La doble realidad de la pesca en Canarias
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Por Laura Docampo Del Conte *
La pesca tiene una doble realidad en Canarias. Por encima del agua se habla mucho del valor gastronómico e identitario del pescado local, de los beneficios del Omega 3 y de la conveniencia de seguir incentivando su consumo entre la población porque, curiosamente, en las estadísticas oficiales el Archipiélago aparece como una de las comunidades donde menos pescado se come a pesar de vivir rodeados de mar.
Pero al sumergirnos, el panorama es bien distinto. La contaminación química, acústica, los plásticos y los emisarios ilegales, además del cambio climático, están teniendo un alto impacto en nuestros mares. A eso se suma la pesca, que los somete a una presión insostenible. No es algo nuevo. En Canarias, la comunidad científica lleva décadas alertando sobre los efectos de la crónica sobreexplotación pesquera de las Islas. La novedad es que ahora hace falta actuar de forma urgente y contundente para evitar el colapso de los ecosistemas.
El 2015 saltaron las alarmas en Gran Canaria. Los medios se hicieron eco de un estudio de la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que señalaba con rotundidad que, en los últimos 40 años, la actividad pesquera había acabado con el 90% los recursos marinos de la Isla.
A ese informe le acompañaron muchos otros a lo largo del tiempo, tanto de ambas universidades, como de centros de investigación y de las administraciones públicas locales. Todos están de acuerdo en la necesidad imperiosa de un cambio del modelo de explotación para detener el declive de nuestros mares. Sin embargo, las medidas siguen sin llegar.
Pero, ¿tanta pesca se practica en las Islas? Según los datos del Gobierno de Canarias, en 2022 los 741 buques de la flota pesquera isleña capturaron 8.700 toneladas de pescado fresco. La acuicultura produjo otras 6.700 toneladas, la mayoría destinadas a la exportación. Asimismo, se importaron 55.545 toneladas de pescado, crustáceos y moluscos congelados, según las estadísticas de las Cámaras de Comercio y la Agencia Tributaria.
Cuesta dimensionar correctamente de lo que estamos hablando porque nunca hemos tenido una tonelada de pescado delante. Y entonces, por qué no lo expresamos en una medida con la que estemos familiarizados. Hablemos mejor de raciones, de abundantes platos de pescado, de un cuarto kilo. Así, estaríamos hablando de que la flota pesquera canaria sacó del mar 35 millones de platos de pesado, la acuicultura 27 millones más y otros 222 millones llegaron a las cocinas isleñas a través de los puertos y aeropuertos.
Sin embargo, esta es solo una parte del negocio. En el Archipiélago hay 1.500 profesionales dedicados al sector pesquero y aunque nadie sabe qué porcentaje de las embarcaciones de recreo se dedica a la pesca para uso doméstico o para su venta. Lo que sabemos es que en la actualidad hay concedidas alrededor de 120.000 licencias de pesca recreativa en el conjunto de las Islas.
Con un cupo medio de 5 kilos al día por cada licencia, los pescadores recreativos tienen bandera blanca para tirar el anzuelo y llevarse cada día 2,4 millones de platos de pescado (600.000 kilos), que al año sumarían 876 millones de pescados y mariscos. Sería tan bestial que daría para que los dos millones de habitantes de Canarias almorzaran y cenaran pescado cada día durante más de siete meses seguidos.
Si bien los recreativos tiene regulados cupos diarios, tallas mínimas y especies protegidas, lo que pasa en el mar sigue siendo una incógnita. Hay técnicos pesqueros que admiten en público que no hay controles efectivos de la pesca furtiva, ni en el mar ni tampoco en los restaurantes. Esa impunidad es la que facilita que en algunos chiringuitos se sirven mariscadas a paladas con precios irrisorios. Una obscenidad que lamentablemente muchas veces es jaleada en redes sociales.
También brilla por su ausencia la formación asociada a la obtención de una licencia. En tierra firme sería impensable que a alguien le dieran un permiso de conducir sin conocer las señales de tráfico y que una vez que lo obtenga no se vigilara que respete las normas. En el mar no se sigue la misma lógica.
Los científicos subrayan que la presión que ejercen en la actualidad la pesca profesional y recreativa sobre el ecosistema marino isleño es totalmente “inviable”. La evidencia se observa en diversos indicadores. Hay menos variedad, los caladeros están muy mermados y los peces que quedan son más pequeños y tienen menor capacidad reproductiva.
En una charla organizada por el Cabildo de Tenerife, el profesor de Biología Marina de la Universidad de La Laguna (ULL), José Carlos Hernández, proyectó fotos de pescadores exhibiendo sus capturas de meros y pez espada. Unas eran actuales y otras de los años 50. En las más antiguas los peces eran tan grandes o más que los pescadores. En las actuales, apenas medían un par de palmos.
“Las especies que han sido sobreexplotadas han reducido su tamaño y esto tiene un impacto en la fecundidad”, recalca Hernández. Como ejemplo, habló de las viejas, una de las 10 especies más pescada en las Islas. Según explicó, las viejas han reducido a la mitad su tamaño desde los años 80. Entonces, una hembra de vieja grande medía 60 centímetros y era capaz de poner la misma cantidad de huevos que 200 viejas de 30 centímetros, como las que abundan ahora en nuestras aguas.
Los pescadores siempre prefieren las piezas grandes y al establecerse tallas mínimas también se les induce a que lo hagan. El biólogo de la ULL explica que los ejemplares de gran tamaño cumplen un rol fundamental como depredadores dentro de la cadena trófica. Mantienen el equilibro entre especies, pero como tardan en crecer y la pesca es muy intensiva, la naturaleza no tiene tiempo suficiente para regenerarse y los más grandes acaban desapareciendo.
En este contexto proliferan las especies de herbívoros y omnívoros de pequeño tamaño y el equilibrio se vuelve mucho más frágil. Un ejemplo de esta fragilidad es lo sucedido en Canarias con los erizos Diadema, que se han convertido en una plaga al quedarse sin depredadores.
Los erizos se adueñaron del lecho marino arrasando con la vegetación submarina, que sirve de pulmón capturando CO2 y es el alimento de otras especies. En su lugar, los fondos se convierten en auténticos eriales submarinos de roca y arena conocidos entre los marineros como blanquizales.
Este boom demográfico de los erizos y otros desequilibrios del ecosistema han tenido que ver también con artes de pesca ancestrales como las nasas. Utilizadas por la gran mayoría de la flota artesanal de las Islas, acentúan la sobreexplotación de los recursos pesqueros del litoral porque no permiten hacer capturas selectivas y acaban siendo trampas para diferentes especies.
En el Encuentro de los Mares, celebrado esta semana en Tenerife, se dieron cita científicos y cocineros de todo el mundo. El eje central de sus contenidos fue la conservación de los océanos. Allí, cocineros consagrados como Erlantz Gorostiza (M.B., Tenerife, dos estrellas Michelin) llamaron a que se haga un buen uso de las artes de pesca para ser más respetuosos con los animales, reprochando que, por ejemplo, los atunes de gran tamaño que se pescan en Canarias sufran en el mar durante demasiadas horas para morir por la impericia y la falta de equipamiento de los barcos. “Acaban muriendo de un infarto”, lamentó el chef del hotel Abama.
Los fondos marinos son parte indispensable del hábitat que necesitamos para garantizar nuestro propio futuro como especie en este planeta azul al que, según los expertos, ya le hemos esquilmado la mitad de la vida había en los mares.
Por eso, “en pleno siglo XXI nos hace falta volver a mirar a la naturaleza”, apuntaba el biólogo marino Carlos Duarte en el congreso tinerfeño de los mares, al recordar los hitos que se han dado a nivel internacional para poner freno a la degradación desde 1978, cuando se prohibió la caza de ballenas, pasando por la Declaración de la Cumbre de la Tierra de Río, en 1992, que abogaba por primera vez por tomar medidas para conservar los ecosistemas marítimos.
Este año, los países miembros de la ONU alcanzaron un acuerdo histórico para establecer zonas marinas protegidas que salvaguarden al menos el 30% de los océanos para el año 2030. Los océanos cubren más del 70% de la superficie de la Tierra. En la actualidad, las áreas de conservación marina representan un 8% del volumen y solo el 2,7% gozan de máximas protección. En las aguas españolas, la protección no llega ni al 1%.
Una oportunidad única para Canarias
El Archipiélago tiene tres Reservas Marinas de Interés Pesquero poco conocidas. La primera se creó en La Graciosa-Lanzarote, en 1995. Un año después los propios pescadores de El Hierro impulsaron ante la Administración estatal la creación de la Reserva de La Restinga y en 2001 se creó la de Fuencaliente, en La Palma.
Su objetivo es instaurar santuarios marinos sin la intervención humana para que los ecosistemas puedan regenerarse. El éxito contundente de estos proyectos en los últimos 20 años ha devuelto el optimismo a la comunidad científica, y a los pescadores, y va en la sintonía con lo que la ONU y otros organismos supranacionales buscan implantar en los océanos de todo el mundo.
La vida se ha regenerado con tanta fuerza en estas pequeñas Reservas Marinas, como la de La Restinga, que su riqueza desbordante, y la recuperación de los sebadales que actúan como sumideros de CO2, ha permitido impulsar de nuevo la pesca artesanal en sus márgenes y ha dado lugar a otras actividades económicas sostenibles en su entorno, como el turismo de submarinismo.
La riqueza natural de Canarias hace que sea un edén europeo en medio de Atlántico. El territorio de las Islas está protegido y detalladamente inventariado dentro de Parques Nacionales, Naturales, Rurales, Reservas Integrales, Monumentos Naturales, Sitios de Interés Científico…En total, más del 49% del territorio de las Islas está protegido. Dentro del agua hay tantos o más recursos naturales, pero solo un 0,4% de la superficie marina está protegida. La Gomera espera desde 2011 que el Estado apruebe su solicitud para crear una Reserva Marina de Interés Pesquero en la Isla. La de Tenerife es todavía más antigua.
El Cabildo tinerfeño aprobó en febrero de 2010, con el apoyo de todos los partidos políticos, una propuesta para la creación de dos reservas, una en Teno y otra en Anaga. La petición se elevó al área de Pesca del Gobierno de Canarias, presidido entonces por Paulino Rivero (CC). Dos años después, el Ejecutivo regional envió la solitud al ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Miguel Arias Cañete (PP), ya que las aguas exteriores son competencia del Estado. La respuesta tardó en tener una respuesta otros dos años y finalmente fue rechazada alegando falta de fondos para su financiación.
Poner en marca las Reservas Integrales de Tenerife costaría alrededor de un millón de euros al año. Hacen falta personal y embarcaciones para garantizar su vigilancia y protección en aguas exteriores y también en su interior, donde se delimitaría una zona de máxima protección denominada reserva integral donde se prohíbe pescar y cualquier otra actividad recreativa. Además, con esos fondos se crearían también centros de visitantes donde el proyecto se convertiría en una herramienta de educación ambiental estratégica para concienciar a la población.
En 2020, bajo la presidencia del socialista Pedro Martín, el Cabildo de Tenerife retomó esta iniciativa llevando nuevamente a pleno la creación de las dos Reservas Marinas. Todos los partidos dieron su apoyo por segunda vez. Pocos temas de la agenda política son capaces de suscitar un consenso tan amplio y mantenido en el tiempo, como sucedió en este caso.
En esta segunda vuelta, la Corporación insular, el Gobierno regional, con Ángel Víctor Torres como presidente, y el Estado estaban en manos del Partido Socialista. Tal vez por eso el expediente transitó mucho más rápido por los despachos y en un año el Ministerio concedió la primera partida económica.
En 2021, el concejero insular de Agricultura, Ganadería y Pesca, Javier Parrilla (PSOE), anunció que Madrid había concedido 100.000 euros para hacer un nuevo estudio preliminar sobre el impacto socioeconómico de las reservas. Parrilla admitió en aquel momento que “la pesca artesanal, al menos tal y como la entendemos, desaparecerá si no se crean las Reservas Marinas”. Han pasado otros dos años. Su mandato terminó y ese objetivo no se ha cumplido.
Ahora, el nuevo Gobierno insular tiene una nueva oportunidad de lograrlo. La nueva presidenta insular, la nacionalista Rosa Dávila, y su equipo del área, formado por los consejeros de Sostenibilidad, Blanca Pérez (CC), y el Sector Primario, Valentín González (PP) tienen la responsabilidad de sacar adelante estas Reservas Marinas. Quizá sea la última y más valiosa oportunidad que tenga la isla porque los científicos ya han avisado de que estamos llegando al punto de no retorno.
El mar es algo que los isleños sienten muy suyo. El mar es de todos y, a la vez, no es de nadie. Y puede que ahí esté uno de los pilares del problema. A nadie se le ocurriría dejar en el jardín de un vecino la basura que se arroja a los mares, ni desagotar el váter en la finca en la que crecen esas papas que tanto nos gustan. Pero si se hace en el mar.
Sabemos que hay más de 200 emisarios submarinos ilegales en Canarias, 139 de ellos en Tenerife, por los que se inyectan en las costas todo tipo de contaminantes que amenazan claramente nuestro mayor tesoro: la biodiversidad marina. Sí esa misma de la que todos decimos sentirnos orgullosos mientras nos llena la barriga o la urna de votos.
* Laura DOCAMPO DEL CONTE
Periodista.
Especializada en periodismo gastronómico.
Directora de Contenidos de la plataforma GastroCanarias.
Subdirectora del Salón Gastronómico de Canarias.
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