolina o gasóleo en Canarias no se debe únicamente al coste del combustible. En su composición influyen diversos factores: desde el precio del petróleo y el proceso de refinado, hasta los márgenes de distribución y, sobre todo, los impuestos aplicados, que en caso de las islas.

 

Lo que nos están cobrando a los ciudadanos es un impuesto especial de 0,265 €/litro para la gasolina 95 y 0,222 €/litro para el gasóleo. Además, está el arbitrio sobre las importaciones y la entrega de mercancías, lo que se conoce como el AIEM y por el que hay que sumar otros 0,007 €/litro para gasolina y 0,0065 €/litro para gasóleo.

 

Bueno, pues solo la alcaldía de La Matanza de Acentejo, que dirige el socialista Ignacio Rodríguez, dejó claro en su última junta local su total oposición a ese impuesto llamado céntimo verde o forestal que encarece ya los combustibles.

 

El equipo gobernante considera que se trata de un evidente “castigo fiscal” contra los residentes en la Isla que se da en un contexto de dificultades económicas para muchas familias que, ahora, deben pagar más para llenar los depósitos de sus vehículos. ¿Y qué hemos hecho los demás? Usted mismo para contestar.

 

Un amigo me comenta que no entiende el propósito de ciertas figuras impositivas si las corporaciones destinatarias no utilizan plenamente los fondos asignados en sus presupuestos. Según su perspectiva, los ciudadanos ya soportan una carga fiscal significativa, especialmente con impuestos incluidos en productos como el combustible.

 

Recientemente, se ha difundido que, en España, el ciudadano medio destina 228 días al año (32,5 semanas o aproximadamente 1.302,8 horas laborables), desde el 1 de enero hasta el 18 de agosto de 2025, exclusivamente al pago de impuestos.

 

Pues bien, ahora los Cabildos de Tenerife y Gran Canaria, en su afán de recaudar y con una población tranquila, propone que ellos, la corporación insular, se quede con un céntimo por cada litro de combustible repostado y, supuestamente, su recaudación se dedicará a financiar “actuaciones medioambientales prioritarias”.

 

Este dato indica que se trabaja 16 días más que en 2024 y 35 días más que en 2021 solo para cubrir obligaciones fiscales. Este incremento refleja el crecimiento de la carga tributaria en el país y pone de manifiesto el coste asociado al sostenimiento del Estado.

 

El otro día oí una información en la que decía lo bueno que sería para La Palma el nuevo telescopio TMT porque, “se estima que se contratasen en torno a 900 empleos, no solo en la construcción sino en servicios de ingeniería, servicios varios como el mantenimiento o la limpieza o la seguridad, hotelero, el sector de la restauración, el comercio o el mismo transporte”.

 

Sin embargo, en otras informaciones, ese mismo medio dijo que Canarias demanda empleados como camareros, cocineros, electricistas y conductores de camiones y guaguas, porque no hay y, añadía que son los puestos de trabajo más demandados y de difícil cobertura en las islas, debido a la falta de experiencia, formación e idiomas.

 

¿En qué quedamos? En la primera información o en la última, porque tengo la sensación de que nos están haciendo la cama. Si se fijan, todo gira en el mismo entorno y alguien saldría ganando.

 

O los hospitales, tanto en el Sur como en el Norte, que descongestionarían tanto al HUC como a La Candelaria y no ha servido de nada, por lo menos hasta ahora. O las viviendas, que ha marcado un nuevo máximo al crecer un 12,2 % interanual en el primer trimestre de 2025, el mayor aumento en casi dos décadas, situándose incluso por encima de la media nacional, con una subida del 12,3 %, en un contexto de alta demanda y escasa oferta.

 

Oí, en esta misma semana, a una dirigente municipal explicar que lo que ASHOTEL lo que pretendían es que les dieran, “gratis”, suelo en el que construir viviendas, 40 años de concesión para que sus empleados tuvieran un techo y que las licencias se resolvieran antes de dos años.

 

Puede que sea un tiempo prudencial, pero que les den esos solares sin pagar y con una autorización tan larga, me parece una tomadura de pelo. Pero ¿qué les decimos a los profesores que no encuentran casa o a los transportistas o a los sanitarios?

 

Porque luego tenemos las infraestructuras, que se hacen más rápido en una isla que en otras. O la sanidad, que ahora está atascada. Cada vez que hablamos de este asunto, me acuerdo de aquello de “ingresa cadáver en la Seguridad Social y le dan cita para un mes más tarde”.

 

No hemos avanzado nada. Hoy vemos la contradicción del Gobierno que, por un lado, plantea la reducción de la jornada laboral, y luego, por otro, obliga a realizar guardias inhumanas de hasta 24 horas.

 

Otra pregunta. Si todos los que estamos leyendo este artículo, pagamos nuestras vacaciones, unos en un lugar más caro que en otros, ¿por qué el presidente del Gobierno y todos los que le acompañan se van de veraneo, nada más que 23 días, a un sitio como La Mareta en el que no tendrán que pagar nada?

 

Ni el presidente ni ningún ministro tienen contrato laboral en que se hable de que tienen derecho a unas vacaciones pagadas por todos los demás. En algunos países, ni siquiera los trabajadores por cuenta ajena tienen derecho a un mes de vacaciones. No se trata únicamente de una cuestión legal, sino también de responsabilidad institucional.

 

El presidente del gobierno asume el nivel más alto de responsabilidad pública, por lo que resulta inapropiado ausentarse por un periodo tan prolongado como veintitrés días consecutivos. Desde cualquier perspectiva, esta situación carece de la medida y prudencia esperadas para el cargo.

 

Me parecen muchos días y sin pagar ni gastarse nada. No sé si el presidente cree que los demás habitantes de este país tienen posibilidades de unas vacaciones de esa forma, pero no parece lo más acertado. Llegó el sábado en un avión privado y manda en un país que no tiene presupuestos, que no sabe qué hacer con los menores no acompañados, que tiene que a su hermano y su mujer con problemas judiciales.

 

Con un fiscal general, que él nombró, a un paso del banquillo. Con un partido de la oposición que le dice todos los días cosas sobre su pasado y la implicación que tiene con saunas y negocios sexuales. O con unos socios que le facilitaron su investidura y que hoy le piden más cosas, porque saben de su debilidad para mantenerse en el poder.

 

Si hacemos memoria, también se fue en Navidad, tras viajar a los Pirineos, y en Semana Santa estuvo por China y Vietnam.

 

Ocupar esa presidencia implica asumir una serie de responsabilidades fundamentales, ya que este cargo representa un compromiso con el servicio público. Nosotros depositamos nuestra confianza en el presidente para que desempeñe sus funciones con dedicación, y por ello dispone de los recursos necesarios, como una residencia oficial y unos medios de transporte que sean más adecuados a su labor institucional, no para irse de vacaciones.

 

Y uno se pregunta: ¿de veras alguien está pensando en los ciudadanos, en los que llenan el depósito, hacen cola en urgencias, pagan el alquiler, buscan vivienda, trabajan sin librar, o simplemente intentan llegar a fin de mes? ¿O solo se acuerdan de nosotros cuando hay elecciones, cuando hay que posar para la foto o cuando toca vender humo? Yo, por más que miro, no veo que nadie en el poder ponga los pies en el suelo… y mucho menos en esta tierra.

 

Suben los sueldos y todo está más caro. ¿Nos paramos a pensar que lo segundo sucede porque ha pasado lo primero? Creo que cada día hay menos conciencia crítica y que no nos paramos a pensar o que pensamos que el Estado nos tiene que solucionar todo.

 

No se equivoquen. Los ciudadanos aguantan mucho, pero no eternamente. No todo vale. No todo se traga. Porque llega un momento en el que la paciencia se agota y el hartazgo se convierte en voz. Y cuando eso ocurra, más les vale estar preparados. Porque Canarias ya no está para cuentos.

 

Porque entretanto impuesto, promesa, tasa y titular, uno empieza a creer que lo único verdaderamente libre en este país… es el asombro. Y hasta ese, últimamente, viene con recargo.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

 

Islas Canarias, 9 de agosto de 2025.

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