La honestidad en la política (I)
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Remigio Beneyto Berenguer *
Es la cualidad del político honesto, honrado, decente, probo, razonable y justo. La honestidad adorna al que se comporta con transparencia buscando la verdad y la justicia. Implica no engañar a los demás, servir siempre a la verdad. La verdad os hará libres. No siempre es agradable conocer la verdad y, una vez sabida, actuar conforme a ella.
La tentación viene por omitir parte de la verdad, por falsearla o por orientarla hacia los propios intereses. Como ejemplo reciente la frase de Putin diciendo: “La guerra la empezó Occidente, nosotros usamos la fuerza para pararla” es un ejemplo claro de una falta de moralidad y honestidad en la gestión. No olvidemos que, sentado en la primera fila, escuchando atento, estaba Kiril, el Patriarca Ortodoxo ruso.
La verdad tampoco significa irremediablemente y en toda ocasión decir lo que uno piensa o siente. Lo que uno piensa o siente no es necesariamente la verdad, será su verdad o tu verdad o mi verdad, pero no la verdad. Por eso en ocasiones cuando alguien se jacta de lanzar contra los demás sus sentimientos o sus opiniones no sirve a la verdad, sino que está rayando la mala educación o plenamente inmerso en la chabacanería o maledicencia.
Se entiende por político honesto quien actúa respetando las normas de la comunidad en la que vive, siempre y cuando estas normas no vayan contra su propia conciencia. Precisamente la integridad de la persona hace que no esté bifurcada la vida interior con el actuar externamente, ya que, en caso contrario, es como una caña sacudida por el viento, o una pelota de ping-pong que va de aquí para allá, sin saber ni de dónde viene ni a dónde va.
La honestidad es una decisión personal. Siempre he dicho que actuar honestamente cuando los demás no lo hacen, en principio, significa partir con desventaja. Los demás saben que no les apuñalaras por la espalda, pero tú has de guardarte de que no lo hagan ellos. Ellos viven tranquilos al lado de personas honestas, pero tú has de vigilar para que no te atropellen.
Ellos saben que no harás trampas ni dirás mentiras, pero tú debes protegerte de ellas. Por eso hay que ser astutos como serpientes y sencillos como palomas. Sin embargo, la honestidad nos hace mejores como personas, nos hace más felices. Cuando alguien actúa honestamente y acorde con su conciencia, resulta más creíble y más confiable para los demás.
Estamos demasiado agobiados por ser bien vistos por los demás, por recibir su aprobación, su “I like”. Vivimos angustiados por conseguir riqueza, honor y éxito personal. Los políticos viven por y para subir en las encuestas y para ganar las elecciones. La pregunta esencial es ¿hasta dónde están dispuestos a ceder en sus principios para conseguir estos resultados de éxito personal? ¿Están dispuestos a renunciar a su propia conciencia, a su dignidad? Como dice un amigo mío, la dignidad sólo se pierde una vez y demasiados políticos la perdieron y van desnortados, sin principios ni valores. Olvidan que el pueblo es sabio.
En la honestidad es necesario aceptarse tal como somos, ni mejores ni peores. Los currículums hinchados, sobredimensionados, falseados y la asunción como propios de éxitos ajenos es un atentado contra la honestidad y la confianza mutua. Daña nuestra imagen, corroe el sentir general de la política, y, al final, es poco productivo pues siempre, pronto o tarde, sale a la luz. Dice un proverbio chino que lo que no quieras que se sepa, no lo hagas.
Algunos piensan que la honestidad supone ser totalmente transparente y no ocultar nada a los demás. Pero todos tenemos como fundamental el derecho a la intimidad personal. Necesitamos un espacio que nos preserve, que nos permita ser nosotros mismos. La total transparencia puede hacernos más vulnerables. Vivimos en un mar de contradicciones. Estamos celosos de nuestra intimidad, pero al tiempo exponemos toda nuestra vida en las redes (fotos, deseos, inquietudes, viajes…).
Infinidad de niños, adolescentes, jóvenes y adultos venden su intimidad por conseguir tantos “Me gusta” o por tener tantos seguidores, cuando a nadie le importa ni el viaje que ha realizado, ni la foto que ha subido a las redes. Le importa a su familia y a sus amigos, a los cuales les tiene, aunque no publicite su intimidad.
* Remigio BENEYTO BERENGUER
Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Departamento de Ciencias Jurídicas
Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.
Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Islas Canarias, 23 de febrero de 2023
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