España-Inglaterra… en 1797
Ataque británico a la costa de Santa Cruz

AL FINAL DE ESTE ARTÍCULO, TRAS LA FIRMA, PUEDES DEJAR TU OPINIÓN Y RESPUESTA…

Valeriano Weyler González *

Daniel García Pulido *

 

 

«Son los hombres quienes deciden la suerte de las batallas», proclamaba el historiador griego Jenofonte en su narrativa “Anábasis” sobre la expedición militar de Ciro el Joven en los lejanos enfrentamientos greco-persas del siglo IV a.C., obra recientemente adaptada a la novela moderna bajo el título “La Odisea de los Diez Mil”.

 

Hace ahora 227 años, en tiempos mucho más cercanos, se enfrentaban también dos grandes potencias, España e Inglaterra, con Tenerife como teatro de operaciones. No eran 10.000 los ingleses que atacaban a las Canarias, pero sí un poderoso contingente que seguía la iniciativa y consignas del Almirante Horacio Nelson, el marino de guerra británico por excelencia, enfrentándose al General Antonio Gutiérrez, veterano Comandante General de la España de Carlos IV que lideraba las fuerzas militares profesionales y al pueblo de Tenerife encuadrado en las Milicias Canarias.

 

Vayamos directamente a aquella fecha, a conocer someramente quiénes y cómo actuaron en aquella batalla, la de Santa Cruz en 1797, a través de estas líneas que ven la luz nuevamente bajo la generosa amabilidad de Canarias en Positivo.

Recreación de una parte del desembarco inglés en Santa Cruz. Detalle, composición de V. Ezquerro

 

Recordábamos en estudios anteriores que el ataque inglés tuvo sus primeros compases por el frente inmediato del Castillo de San Cristóbal, puesto de mando local, a su izquierda y derecha -siempre mirando al mar- siendo rechazados con gran valor y efectividad por la artillería y fusilería españolas, sin cuyo éxito, más que probablemente, se habría perdido la batalla desde su mismo comienzo.

 

Todo lo relativo a la Artillería será objeto de algunas notas futuras, pero hoy nos ceñiremos básicamente a las maniobras en tierra, también cruciales en la defensa de la Plaza, que corrieron por cuenta de la siempre fiel Infantería. Disponemos de ejemplos recientes (2ª Guerra Mundial, Irak, etc.) en los que un objetivo militar no se toma con carácter efectivo y estable hasta que la infantería domina el terreno, que era justamente lo que pretendían las fuerzas atacantes, pero que encontró firme y enérgica oposición en el lado tinerfeño.

 

El Batallón de Infantería de Canarias, pieza clave de Gutiérrez en la victoria tinerfeña sobre los ingleses

 

Gutiérrez disponía de un contingente, el “Batallón Fijo de Infantería Ligera de Canarias” (en adelante, “Batallón de Infantería de Canarias” o sencillamente “Batallón”), unidad que él mismo había constituido años atrás, a poco de tomar el mando en las Islas, consolidando la imperiosa necesidad detectada por sus antecesores de disponer no solo de unas fortificaciones sólidas y suficientes sino de unas fuerzas profesionales al abrigo de aquéllas, complementadas por las Milicias de recluta local. Los Comandantes Generales habían venido presionando a los Secretarios de Guerra para obtener la correspondiente financiación.

 

Así, este Batallón ya contaba con militares profesionales que, además, en la coyuntura que nos ocupa, disponían de cierta experiencia en combate, a diferencia de la mayoría de fuerzas presentes en Tenerife. Era su unidad más preciada y el General la ubicó a la derecha de la línea, en el Hospital Civil (hoy Museo de la Naturaleza y Arqueología), algo más alejada del centro, al otro lado del Barranco de Santos, frente a la Iglesia de La Concepción. Su jefe accidental era el Teniente Coronel Juan Guinter, de origen alsaciano pero arraigado en Tenerife desde años atrás. Su liderazgo fue destacado por cuanto condujo con efectividad, marchando a la cabeza de los suyos, todas las operaciones desplegadas por el Batallón en las 4-5 horas de la madrugada del 25 de julio.

 

Al Batallón estaban adscritas las citadas fuerzas locales de apoyo, las Milicias Canarias, unidades no profesionales, provenientes de la sociedad civil. Si bien la “nómina” del Batallón debía ser de unos 620 hombres (280 del propio Batallón y 340 de Milicias), la realidad de aquellas fechas de 1797 es que tan solo estaban “empleados” 375 combatientes en total. Como desafortunadamente sucede en algunas empresas y administraciones actuales, las plantillas no siempre se encuentran completas. La realidad fue aún peor, pues solo 245 hombres entraron en acción, según un minucioso estadillo del Batallón presentado al General una vez concluida la contienda. A las cifras anteriores se sumaban unos 40 militares de las Banderas de Cuba y La Habana presentes entonces en la Plaza.

Movimientos británicos en el desembarco del 25 de julio de 1797

 

Estas fuerzas españolas se enfrentaban a unos 500 ingleses, que con numerosas lanchas consiguieron desembarcar, a marea baja, en las “playas” de la Caleta de Blas Díaz-La Aduana (hoy, Cabildo Insular), las Carnicerías (final de la actual calle “Barranquillo”) y Barranco de Santos, cubriendo una amplia zona del frente de mar santacrucero. Era, de hecho, una maniobra envolvente, una “pinza” a Gutiérrez en operación anfibia con fuerzas muy considerables y peligrosas.

 

Troubridge, comandante de las fuerzas de ataque por designación de Nelson, saltó a tierra por La Aduana, siendo rotundamente rechazado en su intento de asalto a San Cristóbal por ese flanco derecho, y acabó callejeando hasta situarse en la parte de arriba de la Plaza de la Pila (de La Candelaria, actualmente). Los demás ingleses que estaban desembarcando más al sur hubieran acabado reuniéndose, y colocado en situación muy comprometida al centro de la defensa, si no hubiese intervenido activa e inteligentemente el Batallón, como comprobaremos enseguida.

 

Los combates del Batallón en las calles de Santa Cruz fueron determinantes en la derrota sobre Nelson

 

Los hombres de Guinter, desde su apostadero inicial en la calle del Hospital, ven británicos desembarcando por el Barranco de Santos y, sin perder un instante, arremeten contra ellos con fusilería y un cañón “violento”, haciéndoles bajas y obligándolos a retirarse en sus lanchas. Esta columna de ingleses acabará desembarcando el grueso de sus fuerzas por el Barranquillo, a resguardo del citado fuego inicial del Batallón, pero ya sintiendo la presión del lado español, que repele y desarticula con potencia su intento de entrada inicial. En efecto, fue el primer momento crítico en la defensa a cargo de los infantes. Las partidas españolas de La Habana y Cuba intentan frenarlos en este nuevo punto inglés de puesta a tierra, pero, en neta inferioridad numérica, han de retroceder y consiguen unirse al Batallón.

Recreación del combate, Asociación Histórico-Cultural La Gesta

 

Entretanto, Guinter y sus hombres continúan el avance hacia el centro de la Plaza, sobrepasando el Barranco y la zona de La Concepción para luego sostener otro significativo cruce de fuego con ingleses apostados en la zona de Las Carnicerías, causándoles bajas y facilitando la toma de prisioneros, controlando tan valioso punto de la costa. Fue el segundo momento crítico y muy eficaz de la infantería. Con ello prácticamente terminaron de empujar a las partidas inglesas hacia cotas superiores en Santa Cruz, despejando de enemigos toda la zona litoral y cercanías.

 

Por su importancia en el desenlace de la batalla diremos sucintamente que los “violentos” eran unos cañones ligeros relativamente fáciles de mover, a brazo, por parte de sus mismos sirvientes, y con una buena cadencia de disparo. En aquellas jornadas fueron un sustancial apoyo a la infantería, disparando saquetes de metralla sobre el enemigo con gran eficacia. El término es una deriva popular del francés “volant”, artillería volante, si bien los empleados en Tenerife no encajarían técnicamente en dicha clasificación.

Movimientos del Batallón de Infantería de Canarias el día de Santiago, 1797

 

Es este el momento en el que el teniente Siera, de la Bandera de La Habana, que se había unido a Guinter en el curso de estas refriegas callejeras, consigue regresar al Castillo de San Cristóbal tras cumplir una misión encomendada por el General en Jefe. Gutiérrez, en aquella noche oscura, atacado vigorosamente su puesto de mando por ambos flancos y sin información de detalle, necesitaba datos de enlace para tomar decisiones, como ocurre indefectiblemente en cualquier situación de emergencia, entonces y ahora, de índole militar o civil.

 

Envió a Siera a salir en busca de la Infantería con la orden de que avanzasen hacia el centro. Se desconocía el estado en que se encontraba el Batallón, y si hubiese caído en manos enemigas el escenario habría tornado en un negro intenso a tono con la oscuridad reinante. Pero Siera, que viene con las pulsaciones al máximo tras jugarse la vida en el tramo sur, exclama el famoso “¡El Batallón está intacto, mi General!” y le informa con precisión. Gutiérrez ya puede seguir dirigiendo las operaciones con el rigor y conocimiento de causa requeridos, a la luz de la información fidedigna recibida de su emisario.

 

Con Guinter ya frente al Castillo de San Cristóbal y en la Plaza de la Pila, acomete los nuevos dictados del Comandante General: colocación de varios cañones “violentos” en las bocacalles (Malteses, Las Tiendas…) que miran hacia la derecha, esto es, apuntando hacia el interior-sur de Santa Cruz, por donde merodean los enemigos. Esta operación fue la tercera y última contribución clave del Batallón, que produjo bajas a varios ingleses situados por aquellas vías y los ahuyentó definitivamente del centro de la ciudad.

 

Los británicos en su totalidad, acorralados, vinieron a encerrarse en el Convento de Santo Domingo (actual “Recova Vieja”), no pudiendo escapar de su confinamiento sin ayuda externa. Tras varios emisarios enviados por los ingleses, antes y durante aquellos momentos, conminando a Gutiérrez a rendirse (con inusitada osadía dado lo precario de su situación) ya solo les quedaba ser rescatados por la flota. En efecto, con las primeras luces del día de Santiago, sus compañeros en los buques fondeados intentan un nuevo desembarco, que es frustrado mediante la certera actuación de la artillería, desde la Batería del Muelle. No les quedaba otra opción que capitular y rendirse.

 

España había vencido a Inglaterra. Por desgracia para los atacantes fue por goleada, a tenor de la comparativa de bajas mortales y heridos en ambos frentes, incluido el propio Nelson. A pesar de la victoria hay que lamentar, en rigor histórico del que no rehuimos, algunas deserciones e incumplimientos del deber, en línea con las estadísticas asociadas a situaciones extremas de diversa índole. Hecho atribuible, en este episodio, a haber sido protagonizados por civiles con poca o ninguna instrucción militar y muy deficientemente pertrechados. Nos lo detalla nítidamente uno de los narradores de la Gesta tinerfeña, integrante del propio Batallón:

 

“No faltan personas también que critiquen el modo con que en el ataque se ha portado el Cuerpo de Cazadores, y los quatrocientos hombres que havían venido el día antecedente, se confiesa que hubo faltas graves, pero éstas no deven estrenarse ni causarnos admiración en unos Oficiales y Soldados que jamás se han visto ni hallado en la guerra, ni gozado de sus estragos, y especialmente en un improviso asalto de un Enemigo furioso e intrépido: el fuego fue vivísimo, la refriega sangrienta, el Enemigo aguerrido y temible; pues no deve admirarse de que el Soldado se llenase de terror a vista de este espantoso objeto, por que es constante que lo mismo se experimenta en el Egército quando se ha gozado de la dulzura de la Paz por treinta o quarenta años; y aunque haia Oficiales y Sargentos experimentados, siempre suceden iguales faltas, hasta que la continuación de las Campañas les infunde espíritu, valor e inteligencia: con razón se deve esperar de estos Naturales habiendo motivo para ello, se dejen ver Oficiales y Soldados reconociendo mérito, pues en muchos lo acredita la experiencia, así en el País, como en los Egércitos en donde han ido a servir, y son por naturaleza intrépidos y buenos Soldados si se les save conducir”.

 

A la postre, esas singularidades fueron compensadas con creces por la integridad y heroísmo de quienes permanecieron en sus puestos, aun a costa de su vida. Los elogios al Batallón fueron unánimes en todas las relaciones y narraciones coetáneas, lo cual es revelador de su decisiva contribución a la victoria. Es a ellos a quienes homenajeamos y mantenemos en nuestra memoria con respeto, admiración y gratitud por haber puesto nombre y apellido, cual invocaba Jenofonte en su relato, a los hombres que decidieron la suerte de la batalla.

 

En evocador ascenso a su gloria eterna, apelamos a la ofrenda que nuestros Ejércitos de España, dondequiera estén desplegados, rinden en Homenaje a los Caídos:

 

“Lo demandó el honor y obedecieron.

Lo requirió el deber y lo acataron.
Con su sangre la empresa rubricaron.

Con su esfuerzo la Patria engrandecieron…
Como valientes lucharon y como héroes murieron…
No quisieron servir a otra Bandera.

No quisieron andar otro camino.
No supieron vivir de otra manera”

 

Es de justicia dedicar un recuerdo a la Infantería de Canarias en el palmarés urbano de Santa Cruz

 

El espíritu del Batallón pervive. La unidad actual del Mando de Canarias heredera natural de aquellos españoles del siglo XVIII es nuestro condecorado y distinguido Regimiento de Infantería “Tenerife” nº49 (Medalla de Oro del Ayuntamiento de Santa Cruz, como destacado lauro en el orden civil), que junto a otras unidades articuladas en las demás islas constituye a día de hoy la denominada “Brigada Canarias XVI”.

 

Relevante fue y sigue siendo su contribución a la defensa de Canarias, España y misiones allende nuestras fronteras, en pro de la justicia, libertad y construcción de la paz. Como nos ocurre a todos, pues la conforman hombres y mujeres con cara y ojos, necesitan de nuestra ayuda y apoyo, comprensión y reconocimiento.

 

Aquellos hombres cumplieron con su sagrado deber, y consideramos el nuestro, desde estas modestas líneas en torno a la Historia de Canarias, solicitar para el “Batallón de Infantería de Canarias” un monumento o rotulación de calle, pasaje o glorieta que lleve su nombre, sacándolo del olvido urbano y engrosando el cuadro de honor de quienes nos precedieron en la salvaguarda de nuestros valores.

 

 

Daniel GARCÍA PULIDO *

Licenciado en Historia por la Universidad de La Laguna (ULL)

Investigador especializado en la Batalla de Santa Cruz de Tenerife, 1797.

 

Valeriano WEYLER GONZÁLEZ *

Licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de La Laguna (ULL)

Investigador especializado en la Batalla de Santa Cruz de Tenerife, 1797.

 

Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias), 31 de julio de 2024

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *