La Cruz, símbolo de amor
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Remigio Beneyto Berenguer *
¿Estamos perdiendo el norte?
He visto esta mañana la siguiente noticia: El Defensor del Pueblo recomienda al Ayuntamiento de Elche retirar la cruz del Paseo de Germanías “por ser un elemento contrario a la memoria democrática”.
Alguna Asociación por ahí apunta que la cruz figura en la relación de elementos “contrarios a la memoria democrática y a la dignidad de las víctimas que deben ser retirados o eliminados”.
El artículo 39 de la Ley 14/2017, de 10 de noviembre, de memoria democrática y para la convivencia de la Comunidad Valenciana, dice que son “a) La exhibición pública de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones, como el nomenclátor de calles, inscripciones y otros elementos adosados a edificios públicos o situados en la vía pública realizados en conmemoración, exaltación o enaltecimiento individual o colectivo de la sublevación militar de 1936 y del franquismo, de sus dirigentes o de las organizaciones que sustentaron al régimen dictatorial”.
¡Ya está bien! ¿Estamos locos?
Una cruz que no contiene ningún elemento o símbolo político, que no muestra ninguna referencia ni alusión al Franquismo, ni a ningún bando en la contienda, ni expresa frase alguna con la que se posicione a favor o en contra de nada ni de nadie, es únicamente una cruz.
Y una cruz se podrá retirar por un cierto «aire “anticristiano”, que reina en algunos sectores de la sociedad (minoritarios, por cierto) pero no por ser contrario a la memoria democrática. El afirmar que una simple cruz es un elemento contrario a la memoria democrática y a la convivencia es una idiotez, propia de alguien que tiene alguna reminiscencia neurótica de la primera infancia, normalmente consecuencia de experiencias pasadas religiosas sin superar.
La gente normal ve en una cruz el símbolo de los cristianos, porque representa a Cristo crucificado, muerto por amor a los hombres. La cruz, para los cristianos, es el símbolo del amor por excelencia, de un amor misericordioso, gratuito e inmenso.
De verdad que no acabo de entender qué pasa en esas mentes obtusas y confusas para ver en un símbolo de amor, de concordia, de unión y de perdón, un símbolo de exaltación de una dictadura y un símbolo contrario a la convivencia. Desde hace mucho tiempo estoy pidiendo que me expliquen la razón de la insidia hacia Jesucristo y hacia los cristianos.
Se piensa que se es más progresista si se es más anticristiano o anticatólico. Se opina que el progresismo, el intelectualismo barato y fatuo es volver a la Ilustración, al Siglo de las Luces, mientras que el cristianismo es oscurantismo, pasado, vejez, algo medieval, como opinaba algún autor desvariado, al afirmar que “los sentimientos religiosos eran algo medieval, que debía desaparecer de la sociedad”.
Pues lo tiene crudo, pues he repetido ya en varias ocasiones que el Siglo XXI será un siglo religioso. Ya lo está en muchísimos lugares del mundo donde los cristianos son masacrados simplemente por su fe (Corea del Norte, Somalia, Nigeria, Yemen, Pakistán, Irán, Afganistán, Sudán, entre otros), y, en cambio, la sangre de los mártires riega el florecimiento del cristianismo.
Espero y deseo que los Reyes Magos traigan un poco de cordura y sensatez, y para el Defensor del Pueblo pido a Sus Majestades que le traigan la luz necesaria para darse cuenta de los problemas reales que afectan a los derechos de los ciudadanos, y que él, tal como reza el artículo 54 de la Constitución, tiene la obligación de defender, supervisando la actividad de la Administración, como alto Comisionado de las Cortes Generales.
Termino apuntándole algunos temas: la protección de la libertad religiosa y de culto, la protección de los sentimientos religiosos, la protección del derecho al honor y a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, la protección de lo dispuesto en el artículo 22 de la Constitución (“Las asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como delitos son ilegales”), la protección de los derechos derivados de la libertad de enseñanza y el derecho a la educación, la protección del derecho al trabajo, la protección del derecho a la protección de la salud, la protección del derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado, la protección del derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada, etc.
Con todos estos regalos, el Defensor del Pueblo ya va bien servido, para que no tenga que perder su tiempo en recomendar retirar una cruz de un paseo de Elche.
* Remigio BENEYTO BERENGUER
Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Departamento de Ciencias Jurídicas
Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.
Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Islas Canarias, 5 de enero de 2024
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