Ay pena, penita, pena

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Rebeca Paniagua Navarro *

 

 

Ay pena, penita, pena Cuando decidí dar el paso y asociarme a unas siglas políticas era consciente de la montaña rusa que viviría mi vida en la primera etapa. Un vagón desbocado de emociones, de pensamientos positivos y no tanto, de querer decir sí y a la vez pensar que no era mi carril.

 

Pero después de mucho hablarlo con mis seres queridos y meditarlo, sobre todo, para mis adentros, decidí que era el momento, y que si la vida me ponía este reto delante sería porque realmente tenía un papel que cumplir. Algo así como que el destino me reclamaba para cumplir esa labor.

 

Me pueden llamar ilusa, pero entiendo la política como un acto de fe, de entrega, de poner al otro antes que a uno, de pelear hasta desfallecer por lograr mejorar la vida de tus vecinos y vecinas, de la ciudadanía. Y en esas sigo, porque he de reconocer que, aunque esta profesión esté cada día peor vista, sea más cuestionada y se esté perdiendo la esperanza en ella, la política sí sirve, sí es útil, sí es necesaria y sí es efectiva.

 

Solo basta una premisa fundamental para desarrollarla: sentido común. Así lo entiendo yo y así intento aplicarlo en cada una de mis acciones. Porque miren, ni he venido a calentar un sillón ni hacer de mi trabajo un paripé de cara a la galería. No tengo estómago para ello; no me lo perdonaría y, ante todo, fallaría a una de las personas que más he querido y quiero en mi vida: mi padre.

 

Con el paso de los meses y estando mi partido, el Partido Popular, co-gobernando en Canarias después de una década, he de asegurar que me ha sorprendido gratamente observar cómo mis compañeros y compañeras se han volcado en sus respectivas áreas de trabajo. Han dado un impulso a esta tierra. Cuesta, no es fácil, seguramente se cometerán errores y no se llegará a tiempo a todo lo que deseamos acometer, pero estamos en el camino.

 

Un camino, el político, que estos días me ha hecho sentir vergüenza y pena a la vez. Lo primero, por asistir como el resto de la ciudadanía al espectáculo más propio de un sistema autoritario que de una Democracia, al que nos ha expuesto el señor Sánchez. Su concepto de la política en nada se asemeja al que defiendo. Su propio partido, ese que le dio la espalda y que ahora baila al son de Quevedo a las puertas de Ferraz el “Quédate”.

 

Todo un esperpento. Y pena por todos los españoles y españolas que han visto como medio mundo se mofaba de nosotros por la reflexión del presidente. Cinco días repletos de elucubraciones tras los que no hubo nada que añadir, ni nada que anunciar; solo que la vida, para él, seguía igual y que yo perdía la porra porque realmente creí que dimitiría.

 

La nueva etapa política que se avecina y que ha provocado el presidente va a estar muy acalorada. Tanto o más que las temperaturas que soportaremos este verano. Lo único que refrescaría el ambiente es que Sánchez convocara elecciones, pero eso lo haría un político responsable y no es el caso.

 

Insisto, la política es anteponer el interés general al de uno, es rodearte de gente con talento que aporte sus ideas y ponerlas en marcha, es querer dejar una sociedad mejor de la que te encuentras, es luchar por las pequeñas acciones y por las grandiosas, todo eso es hacer política. Lástima que otros no la ejecuten sino la usen. Ay pena, penita, pena.

 

* Rebeca PANIAGUA NAVARRO

Diputada del Partido Popular en el Parlamento de Canarias

Licenciada en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU, Madrid

Su lema de cabecera: “Que tu trabajo hable por ti”

 

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