Memoria versus
reconciliación
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Eligio Hernández Gutiérrez *
La Exposición de Motivos de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, de Memoria Histórica, comienza con el siguiente texto “El espíritu de reconciliación y concordia, y de respeto al pluralismo y a la defensa pacífica de todas las ideas, que guio la Transición, nos permitió dotarnos de una Constitución, la de 1978, que tradujo jurídicamente esa voluntad de reencuentro de los españoles, articulando un Estado social y democrático de derecho con clara vocación integradora”. Se ha frustrado ese espíritu de la Transición que ha dado sentido al modelo constitucional de convivencia más fecundo que hayamos disfrutado, mencionado en la misma Exposición de Motivos.
Cuando tenemos que afrontar unidos la lucha contra la pandemia y la difícil recuperación económica que se nos avecina, en España estamos asistiendo a una crispación política atroz, mediáticamente propagada y fomentada, que impide cicatrizar la «doble herida», que ha caracterizado la turbulenta y dramática historia contemporánea de España, desgraciadamente, originando, «La progresiva separación entre los españoles y la creciente división entre las regiones«, de la que ha hablado Laín Entralgo.
La legislación de Memoria histórica no ha logrado la reconciliación, la concordia y la integración de los españoles que blasonaba, por lo que, ante la tramitación y aprobación del proyecto de Ley de Memoria Democrática aprobado por el Gobierno, que contiene aspectos positivos como la anulación de sentencias de Consejos de Guerra y las que se dictaron en aplicación de la Ley de Responsabilidades Políticas, los responsables políticos deben tener la firme voluntad de que su aplicación, favorezca la reconciliación y la concordia, para evitar esa especie de guerra de estatuas, plazas y símbolos que se ha generado con el acuerdo del Ayuntamiento de Madrid de suprimir las estatuas y símbolos de Indalecio Prieto y Largo Caballero, a propuesta de Vox, que no ha sabido olvidar nada de la leyenda negra y falsedades que se han dicho y escrito sobre la República y la guerra civil, ni aprender nada de la historiografía científica más solvente sobre éste período trágico de la historia de España.
Se ha ignorado inexcusablemente en dicho acuerdo municipal que fueron los líderes políticos republicanos más significativos, como Azaña, Negrín y Indalecio Prieto, los que, en plena guerra civil, cimentaron las bases sobre las cuales, superada la dictadura y la transición, se podía asentar la reconciliación, que no impulsaron nunca los vencedores de la contienda fratricida. En efecto, el 18 de julio de 1938, Don Manuel Azaña, en el Ayuntamiento de Barcelona recordaba, en un famoso discurso, “… a esos hombres que han caído embravecidos en la batalla, luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que, ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían , con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Perdón , Piedad”.
El Consejo de Ministros presidido por el Dr. Negrín aprobó el 30 de abril de 1938, los trece puntos que serían publicados el 1º de mayo, que se denominaron Declaración de Principios o Programa de Estado, en cuyo punto 13 se establecía: “amplia amnistía para todos los españoles que quieran cooperar en la inmensa labor de la reconstrucción y engrandecimiento de España. Después de una lucha cruenta como la que ensangrienta nuestra tierra, en la que han surgido las viejas virtudes del heroísmo, cometerá un delito de alta traición a los destinos de nuestra patria aquél que no reprima y ahogue toda idea de venganza y represalia, en aras de una acción de sacrificios y trabajos que por el porvenir de España estamos obligados a realizar todos sus hijos”.
Desgraciadamente se ha cumplido el vaticinio del presidente Negrín como consecuencia de la cruenta represión del franquismo una vez acabada la guerra: “La guerra ha terminado ahora, pero la paz no ha venido…Si en España se sigue, como se está haciendo ahora, con la política persecutoria de los primeros meses de la guerra, se irá al hundimiento de España, porque el germen de rencores y de odios que dejará tras de sí, será de tal naturaleza, que su huella no desaparecerá” (Juan Negrín , abril de 1939).
El 8 de agosto de 1936, Indalecio Prieto que era el responsable de la cartera de Defensa, dijo: «Por muy fidedignas que sean las terribles y trágicas versiones de lo que haya ocurrido en tierras dominadas por nuestros enemigos, no imitéis esa conducta; os lo ruego, os lo suplico. Ante la crueldad ajena, la piedad vuestra; ante la sevicia ajena, vuestra clemencia; ante todos los excesos del enemigo, vuestra benevolencia generosa». «¡No los imitéis! ¡No los imitéis! Superadlos en vuestra conducta moral; superadlos en vuestra generosidad. Yo no os pido, conste, que perdáis vigor en la lucha, ardor en la pelea. Pido pechos duros para el combate, de acero; pero corazones sensibles, capaces de estremecerse ante el dolor humano y de ser albergue de la piedad, tierno sentimiento, sin el cual parece que se pierde lo más esencial de la grandeza humana».
En febrero de 1936 dejó constancia de su patriotismo sin fisuras: «Se nos acusa, a quienes constituimos el Frente Popular, de que personificamos la antipatria, de que odiamos todo lo español, por estar embebidos en ideales de tipo universal. Yo os digo que no es cierto. A medida que la vida pasa por mí, yo, aunque internacionalista, me siento cada vez más profundamente español. Siento a España dentro de mi corazón, y la llevo hasta el tuétano mismo de mis huesos. Todas mis luchas, todos mis entusiasmos, todas mis energías, derrochadas con prodigalidad que quebrantó mi salud, los he consagrado a España». Luego apostilló: «Lo que procede es ir inteligentemente a la destrucción de los privilegios, pero ello no se consigue con excesos aislados, esporádicos, que dejan por toda huella del esfuerzo popular unas imágenes chamuscadas, unos altares quemados o unas puertas de templos ennegrecidas por las llamas. Yo os digo que eso no es revolución».
En el exilio, desde México, en mayo de 1942, en su conferencia «Confesiones y rectificaciones», dijo: «Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario de Asturias. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo». También desde su exilio mejicano, Indalecio Prieto, exclamó: “Me están vedados los cementerios de España, pero si pudiera volver a ellos, pondría un ramo de rosas rojas en las tumbas de mis adversarios que también murieron por España”.
La izquierda que legisla y gobierna actualmente en España en muchas Administraciones Públicas, no puede olvidar el ejemplar y noble legado humanista de estos dirigentes políticos republicanos, ni el ejemplo de los partidos de izquierda que durante la Transición aprobaron la Ley de Amnistía, defendida en el Congreso por el líder sindical comunista Marcelino Camacho. A los vencedores les exigía Churchill magnanimidad, pero también se debe exigir a los que se consideran depositarios de la memoria de los vencidos, para que no tomen en las Administraciones que gobiernan, acuerdos que supriman las calles, plazas y símbolos de los que ostentaron cargos públicos durante la dictadura, que no tienen las manos manchadas de sangre y que no ejercieron represión, aplicando la legislación de Memoria Democrática con el mayor consenso y generosidad, y conocimiento objetivo y riguroso del período histórico 1931-1939.
La derecha democrática no debe apoyar propuestas de Vox como la del acuerdo vergonzante del Ayuntamiento de Madrid, aprobada sin réplica por no haber estudiado a la luz de la historiografía más reciente las figuras de Indalecio Prieto y Largo Caballero. El Partido Popular, Ciudadanos y el PSOE deben superar una ley general en la política española, según la cual la extrema izquierda está dispuesta a traicionar a la izquierda y la extrema derecha a traicionar a la derecha.
* Eligio HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ
Presidente de la Sociedad Civil de Canarias.
Abogado en ejercicio y exmagistrado.
Militante socialista.
Ex Fiscal General del Estado y ex miembro del Consejo de Estado
Ex diputado en el Parlamento de Canarias.
Ex Gobernador Civil de S/C de Tenerife y Delegado del Gobierno en Canarias.
Ex miembro del Tribunal Superior de Justicia de Canarias.
Académico de la Academia Canaria de la Lengua.
Licenciado en Derecho por la Universidad de La Laguna (ULL)
Diplomado en Derechos Humanos por la Universidad de Estrasburgo.
Santa Cruz de Tenerife, 13 de octubre de 2020.
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