La educación que aporta
el Mago de Oz
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Guillermo Cabrera Moya *
Estoy pensando en este extraño final de curso que nos está tocando vivir. A mi mente acuden las imágenes de una gran película, de esas consideradas de culto, como es «El mago de Oz».
En esta historia fantástica, más conocida por su adaptación cinematográfica que por la novela, Dorothy recorre el incierto camino de baldosas amarillas para lograr alcanzar la Ciudad Esmeralda, localizar al Mago de Oz y así regresar a su casa.
El camino lo hace junto a tres personajes —un espantapájaros, el Hombre de Hojalata y un León— que deciden acompañar a la niña al encuentro del Mago, con la esperanza de obtener sus deseos —un cerebro, un corazón y coraje, respectivamente—. Durante el trayecto los cuatro son atormentados por la Bruja Mala del Oeste.
Durante todo este periodo de Estado de Alarma, hemos ido recorriendo ese mismo camino incierto de baldosas amarillas. En nuestro deseo está, como le ocurre a Dorothy, poder regresar a casa, a la normalidad.
Pese a todo, aún a sabiendas de que en este camino hemos perdido mucho, creo que es hora de empezar a pensar en positivo —objetivo primordial de esta publicación—, y hacer visibles algunas de las cosas que, en estos días y referidas a la Educación, hemos aprendido, en concordancia con los deseos de los personajes de la historia de Dorothy.
1.-El Espantapájaros —quien desea un cerebro—
Mucho estamos trabajando los docentes. Para nosotros, y sobre todo para los que imparten clase a los más pequeños, la docencia a distancia, por videoconferencia, era algo lejano, impensable, ilógico y, de repente, nos hemos visto abocados a aprender, con recursos escasos y propios, con poca formación, pero muchos ánimos.
De la nada nos hemos convertido en arquitectos, pensando, desarrollando y construyendo, nuevas aulas virtuales en las que ofrecer nuestra mejor versión y dar aquello que, sin el calor humano, es difícil recibir.
A la vez, porque es imposible separarlo, hemos intentado ser buenos anfitriones de esa `nueva escuela´ que nuestro alumnado y sus familias, necesitan, porque las escuelas son mucho más que una mera transmisión de contenidos.
Tal y como le pasó al Espantapájaros, al convertirnos en nuevos constructores, conseguimos una mejora sustancial en nuestro cerebro, tras superar la improvisación de los que nos mandan, para lograr ser eficaces, para poder encender todas las luces, intentar eliminar las sombras que nos rodean y no andar a tientas.
Conseguimos nuestro cerebro al continuar siendo los grandes anfitriones que somos en nuestras aulas, porque para nosotros, nuestro alumnado no nos es indiferente, sabemos de las dificultades que pasan e intentamos ayudarlos. Nos importan las relaciones, son la base de nuestro trabajo.
2.-El Hombre de Hojalata —que pedirá al mago un corazón—
Trabajamos con la ilusión puesta en que este final de curso sea una experiencia, un aprendizaje más. Nuestro corazón sueña con volver a ver las aulas llenas porque son las personas las que hacen que la escuela sea lo que es.
Apenas nos han hecho falta estos días para hacer latir el corazón y redescubrir que la Escuela juega un papel insustituible, que da aire, que da esperanzas, que elimina desigualdades y que compensa carestías.
Muchas personas —docentes incluidos— han descubierto ahora de que a la escuela no asistimos solo para adquirir los contenidos que se establecen en los documentos oficiales del currículum y, sobre todo, nos han bastado estos días para descubrir que esa panacea de aprender desde casa, de manera virtual, solo apoyados por un dispositivo…, es una falacia, al menos con el alumnado de Educación Infantil y Primaria.
Es ahora el momento de reconocer que debemos hacer latir este nuevo corazón y repensar el sentido de la escuela, no podemos seguir obviando su esencia, debemos volver a convertirla en lo que debe ser, un espacio en el que compartamos vivencias, emociones, retos y experiencias. A partir de ellos aprenderemos más y mejor. Lo virtual es un apoyo, una buena herramienta, pero no una finalidad.
3.-El León Cobarde —que quiere reencontrar su coraje—
Recuperar la valentía, la fuerza necesaria para gritar nuestra preocupación por esta escuela, es el coraje que nos acaba de devolver el Mago de Oz.
Hemos aprendido que la Escuela es cosa de todos, que su futuro debe ser, de una vez por todas, un asunto y preocupación pública, que lleva años pugnando por un Pacto Nacional a su favor. Ya está bien de que cada partido político, del color y hechura que sea, busque e implante sus propios intereses sin tener en cuenta que sus esfuerzos deben ir encaminados a desarrollar y consensuar una Ley Definitiva de Educación (LDE), que tienda puentes, refuerce pilares y sustente, por acuerdo unánime de todas las partes implicadas, el presente y futuro de nuestro país.
Durante este periodo de confinamiento, la Bruja Mala del Oeste ha hecho su aparición. Sigue sobrevolando nuestras cabezas y corazones, cabalgando sobre su escoba y emitiendo poderosos aullidos, pronosticando un incierto regreso a las aulas para el curso que viene. Ya veremos.
Sinceramente espero que tanto el Mago de Oz, como el Hada Buena del Norte, se alíen en búsqueda de una solución factible. Por eso pensar en positivo, por eso es importante poner en valor los aprendizajes realizados todo este tiempo, por eso quiero agradecer a las familias de nuestro alumnado y a sus docentes el esfuerzo tan imperioso que están realizando.
Si has visto la película sabrás que, si golpeas los talones, el uno contra el otro, tres veces seguidas, mientras repites las palabras ‘Se está mejor en casa que en ningún sitio’, terminarás la búsqueda y volverás a la realidad.
Espero que lo hagamos pronto.
Gracias por leerme.
* Guillermo CABRERA MOYA
Director del Centro de Educación Infantil y Primara (CEIP) El Toscal-Longuera.
Diplomado en Magisterio por la Universidad de La Laguna (ULL).
Grado en Educación Primaria por la Universidad Isabel I de Castilla.
Ex técnico de gestión normativa de Educación Infantil y Primaria de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias
Escritor y maestro.
Tenerife, 15 de mayo de 2020.
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