Carpe Diem.
El club de los maestros.

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Guillermo Cabrera Moya *

 

 

Hace unos días estaba hablando con una compañera de trabajo. Me en la conversación me nombraba a una amiga suya. Resulta que esa chica estudió Educación Primaria en mi centro y se sorprendió al enterarse de que yo estaba otra vez de director del centro. También me sorprendí, aunque no es la primera vez que me pasa, al escuchar como ella me recordaba, pues además le había dado clase.

 

Por lo que me contaba mi compañera los recuerdos de su amiga estaban llenos de cariño, al menos así me lo transmitió mi compañera, y simpáticas anécdotas que le había contado y que, al narrarlas, me llevaron de regreso a aquellos años. Esa antigua alumna ahora es fisioterapeuta y lleva años trabajando; un saludo enorme si me estás leyendo.

 

Esa conversación, y ese recuerdo, me lleva a imaginar que todos tenemos algún maestro o maestra que nos ha marcado de manera especial en nuestras vidas: por su pasión, por su cercanía, por la comprensión que demostraba… Yo los recuerdo —sin ir más lejos soy maestro por culpa de dos maestras, Cande y Mariví, que ahora están sonriendo, pues estoy seguro que leen este artículo. Un beso enorme a ambas.

 

El típico ejemplo de maestro deseado por todos, es el que interpretaba Robin Williams en la famosa película ‘El Club de los Poetas Muertos’ (1989).  En aquella película el alumnado es motivado por la potente personalidad del profesor Keating, que, a partir de la poesía, intenta transmitirles la pasión por la vida y el objetivo de perseguir los sueños que cada uno tenga, sin importarles lo que otras personas opinen de los mismos.

 

Para ello utilizó mucho la famosa expresión latina ‘carpe diem’, que puede traducirse como “aprovecha el momento”—espero que mi amigo, profesor de clásicas y otro gran ejemplo a seguir, Aurelio, no me de mucha caña con esto—, que lo convierten en el lema de la sociedad secreta que forman el ‘Club de los Poetas Muertos’.

 

Los miembros del Club se reúnen en un lugar secreto, dónde se dedican a debatir, trazar planes de futuro, hablar de poesía… Cada uno de los personajes de la película encuentra en el Club la fuerza que necesita para intentar desarrollarse como persona.

 

Los docentes, como otros muchos profesionales, estamos viviendo un momento muy complicado. Necesitamos más que nunca la ayuda de otros docentes, de nuestros propios claustros, como si de nuestro propio Club de los Poetas Muertos se tratara. Necesitamos apoyarnos unos a otros, cuidarnos y ayudarnos en nuestra principal labor que es la de ser líderes emocionales de nuestro alumnado.

 

En la situación actual, debemos hacer realidad el lema ‘carpe diem’, ofrecer al alumnado nuestra mejor versión, aprovechar el momento para lograr conseguir un clima de seguridad en el aula que les ayude a disfrutar del proceso de aprendizaje, pese a todo lo que nos rodea.

 

Más que nunca la Educación necesita de docentes que hagamos magia, que estemos ilusionados, para así poder ilusionar, docentes que vayamos a trabajar con felicidad, para poder trasmitirla y, esta vez sí, poderla contagiar.

 

En la película, el verso más repetido, y que seguro que recuerdas, es el de “Oh capitán, mi capitán”, del poema del mismo título escrito por el norteamericano Walt Whitman (1819-1892). La letra del poema nos habla de un capitán que al morir deja sola y huérfana a su tripulación, dejando patente la desesperación de esta siente al perder su guía, su modelo.

 

Ya sabes que, al final de la película, el profesor John Keating es obligado a abandonar la escuela. Sus alumnos, en una clara señal de admiración, rebeldía y respeto, lo despiden recitando el famoso poema. Con él manifiestan su adiós al que consideran el mejor profesor que habían tenido, el que les había enseñado a no conformarse, a luchar por lo que quieren y a encontrar su propio camino en la vida.

 

Maestras y maestros debemos ser ese ejemplo a seguir. No podemos dejar de movernos por las circunstancias que nos rodean, debemos ‘carpe diem’, aprovechar el momento, para crecer, para avanzar, para aprender nuevas formas de enseñar y de acercarnos a nuestro alumnado, que, de seguro, algún día, nos recordará con cariño.

 

Gracias por leerme.

 

*  Guillermo CABRERA MOYA

Director del Centro de Educación Infantil y Primara (CEIP) El Toscal-Longuera.

Diplomado en Magisterio por la Universidad de La Laguna (ULL).

Grado en Educación Primaria por la Universidad Isabel I de Castilla.

Ex técnico de gestión normativa de Educación Infantil y Primaria de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias

Escritor y maestro.

 

Islas Canarias, 9 de noviembre de 2020.

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