¿Brujas…
… a mi?
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Susana Isoletta Cruz *
Te ríes, no crees en esas cosas, son tonterías. Ni brujas, ni curanderos, y menos aún, hechiceros.
No es del todo verdad. Hace años, jugaste a la güija con algunos amigos y aunque la cosa iba en broma, experimentaste un cierto escalofrío ante respuestas de no se sabe dónde.
Que si Zutanito movió a posta el vaso, que si lo hizo María, lo cierto es que aquello se movía de mala manera y sin control. Fue inquietante para todos los reunidos y nunca más repitieron la experiencia, ni volvieron a hablar del asunto.
El dicho popular es claro: “las brujas no existen, pero haberlas, hailas”.
La cuestión se complica cuando la consulta al mago se hace desde una posición de fe absoluta, y más aún cuando quien lo hace es incapaz de discernir y valorar los presagios. Muchos videntes siguen un camino prefijado.
A saber:
- alguien te ha hecho un daño y en el más fatídico de los casos “tienes un muerto en la espalda”
- ¿quién tiene las herramientas para quitarte el muerto, el hechizo de la vecina o la envidia de la competencia? El brujo, por supuesto y allí comienza el circuito de estafa con potingues, imágenes de santos, velas y otros abalorios.
Los momentos de desesperanza como los actuales son excelentes para estos entuertos.
Mayor es el abuso si consultas ingenua y ciegamente, o sientes desesperación: enfermedad grave, fracaso amoroso, problemas económicos acuciantes.
Irónica y cruelmente, hay una relación directa entre la profundidad de tu creencia y la medida de la tarea que desatará los nudos del mal. Y el desgaste para tu bolsillo.
Si depositas tu confianza en un agorero tu suerte está echada, y no precisamente para bien.
Conocí a una persona que, sensible y muy sugestionada con el lugar común del muerto a sus espaldas, durante largo tiempo acudió obsesivamente a curanderos y se sometió a rituales diversos.
Sus temores pasaron a ser un síntoma psicológico grave y la consulta mágica se hizo adictiva. Un circuito atroz: temor, llamada al brujo, luego de un tiempo breve de calma ansiedad desbordante y vuelta a comenzar.
El abandono romántico puede también dar lugar a una seguidilla perniciosa. Más de un conocido te indicaría gustoso a la cartomante de turno.
Cuando el tema es la salud, el manosanta suele proponerte potingues diversos. Pueden ser caros e inocuos (y no siempre). El tiempo que pierdes en dar con un diagnóstico adecuado es crucial si se trata de una enfermedad grave: el engaño se traduce entonces en un daño difícilmente reparable.
La magia, nos guste o no, está en todos nosotros, nos acompaña desde los cuentos infantiles e inunda las fantasías hasta la vejez. Afortunadamente, esa falta de objetividad que nos caracteriza ha sembrado de creaciones el arte en todos sus registros.
Da lugar a la maravillosa fantasía: envuelve los sueños, se plasma en los pinceles del artista, la mirada del fotógrafo, el cine, la literatura. Pero la magia desplegada en los acertijos y agoreros, entronca con el engaño: “te contaré aquello que imagino que quieres/temes escuchar” (reflexiona el vidente).
Ya desde la Grecia antigua se enriquecían los listillos. En los alrededores de Delfos, personas anónimas acompañaban de forma detectivesca a los consultantes: de ahí la precisión y exactitud de las predicciones del oráculo.
La primera vez que visité Granada una mujer se ofreció a leer mi mano, y dijo: “te gusta mucho viajar”, al escuchar mi acento extranjero. Me obsequió con unas hierbas de olor muy agradable y por supuesto, agradecí con unas monedas sus sabias palabras, desde entonces no he dejado de viajar.
* Susana ISOLETTA CRUZ
Lcda. en Psicología por la Universidad Nacional de Rosario (Argentina)
Especializada en Test Rorschach (Escuela Rorschach de Rosario)
Especializada en Psicología Clínica (Madrid)
11 de febrero de 2021.
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