EL MONÓLOGO Nº040
Seguimos en lo mismo, pero…
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Seguimos en lo mismo, pero en un año nuevo
Pepe Moreno *
Ya pasaron las fiestas navideñas. Con los regalos del pasado miércoles, finalizaron los festejos que comienzan con el nacimiento del Niños Dios, siguen con el paso de año y terminan con los repartos que hacen Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. Así pues, querido lector de Canarias en positivo, desconozco cómo de bien han estado estas fiestas en su casa, pero de lo que es seguro es que las recordaremos por los detalles singulares que las han marcado.
Por la normativa en las reuniones, por las cifras de contagios, por los descartes que hemos tenido que hacer para que las sillas en torno a la mesa no superaran el número marcado por unas autoridades que dan más bandazos en la promulgación de decretos que un ebrio en un barco en medio de un temporal, y por un tiempo en el que nos ha preocupado más la cantidad de gente que la ausencia de ella.
Antes íbamos a una tienda a comprar y desconfiábamos si no había mucha gente. Ahora es, al contrario, nos da mayor seguridad que no haya nadie, para, como dicen los agobiados, evitar los contagios. Y es que hoy, todo es lo contrario de lo que fue. Antes en Navidad venían hasta los parientes lejanos por aquello de que nos íbamos a echar de menos y ahora les decimos que mejor se queden en sus lejanías y que ya haremos un Zoom o un Skype para saber cómo les va y para poder criticar si están más gordos, con caras más rellenitas, con mejor casa o mejor ropa.
Todo va cambiando. Nuestros dirigentes desaparecen en medio de la pandemia y nadie dice nada. Por ejemplo, ¿hemos vuelto a saber algo del presidente del Cabildo, Pedro Martín? Lo último que supimos de él es que había dado positivo por Covid-19. ¿Se sabe algo de cómo se contagió? El hombre que tanto hablaba a todos los ciudadanos de la isla de Tenerife, a los que les recordaba continuamente que había que cumplir unas normas y que nos las estábamos saltando permanentemente, porque el número de infectados subía sin parar. Esa autoridad que no reclamaba más rastreadores, que no ponía en duda ninguno de los datos que los demás esgrimían sobre la isla en la que él preside la Corporación Insular.
Ese hombre que solo aparece para regañarnos porque no nos estamos haciendo los test necesarios, al que no se le ha oído nada referente a que esta terrible enfermedad haya entrado en las residencias de mayores, en las que el Cabildo tiene competencias, que no nos dice qué se ha hecho para evitar que el Hogar Santa Rita se convierta en una trampa mortal para acogidos y trabajadores, o que la Residencia Cataleya, en El Sauzal, tuviera que ser intervenida por Sanidad con más del 50 por ciento de los residentes dando positivo en esta enfermedad. ¿Cómo es posible que, ante todo esto, la principal figura insular se quite de en medio a cuenta, precisamente, de haber dado positivo? ¿Se contagió por no seguir las normas que el mismo nos ha repetido en tantas ocasiones?
Uno todavía se pregunta cómo es posible que, desde marzo, cuando nos confinaron, hasta ahora, solo se haya celebrado una reunión con los alcaldes para saber cómo están actuando en una pandemia que tiene mucho de ayudar y menos de hacer política. No hemos sabido nada de él, de un presidente de Cabildo al que notamos cada día más ausente, al que no echamos de menos porque su labor no se nota en medio de un mundo que todos los días arruina a algún negocio y beneficia a los grandes, a los que nadie audita en sus comportamientos.
El presidente del Gobierno, Ángel Víctor Torres, compareció el pasado jueves, una vez pasadas las fiestas, para decirnos cosas que presentían, intuían o preveían los que razonan en estas islas, pero que no tienen el poder de transmitirlas al BOC y por tanto de poder firmarlas, como él. Nos dijo que se ampliaban las medidas restrictivas en Tenerife dos semanas más. Aunque hemos mejorado en números aún tenemos que reunirnos de cuatro en cuatro. Siguen adelante las restricciones en la hostelería que a tantos negocios han llevado a la ruina.
Eso sí, llegó a decir, que dejaban para un próximo Consejo de Gobierno plantear algunas medidas, quizás – “antes de que acabe el mes de enero analizaremos una serie de ayudas a los sectores que están sufriendo todas estas tomas de decisiones”. ¿Saben cuánto tiempo llevamos con estas medidas restrictivas? ¿Saben desde cuando en la isla de Tenerife comenzaron a ponerle las cosas difíciles a los que se dedican al negocio de los bares, cervecerías, restaurantes, casas de comidas, bodegones, y toda la tipología propia de ese tipo de negocios?
Todos hemos perdido las referencias de cuando comenzó, pero estoy casi seguro de que fue a mediados de octubre o comienzos de noviembre y desde entonces no hemos oído a nadie, ni del Gobierno ni del Cabildo, hablar por los afectados. En el Cabildo no se sabe quién se ocupa de este tipo de negociado, pero debe estar cobrando todos los meses, cosa que se le hace bastante difícil a los autónomos y a los cientos de empleados de todos esos negocios a los que les afectan las restricciones marcadas por el Gobierno. Son los mismos que nos dicen que ya verán cuándo estudian o aprueban medidas que palíen los daños que sus decisiones están provocando.
A Tenerife, isla a la que venían de todas las demás, de fuera de nuestro Archipiélago e incluso de Europa en busca de nuestra gastronomía, se la están cargando día a día sin que nadie diga o haga algo. Ya tenemos casi seguro que uno de nuestros restaurantes con estrella Michelin ha cerrado, posiblemente para siempre, que otros dos que ostentaban el mismo galardón, se han mudado a sendos hoteles en el Sur, que son los que sostendrán parte de su infraestructura, poniendo un poco más difícil su acceso a los que solo buscan su particular forma de ver la cocina. Y las otras tres que quedan también están en un resort de lujo, con las restricciones que eso conlleva.
¿Y hay alguien que diga algo de esto? He oído los lamentos de Ramón Fariña, presidente de la Asociación de Empresarios de Restauración y Ocio (AERO), o de Carlos Quintero, de la Asociación de Ocio y Restauración (OICO) diciendo que no pueden aguantar más y que les va la vida en que se regulen ayudas para su sector. Explican que es imposible subsistir con la prohibición de consumir en las barras y la disminución aún mayor del aforo, con la imposición de grupos de cuatro personas como máximo en las escasas mesas de las terrazas, y además con un toque de queda que obliga a tener cerradas las instalaciones a partir de las 23.00 horas.
Ellos están convencidos de que este tipo de medidas van a suponer el cierre definitivo de más negocios que ya no pueden seguir a flote. Y lo único que sabemos a esta hora, por la parte gubernamental, es que antes de que acabe enero analizarán y estudiarán como ayudarles. Y se olvidan del tiempo que llevan con restricciones y sin ayudas, de que a lo mejor ahora lo estudian porque son otras islas las que podrían entrar en ese tipo de restricciones y por tanto ahora sí que merece la pena ver qué se puede hacer. Pero ¿y todo el tiempo que ha estado Tenerife con estas restricciones no había nadie que pensara en planes de ayudas?
En este tiempo se echa de menos a mucha gente. A los que nos puedes ver porque no se dan las condiciones, a los que se han ido, a los que han desaparecido y a los que se han borrado. Y les aseguro que la lista es larga y tremendamente sorprendente porque se echa en falta muchas resoluciones y sobre todo que hayan pensado en las gentes a las que les afectan esas medidas que propugnan.
A nadie se le escapa que están pensadas en el bien común, que de esta enfermedad que nos acecha no se sabe mucho y que se han dado cantidad de palos de ciego, pero ¿qué están haciendo además de prohibir y de recortar derechos? ¿Sabemos algo, pero que sea cierto, sobre la campaña de vacunación? ¿Cuánto van a tardar en que la inmunidad sea mayor que los contagios? ¿Todo se basa en que no nos veamos, limitemos los movimientos, no podamos ir a los sitios que deseemos o dejar de ver a los que están dentro del riesgo de infecciones? ¿Es eso todo?
Las cifras de paro en Canarias superan las 260.000 personas sin empleo. Tenemos a unos 80.000 en eso que se llama ERTE y cuyo sueldo apenas supera los 1.000 euros y a unos empresarios que ya no tienen músculo para seguir pagando las cuotas a la Seguridad Social. Tenemos una cuenta de resultados, la de las pensiones, que cada día es más deficitaria por el paro que hay y por la cantidad de gente que no cotiza. ¿Ha oído hablar a los responsables de estos departamentos, más allá de lo que tienen que decir el día que sale la cifra, de lo que hacen para evitar que el estropicio sea mayor?
Seguimos teniendo a nuestro alrededor a personas que se escandalizan porque hay mucha gente en determinados sitios. Colocan sus fotos en las redes sociales y no miran si en las colas se mantiene la distancia recomendada o si todos van con mascarillas, lo que les preocupa es que son muchos. Lo otro es secundario. Y es que en esta sociedad en la que vivimos, el miedo lo puede todo. Incluso la crítica solo es por la cantidad y no por lo que están haciendo, comenzando por unos dirigentes que únicamente nos dicen qué debemos hacer, no lo que ellos están haciendo y eso me preocupa. Todos estamos colaborando a que nos vaya peor. En todos los sentidos. ¿O no?
* José MORENO GARCÍA
Periodista.
Analista de la actualidad.
La Laguna (Tenerife), 9 de enero de 2021.
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