11 de noviembre: “The Remembrance Day”
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Constantino Criado Hernández *
Hace años, viendo la BBC, advertí que entre octubre y noviembre los speakers de la cadena británica lucían en sus solapas una amapola roja; también la llevaban los miembros de la familia real, el primer ministro y sus parlamentarios. Aprovechando la presencia de dos niñas inglesas en casa, con motivo de un intercambio escolar, les pregunté el porqué de esa flor en la solapa en esas fechas. Me dijeron que era por The Remembrance Day.
A las 11 horas del 11 de noviembre de 1918 entró en vigor el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial; este terrible conflicto, que produjo unos 40 millones de víctimas entre muertos y heridos, acabó con la vida de casi 1 millón de militares británicos y de la Commonwealth y dejó con heridas a 2 millones.
Si uno visita el Reino Unido va encontrando memoriales en los que aparecen los nombres de los caídos; así, los tenemos en la entrada del British Museum (con los nombres de sus trabajadores caídos), en la estación de Waterloo, etc. A su lado, aparecen otros memoriales dedicados a los caídos de la Segunda Guerra Mundial.
Apenas transcurrido un año de la firma del Armisticio, el rey Jorge V, estableció el 11 de noviembre como The Remembrance Day (Día del Recuerdo). Ese día, a las 11 horas en todo el Reino Unido y en los países de la Commonwealth se guardan dos minutos de respetuoso silencio y los ciudadanos portan la amapola roja (The Poppie).
El símbolo surgió del poema In Flanders Fields, escrito en 1915 por el Tte. Coronel Mccrae tras la muerte en combate de un amigo suyo, y a la vista de las numerosas amapolas que crecían en torno a las tumbas de los soldados caídos.
En los campos de Flandes
Las amapolas florecen en los campos de Flandes
Entre las cruces, fila tras fila,
que señalan nuestro lugar; y en el cielo las alondras
aún cantan valientemente mientras vuelan,
poco escuchadas en medio de los cañones de abajo.
Nosotros somos los muertos. Hace unos días
Nosotros vivíamos, sentíamos el amanecer, sentíamos brillar el atardecer,
amábamos, y éramos amados, y ahora descansamos
en los campos de Flandes.
Asume nuestra lucha con el enemigo;
desde nuestras manos fallidas te pasamos la antorcha;
tómala para mantenerla en alto,
sí rompes la fe en los que hemos muerto, no podremos descansar,
aunque en los campos de Flandes crezcan las amapolas.
Ahora, una de mis hijas, que vive en el Reino Unido, cada 11 de noviembre guarda los dos minutos de silencio en su puesto de trabajo y luce la poppie en la solapa.
Alguna vez yo la he lucido para homenajear a los soldados y civiles británicos y de la Commonwealth, que, entre el 14 de mayo de 1940 y el 22 de junio de 1941, lucharon bravamente en solitario frente a los totalitarismos de Hitler, Mussolini y Stalin.
No sólo defendían sus países sino también los valores de la libertad, la tolerancia y el sistema democrático. Además, unos 1200 republicanos españoles exiliados lucharon junto a ellos, lo que pienso que nos da también un cierto derecho a portar la poppie y homenajear a los caídos cada 11 de noviembre.
En estos momentos, en los que las sombras del totalitarismo vuelven a cernirse sobre el mundo, debemos recordar a los que murieron defendiendo los valores en los que creemos y asumir su lucha; de lo contrario los que reposan en los campos de Flandes no descansarán a pesar de su sacrificio.
* Constantino CRIADO HERNÁNDEZ
Profesor de Geografía de la Universidad de La Laguna (ULL)
(Jubilado desde 2022)
Islas Canarias, 10 de noviembre de 2024
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