Love, La Laguna

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Rebeca Paniagua Navarro *

 

 

Estoy enamorada y, cada día más, de San Cristóbal de La Laguna, el municipio en el que vivo y que siento como propio a pesar de no haber nacido en él; por eso, si tuviera que identificarme con un municipio de mi isla, sin duda, diría La Laguna. Aquí estudié la carrera, aquí alquilé mi primer piso, en el que aún resido en La Cuesta, aquí salí por primera vez de noche con las amigas de la Universidad y aquí trabajé mucho como promotora o periodista, con las crónicas de fútbol del Juventud Laguna o el Tejina, que hacía los fines de semana para la agencia de noticias ACAN o Diario de Avisos, siempre compaginándolo todo con los estudios y así sacarme unas perrillas.

 

Si echo la vista atrás, lo cierto es que creo y siento que algunos de los momentos más divertidos de mi vida los he vivido aquí. Aún recuerdo las clases de la Universidad que eran a las tres de la tarde en el edificio de la facultad de Filología (estudié Filología Hispánica). Mi mejor amiga Virginia, de Tijarafe, tenía algunos problemillas con la digestión, y su estómago, justo en las horas posteriores al almuerzo, empezaba rugir como si no hubiera un mañana o como si realmente no tuviera alimento dentro.

 

Como les he contado, las clases eran a las tres y el profesor dedicaba los cincuenta minutos que tenía a dictarnos los apuntes y nosotros a tomar nota, por lo que todos los alumnos estábamos en silencio, un silencio sepulcral. Un silencio que solo rompía el simpático estómago de mi amiga, que pegaba unos rugidos tan fuertes, que hacían que ella se pusiese roja como un tomate de la vergüenza y pudor que le daba que los demás compañeros de carrera escucharan a sus entrañas hablar de esa manera.

 

Pues bien, como las amigas estamos para todo y ella lo pasaba tan mal en esas clases, una servidora, en su pupitre, cuando Vir me hacía la seña de que venía el león, pues empezaba a mover la silla de atrás hacia adelante, a dar golpes con la mano en la mesa, a coger el boli y dar toques con él sobre el pupitre o levantar y ordenar los folios, y así camuflar a mala digestión de Vir.

 

En fin, no paraba de hacer todo el ruido que podía para que los compañeros no escucharan las tormentosas entrañas de Virginia. Así, durante toda la hora y así, durante todo ese cuatrimestre en esa asignatura que teníamos dos veces en semana a las tres de la tarde. Los apuntes míos era un auténtico jaleo. Trocitos escritos y luego otro gran espacio del folio en blanco; después a otra vez un párrafo escrito, y luego otra vez otro desierto de letras…

 

Aprobamos las dos la asignatura. Yo con notable y ella con sobresaliente. Lo cierto es que era mucho más aplicada que yo. Lo que nunca llegué averiguar después de superar esa asignatura, es que se le pasaría al profesor por la cabeza cuando me veía en medio de sus clases parar de escribir para ponerme a mover la silla y dar golpes con las manos y el boli sobre la mesa. Él me miraba medio asombrado, pero jamás me dijo nada.

 

Después de esta anécdota que aún me hace sonreír cuando la recuerdo, quiero expresar mi total enamoramiento hacia la ciudad de Los Adelantados y, por eso, porque amor no quita conocimiento, me entristece que los barrios, las zonas más alejadas de la vista del alcalde socialista estén dejadas de la mano de Dios. Esta pasada Navidad, sin ir más lejos, a las puertas del encendido del alumbrado navideño, un día, llegando a casa, mis hijos me preguntaron si iban a poner luces de Navidad en nuestra calle.

 

No supe responder porque para el señor alcalde la Navidad se vive en según qué zonas. Lo de las luces tampoco es que vaya a más porque tiene solución y sencilla. Hay otros asuntos más serios que no tienen respuesta por parte del alcalde que está más preocupado por mantener su tupé bien marcado que de sus vecinos.

 

Iremos desgranando en próximas columnas, en este portal de comunicación, los desafíos y problemas que debe afrontar La Laguna, los cambios que precisa, las mejoras que necesita, la planificación a futuro que debe ya plantearse y las peticiones de quienes aquí residen. Lo que no necesitemos es un alcalde que esté para la foto y para la fiesta, y escuche más bien poco o nada a los y las laguneras, y a los propios técnicos y funcionarios de la casa consistorial.

 

Señor alcalde, mis compañeros en el ayuntamiento están trabajando duro desde la oposición para dejar una ciudad mejor, escúchelos más. Ah, y agarré bien el tupé porque en 2027 quizá no esta tan erguido porque una gaviota se lo ha tumbado.

 

* Rebeca PANIAGUA NAVARRO

Diputada del Partido Popular en el Parlamento de Canarias

Licenciada en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU, Madrid

Su lema de cabecera: “Que tu trabajo hable por ti”

 

 

Islas Canarias, 15 de febrero de 2025

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