Clases burbujas…
y pompas de jabón

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Guillermo Cabrera Moya *

 

«Sobre las clases burbujas y lo volátil de las pompas de jabón»

 

Este calor asfixiante me trae a escribir al parque. Parece casualidad, pero justo delante de mí, en la gran explanada de la fuente central, un titiritero juega con sus pompas de jabón. El reclamo para grandes y pequeños es más que evidente. Las burbujas se alzan, parece que ronronean con la brisa, se divierten…

 

Digo que el momento parece estar tocado por la casualidad, porque en estos días se está hablando mucho del comienzo de curso. Lo hacen igual que el titiritero que ahora me acompaña, utilizando grupos burbujas, que los definen como grupos estables de convivencia que se relacionarán entre ellos y con su maestro o maestra.

 

El concepto me deja perplejo, pero como el objetivo es buscar lo positivo, espero que podamos exprimirlo lo más posible.

 

Por lo que se, utilizar las pompas de jabón como símil para describir lo fugaz de la vida, de las experiencias o del amor bueno de lejos. El mismísimo Rembrandt pintó «Cupido haciendo pompas de jabón (1634)» utilizándolas como sinónimo de esa frugalidad que el mismo amor tiene, incluso entre las manos del Dios.

 

En Filosofía, Peter Sloterdijk, las utiliza para definir los espacios que los humanos necesitamos crear para el desarrollo de la cultura, para la vida misma. Utiliza y analiza las distintas esferas en las que las personas, sin éxito, intentamos vivir (útero, familias, grupos de amigos…) hasta que llega la crisis que se crea cuando una esfera estalla.

 

Tras más de veinte años dedicados a la docencia, tengo claro que siempre he estado relacionado con un grupo burbuja, mi aula, mi tutoría. En ellos, el maestro o maestra, se encarga de casi todo, tal y como ahora proponen, salvo por una cuestión importante, ahora, al parecer, impediremos que las burbujas se mezclen entre sí. Deberemos parcelar los recreos, que salgan escalonadamente… No se podrán mezclar alumnado de distintas burbujas —aulas—¿Es en serio?

 

Nada más abandonar el colegio, las madres (y digo bien pues en su mayoría son ellas las que se encargan de esta tarea) se reúnen en el bar de la plaza para tomar café, comentar las tareas, las actividades que se están programando… En este caso, las esferas en las que se relacionan son otras y no se respetarán las que haremos en el colegio.

 

Cuando el alumnado llegue a su casa abrazará a sus familiares, primos, vecinos…, que, de manera muy probable, formará parte de otra burbuja distinta. Bajará a la plaza, irá a practicar su deporte, sus clases de música, baile, inglés o japonés…, da igual. Al día siguiente vendrá al colegio. Estará dentro de su burbuja, a salvo.

 

Todas sabemos de la fragilidad de las burbujas, pero a la vez nos asombramos de la grandeza y magia que encierran. Las pompas de jabón son tan frágiles que tememos rozarlas. Cuando las vemos volar, queremos atraparlas con cuidado, como quién caza un secreto, para guardarlo en lo más profundo del corazón o del recuerdo. Niñas y niños bien mientras lo hacen, se rozan, se tocan, se abrazan, se divierten. Hacen de niños y niñas.

 

Las burbujas también hacen su trabajo. Son únicas, nunca hay dos iguales, pues sus brillos y colores se ven de manera distinta según les alcance el sol, el aire o sean de un tamaño u otro. Pero siempre explotan.

 

Las burbujas son sueños, anhelos soplados a los ojos de los niños y niñas que hoy rodean a este titiritero ajenos a toda pandemia y a lo que les espera por vivir el próximo curso.

 

Pero tranquilidad, la magia hay que fabricarla, hay que mezclar en el cubo las cantidades correctas de agua y jabón. Utilizar la cuerda o el mágico pompero, adecuado para que la burbuja salga y vuele en todo su esplendor. Para ello, los Equipos Directivos de los centros docentes, a los que como siempre, «nos toca bailar con la más fea», haremos malabares para que esas burbujas tomen aire y se puedan desarrollar.

 

El titiritero, personaje inspirador de toda esta reflexión, se acaba de meter en su propia burbuja, y, como era de esperar, esta no ha tardado en reventar, salpicando a todos los presentes y ocasionando un más que evidente jolgorio y una gran ovación entre los más pequeños. Algunos de los presentes se limpian de humedad sus gafas, seca las caras de los pequeños y ajeita su mascarilla.

 

Pero aquí no ha pasado nada, solo era una burbuja que explota. Menos mal que el jabón mata a ese bicho insolente. Quizás por eso se utiliza ese símil para organizar las aulas el curso que viene.

 

Gracias por leerme.

 

*  Guillermo CABRERA MOYA

Director del Centro de Educación Infantil y Primara (CEIP) El Toscal-Longuera.

Diplomado en Magisterio por la Universidad de La Laguna (ULL).

Grado en Educación Primaria por la Universidad Isabel I de Castilla.

Ex técnico de gestión normativa de Educación Infantil y Primaria de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias

Escritor y maestro.

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