La caridad
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Remigio Beneyto Berenguer *
La primera acepción de “Caridad” en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) es: “Actitud solidaria con el sufrimiento ajeno”. Nunca he entendido por qué, desde ciertos sectores, se prefiere atribuir al término la segunda acepción: “Limosna que se da o auxilio que se presta a los necesitados”.
La actitud solidaria con el sufrimiento ajeno es una virtud necesaria para los políticos. No se puede estar al servicio del bien común sin atender al sufrimiento de los demás, sin prestar auxilio a los necesitados. Una de las principales tareas de nuestros representantes políticos es la de humanizar la sociedad, la cual se presta a través del cuidado de los pobres y necesitados, de los débiles de la sociedad. ¿En qué consiste, si no, el Estado del Bienestar?
El Concilio Vaticano II, en el número 8 del Decreto “Apostolicam Actuositatem” (sobre el apostolado de los laicos) dice: “Donde haya hombres que carecen de comida y bebida, de vestidos, de hogar, de medicinas, de trabajo, de instrucción, de los medios necesarios para llevar una vida verdaderamente humana, que se ven afligidos por las calamidades o por la falta de salud…allí debe buscarlos y encontrarlos la caridad cristiana, consolarlos con cuidado diligente y ayudarlos con la prestación de auxilios”.
Así debe actuar el político: ser sensible al sufrimiento de su pueblo y atender a sus necesidades. El problema viene cuando el político descuida los fines principales y, por motivos ideológicos o puramente electoralistas, se dedica a otros menos importantes, pero más rentables políticamente. Nuestro dinero, el dinero que sale de nuestros impuestos se dedica a menesteres superficiales e innecesarios, cuando hay personas que pasan necesidad, que no pueden sacar adelante a sus familias.
El político debe darse cuenta que si la sociedad se acostumbra a ver niños, adolescentes y jóvenes atrapados en las redes sociales, a personas sin trabajo, a los discapacitados marginados, a los ancianos abandonados, a los inmigrantes rechazados, a las pateras hundidas en el mar, a países enteros golpeados por el hambre y la guerra, muchos hombres y mujeres perderán la esperanza, se encerrarán en sí mismos o la desesperación estallará en conflicto y violencia. Nos estamos acostumbrados incluso a las guerras. Dejan de ser noticia o resultan cansinas.
El Papa Francisco ante la clase dirigente de Brasil en 2013 dijo: “No nos pueden dejar indiferentes los rostros de cuantos sufren el hambre, sobre todo los niños, si pensamos en la cantidad de alimento que se desperdicia cada día en muchas partes del mundo, inmersas en la que se ha definido como la “cultura del descarte”. Por desgracia, objeto de descarte no es sólo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos que viene “descartados” como si fueran “cosas no necesarias”.
No podemos ser insensibles al drama de las multitudes obligadas a huir por la carestía, la valentía o los abusos, especialmente en el Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos; y el Papa recuerda la visita que realizó a Lampedusa, para rezar por los numerosos náufragos en el Mediterráneo.
Juan Pablo II, en su mensaje al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede el 10 de enero de 2005, lanzó un grito desesperado: “Su presencia, Señoras y Señores Embajadores, que representan a casi todos los pueblos de la tierra, abre ante nuestros ojos, como una sola mirada, el gran panorama de la humanidad con los graves problemas que le atormentan…Más aún dondequiera que se encuentre un hombre, allí se establece para nosotros un vínculo de fraternidad”.
En este mismo Mensaje, ante centenares de millones de seres humanos que sufren desnutrición y ante millones de niños que mueren de hambre, el Papa Juan Pablo II, atento al destino universal de los bienes de la tierra, introduce también el desafío del pan, el compromiso radical para la justicia y el esfuerzo de la solidaridad. Ya en el Mensaje del 2003 al mismo Cuerpo Diplomático había enfatizado en la paradoja de encontrarnos en un mundo sobradamente informado, pero a la vez sordo ante las necesidades del hermano.
El Papa Francisco, en su Mensaje al Cuerpo Diplomático el 13 de enero de 2014, explicando los motivos de la elección del nombre de “Francisco”, decía: “Uno de los primeros (motivos) es el amor que tenía Francisco de Asís por los pobres. ¡Cuántos pobres hay todavía en el mundo! y ¡Cuánto sufrimiento afrontan estas personas!
Previamente en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz el 1 de enero de 2014, dedicado a la fraternidad como fundamento y camino para la paz, subrayó que la fraternidad se empieza a aprender en el seno de la familia, aunque no corren buenos tiempos para la familia. Hemos descuidado la familia cuando es la institución más valorada por todos, y constituye la auténtica ecología humana.
El Papa Francisco anota otra pobreza, que ha de tenerse en cuenta: la pobreza espiritual, lo que el Papa Benedicto XVI había llamado la “dictadura del relativismo”, que deja a cada uno como medida de sí mismo y pone en peligro la convivencia entre los hombres, porque no hay verdadera paz sin justicia y no hay verdadera paz sin verdad.
No puede haber verdadera paz si cada uno es la medida de sí mismo, si cada uno puede reclamar siempre y sólo su propio derecho sin preocuparse al mismo tiempo del bien de los demás. Vivimos en la sociedad del reinado de los derechos y de la ausencia de los deberes.
El Papa Francisco menciona otra herida a la paz, que surge de la ávida explotación de los recursos ambientales, llamando a la responsabilidad de cada uno para que, con espíritu fraterno, se persigan políticas respetuosas de nuestra tierra, que es la casa de todos nosotros.
Dice el Papa Francisco en el Mensaje de 13 de enero de 2014: “Recuerdo un dicho popular que dice: “Dios perdona siempre, nosotros perdonamos algunas veces, la Naturaleza –la Creación- cuando vienes maltratada, no perdona nunca”.
* Remigio BENEYTO BERENGUER
Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Departamento de Ciencias Jurídicas
Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.
Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Islas Canarias, 10 de diciembre de 2022.
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