García-Page en su laberinto
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Eligio Hernández Gutiérrez *
Emiliano García-Page, presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, ha sido el único cargo público socialista que se ha opuesto a las concesiones de Sánchez a los independentistas, sobre todo, a la amnistía, pero su oposición tiene que traducirse en hechos, teniendo en cuenta que la política española se ha convertido en un auténtico putiferio, en su acepción de desmadre o follón (J. L. Cebrián, el País, de 5 de enero), como es ver al presidente del Gobierno asistir a los premios Goya y no al sepelio de los dos guardias civiles asesinados por narcolanchas, y al Partido de los Socialistas de Cataluña oponerse en el Parlamento catalán a expresar las condolencias por el doble asesinato para contentar la bajeza moral de sus socios parlamentarios.
García-Page tiene que tener la altura política para enfrentarse a Sánchez y convencer a los diputados del PSOE de Castilla La Mancha de que voten contra la ley de amnistía para propiciar una convocatoria de elecciones generales, antes de que llegue el día que en que el PSOE corra el riesgo de una derrota electoral insuperable, como la los partidos socialistas francés, griego e italiano, que parecían invulnerables. No debe olvidar Page las lecciones de la historia. Un líder de la talla política de Indalecio Prieto, por no tener el valor de enfrentarse a Largo Caballero, se cometió el grave error de desencadenar la revolución de Asturias en 1934 y la guerra civil en 1936.
La revolución de Asturias se produjo en la noche del 4 al 5 de octubre de 1934 por la izquierda comunista y por el PSOE, dominado por Largo Caballero, secretario general de la U.G.T., que desempeñaba en el momento de la revolución el cargo de presidente del PSOE. Salvador de Madariaga, intelectual republicano, antifranquista y anticomunista insobornable, exiliado en Suiza, ha escrito que la Revolución de Octubre fue imperdonable, y que el argumento de que Gil Robles intentaba destruir la Constitución para instaurar el fascismo era a la vez hipócrita y falso, como pude comprobar en una larga conversación personal que tengo grabada, mantenida con el líder de la CEDA en Madrid en el año 1973.
La revolución de Asturias fue también un error del PSOE, como reconoció Indalecio Prieto en las palabras que le honran, pronunciadas en el Círculo Cultural Pablo Iglesias, de México, el 1º de mayo de 1942: «Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario”.
En 10 de mayo de 1936 se nombró en el Palacio de Cristal del Retiro, presidente de la República a Azaña, que le ofreció a Indalecio Prieto, líder de la facción socialdemócrata del PSOE, “socialista a fuer de liberal”, como se autodenominó, que formara gobierno. Gil Robles le llamó, como me dijo en una conversación que tuve con él, que tengo grabada, para decirle que si formaba Gobierno, como le había ofrecido el presidente Azaña, le apoyaría en el Parlamento con los votos de la CEDA, lo que hubiese evitado la guerra civil.
En una reunión del grupo parlamentario socialista, Prieto pidió el apoyo para formar Gobierno, pero se lo denegó Largo Caballero, siempre partidario de la revolución y no de la colaboración con los republicanos, líder la mayoritaria fracción revolucionaria dentro del partido, grave error que no sólo se lo reprochó Juan Negrín sino hasta Santiago Carrillo en sus Memorias, lo que precipitó la guerra civil, entre otras conocidas causas nacionales e internacionales principales, hasta el punto de que Salvador de Madariaga ha escrito que “la circunstancia que hizo inevitable la guerra civil en España fue la guerra civil dentro del partido socialista” (España, pag.380).
A partir de esa obediencia de Indalecio Prieto a Largo Caballero, fue cuando Gil Robles sentenció que “No fue Posible la Paz”, como narra en un libro con el mismo título, aunque Ángel Viñas ha demostrado que la trama civil monárquico-fascista venía preparando y organizando, desde el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, el golpe de Estado y la insurrección militar del 18 de julio de 1936, que, con ayuda de la Alemania nazi y de la Italia fascista, acabó con la República y dio lugar a una larga dictatura; y desvela en su libro “El gran error de la República”, que el pronunciamiento de julio de 1936 y la guerra civil no fueron inevitables ya que los Gobierno de Azaña y Casares Quiroga pudieron prevenir el golpe pero desoyeron el ruido de sables contra la democracia.
Indalecio Prieto no tuvo el coraje de ser coherente con lo que había afirmado: “Mis dos grandes amores son España y el PSOE, pero si en alguna ocasión hubiera una contradicción entre ellos prevalecería el interés de España”. En los hechos descritos prevaleció la torpeza política de Largo Caballero, de la que se arrepintió al salir del campo de concentración nazi de Oranienburg, cuando dijo: “hasta ahora he dicho igualdad, igualdad, ahora digo, libertad libertad”. Otra hubiera sido la suerte de España de haber pronunciado esas palabras unos años antes. García Page tiene ahora la ocasión de hacer prevalecer los intereses de España antes que los de Sánchez y del PSOE, para no tener que lamentarse tardíamente, como Indalecio Prieto y Largo Caballero.
* Eligio HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ
Presidente de la Sociedad Civil de Canarias.
Abogado en ejercicio y Magistrado jubilado.
Embajador de la Marca Ejército.
Ex fiscal general del Estado y ex miembro del Consejo de Estado.
Ex diputado en el Parlamento de Canarias.
Ex Gobernador Civil de S/C de Tenerife y delegado del Gobierno en Canarias.
Ex miembro del Tribunal Superior de Justicia de Canarias.
Académico de la Academia Canaria de la Lengua.
Licenciado en Derecho por la Universidad de La Laguna (ULL)
Diplomado en Derechos Humanos por la Universidad de Estrasburgo.
Vicepresidente de la Fundación Juan Negrín.
Militante socialista.
Cristiano militante.
Santa Cruz de Tenerife, 13 de febrero de 2024.
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