Estoy muy harto. Todo no es correcto

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Remigio Beneyto Berenguer *

 

 

Estoy harto de los imbéciles. Según la Real Academia de la Lengua imbécil es tonto o falto de inteligencia. Rufián dice: “Si se aplicaran las leyes que quieren PP y VOX España no empataría ni con Andorra”. A Rufián le dan altavoz todos, el primero yo con este artículo, y es un personaje ridículo, patético, incoherente y que el único mérito que tiene es el decir la tontería más grande, que es recogida por los medios. Rufián, sé coherente. Abandona el congreso de los diputados de España, y ten dignidad. No seas cansino. Resultas grotesco y pintoresco. Lo único que haces es dar colorido al parlamento. Habrá alguien que, en el futuro, se avergonzará de ti.

 

Rufián: ¿Por qué insultas a Andorra? Gabriel Rufián, ¿qué haces en el parlamento español? Te estoy pagando yo tu sueldo con mis impuestos. Soy un demócrata. A ti te ha elegido el pueblo español, quieras o no quieras, y, por eso, mereces mi respeto, pero quiero que te dediques a lo que debes dedicarte: a ejercer la potestad legislativa, a aprobar los presupuestos, a controlar al Gobierno. Haz lo que debes hacer y no digas más tonterías, por mucho que los medios de comunicación te pongan el foco. Tú eres un representante del pueblo español, no de la comunidad catalana. Compórtate con dignidad.

 

Acabo de leer que Félix Bolaños ve muy peligroso que el PP ataque al Tribunal Constitucional cuando no le da la razón y exige evitar injerencias en la justicia. En diciembre de 2022 él protagonizó el mayor ataque contra el Tribunal Constitucional. Bolaños, aclárate, qué es lo que quieres. Eres un jurista brillante, un abogado del Estado reputado.

 

¿Para esto has estudiado tanto? Para simplemente ser la voz de tu amo. Luego te saldrá, te lo aseguro. Dentro de unos años te avergonzarás de lo que estás haciendo. Cuando uno inteligente sigue a pie juntillas a un lerdo por interés o por otras razones, después se arrepiente, porque los suyos, los otros juristas, le echan en cara su actuación.

 

Realizas estas afirmaciones con soltura y, en cambio, no dices nada de otros atropellos jurídicos que se están realizando diariamente. Bolaños, te lo recuerdo: eres un abogado del Estado, eres un insigne jurista. ¿Para qué estudiaste Derecho? ¿Para hacer este papelón?

 

La justicia no está bien. El pueblo está asistiendo a una serie de acontecimientos que no ayudan. Mis alumnos de Derecho están desanimados. ¿Para qué estudiar Derecho? La justicia es una mentira, me dicen. Todo depende de la política, de los intereses de algunos. Les digo que no, que no es así.

 

Estoy muy cansado de ver a la justicia hecha unos zorros. Llevo muchísimos años estudiando Derecho. Sigo creyendo en la justicia. Estudio Derecho, reflexiono sobre las leyes, argumento jurídicamente, exijo que los jueces apliquen la ley. Creo en el Estado de Derecho, creo en la separación de poderes, creo en la independencia judicial. Es lo que nos queda a los que no tenemos poder: confiar en la justicia y en el Derecho.

 

Me solivianta, me enerva que el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Garantías, la Corte Constituyente apruebe o deniegue todo por 7 contra 4. ¿Acaso los magistrados del Tribunal Constitucional no tienen dignidad? ¿Acaso no leen los argumentos jurídicos que presentan las partes? ¿Acaso no tienen en cuenta las sentencias del Tribunal Supremo? ¿Acaso no saben que su competencia no es la de ser una instancia superior al Tribunal Supremo?

 

No exijo nada más que motiven sus sentencias jurídicamente, que recuerden la razón por la que estudiaron Derecho cuando tenían toda la ilusión por cambiar el mundo, por la que se dedicaron a impartir justicia. Todo lo demás origina indefensión al ciudadano, que no puede defenderse frente al poderoso, o frente a la ideología dominante. Pero, atención, no se olvide, que las ideologías cambian. Por eso, lo único que nos queda es el Derecho.

 

Siempre he pensado que uno debe comportarse de forma que sus hijos le admiren por lo que hace, procurando que los suyos no se avergüencen de él. Lo más importante de una persona es su dignidad, máxime cuando es una alta instancia legislativa, ejecutiva o judicial. Cuando uno llega a la vejez, lo único que queda, no es el dinero ni el prestigio, sino la dignidad. Y, cuando uno actúa sin respetarse a sí mismo, pierde la dignidad, y entonces ya lo ha perdido todo. Y sus hijos y sus amigos y sus vecinos se avergüenzan de él, porque ha obrado al dictado de la voz de su amo, sin respetarse a sí mismo, por mucho prestigio o dinero que haya obtenido.

 

Yo, como profesor de Derecho, ilusiono a mis alumnos con la defensa de la justicia. Yo, como jurista, les doy a todos los legisladores, gobierno y jueces, la confianza, mi confianza, porque yo soy uno más del pueblo. Pero la confianza se gana, y se gana legislando por el bien común y no por el bien particular; se gana cumpliendo y haciendo cumplir las leyes con libertad, justicia e igualdad; y se gana juzgando y ejecutando lo juzgado, con independencia, con la venda en los ojos, cual la dama de la justicia.

 

Todo lo demás es corrupción, es favoritismo, discriminación y, al final, se paga. No lo olvidemos: lo que hacemos mal lo sufrirán nuestros hijos y nietos, y deberemos rendir cuentas a las generaciones futuras, que se avergonzarán de nosotros. Las malas acciones no salen gratis. Como se dice en la película Gladiator: “Lo que hacemos en la tierra, tiene su eco en la eternidad”. Algunos pagarán en la eternidad, en la memoria, lo que están haciendo ahora.

 

 

*  Remigio BENEYTO BERENGUER

Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

Departamento de Ciencias Jurídicas

Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.

Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

 

 

Islas Canarias, 6 de julio de 2023

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