Día Mundial del Medio Ambiente
en las Islas Canarias 2020

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Isidoro Sánchez García *

 

Rodeada de mar por todas partes,

soy isla asida al tallo de los vientos …

(Dulce María Loynaz)

 

A los pocos años de comenzar a trabajar en Canarias para el organismo autónomo Patrimonio Forestal del Estado (PFE), en 1966, como ingeniero de montes contratado, escuché de mis jefes, José Miguel González en Tenerife, Juan Nogales en Las Palmas y Francisco Ortuño en Madrid, la importancia de salvar el planeta Tierra, más bien el planeta Agua. Realmente era salvar el Mundo. Lo mismo me comentó en 1982 el profesor Jean Dausset, Premio Nobel de Medicina de 1980, cuando le acompañé por el Teide y Garajonay. Entre otras actividades repoblando montes, evitando la deforestación y manteniendo el ciclo hidrológico de los bosques canarios con la lluvia horizontal como bandera. Particularmente en los pisos de vegetación que describiera hacía dos siglos el ilustre naturalista prusiano, Alejandro de Humboldt, cuando visitó Tenerife y subió al pico del Teide por la nublada cara norte de la isla en la que pudo medir la cota de la “panza de burro”, a los 1131 metros. Me refiero a la laurisilva y al pinar canario, entre los 1000 y los 2000 metros de altitud sobre el nivel del mar.

 

En 1974, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declara el Día Mundial de Medio Ambiente, el 5 de junio, en recuerdo de la fecha en la que se inició la Conferencia de Estocolmo en 1972, cuyo tema central fue el Medio Ambiente. Ese año me nombraron director del Parque Nacional del Teide en la isla de Tenerife, poco después de ingresar en el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) en 1972. A partir de esa época la ONU sensibiliza a la población mundial en relación a temas ambientales intensificando de manera significativa la atención y la acción política. Sobresalen objetivos claros como convertir el planeta Tierra, con un 75% de agua, en un ecosistema donde la población de seres humanos conviva en armonía con los otros seres vivos y con el medio físico que comparten, para que se conviertan en agentes activos del desarrollo sostenible promoviendo el desempeño de papeles fundamentales de la comunidad mundial a la hora de cambiar de actitud hacia asuntos medioambientales.

 

España conoce en 1978 la Transición política, de la dictadura a la democracia, y apuesto por la res publica arrancando en el Ayuntamiento de mi Villa natal, La Orotava, como concejal electo en el área de urbanismo y obras.

 

En 1980 se aprueba la Estrategia Mundial de la Conservación de la Naturaleza marcando un hito en la política internacional de las naciones sobre la conservación de los recursos naturales y se presentó en sociedad de manera oficial el 5 de marzo. El profesor Robert Allen, miembro de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), elaboró un extenso documento que hizo llegar al mayor número de personas posibles de todos los continentes, donde la conservación de la naturaleza y la utilización racional de los recursos vivientes deberían ir de la mano. Es que no podía entenderse un desarrollo de estas características en los pueblos del mundo sin una conservación y una utilización, basada en los principios ecológicos, de los recursos vivientes de nuestro planeta. En colaboración con la Fundación para la Ecología y la Protección del Medio Ambiente (FEPMA) el mensaje medioambientalista se tradujo al castellano.

 

El profesor Allen se preguntaba por entonces, 1980, por qué había que salvar el Mundo y cómo hacerlo. Contestó que, asegurando el suministro de los alimentos, salvando a los bosques, aprendiendo a vivir en el planeta y con su medio ambiente, poniéndose de acuerdo con las demás especies y organizándose, tanto los seres humanos como los gobiernos. Por su parte la FEPMA escribió que manteniendo los procesos ecológicos esenciales y los sistemas soportes de la vida, preservando la diversidad genética y utilizando de manera sostenible las especies y los ecosistemas.

 

En 1982 me nombran director del Parque Nacional de Garajonay, en la isla de La Gomera, y un año más tarde soy elegido consejero del Cabildo de Tenerife. Es el año en que Canarias se constituyó en Comunidad Autónoma con la aprobación de su Estatuto de Autonomía, respaldado por la Constitución de 1978. Continúo en el mundo de la política, tanto en el Parlamento de Canarias como en el Senado. Por aquella época escribí en la prensa canaria un artículo sobre el “Medio ambiente y los políticos” donde señalo las relaciones Hombre-Naturaleza y recomiendo la simbiosis que debería existir entre ambos para evitar llegar a situaciones límites como las que se estaba viviendo entonces: la supremacía del ser humano sobre la naturaleza. Una situación límite en la que tuvo que incluirse la defensa del hombre del mismo hombre.

 

Se llegó a plantear el arte de resolver los problemas medioambientales del ámbito territorial canario, porque las islas son ecosistemas frágiles y sensibles a cualquier factor de perturbación, y del equilibrio exquisito entre desarrollo y conservación dependerá en definitiva nuestra economía y nuestra supervivencia. No debía resultar extraño que intentásemos abordar con claridad una serie de actuaciones programáticas que permitiesen a los ciudadanos de las islas y a quienes nos visitaban, disfrutar de una calidad de vida medioambiental que hiciese de Canarias un verdadero ARCHIPIÉLAGO PARA VIVIR. Para su consecución recomendaba a la clase política la conveniencia de apostar por una estrategia regional de conservación de la naturaleza. Pensaba como siempre que las generaciones futuras lo sabrían agradecer y que habríamos contribuido a salvar el Planeta, en la filosofía de ser respetuosos con la naturaleza pensando globalmente y actuando localmente.

 

A finales del siglo XX resulto electo diputado del Parlamento Europeo después de que España se adhiriese en 1986 como estado miembro de las Comunidades Europeas y en la que Canarias es reconocida posteriormente como Región Ultraperiférica de la Unión Europea. Antes de cerrar el siglo XX, celebramos en Canarias el bicentenario del paso del naturalista prusiano, Alejandro de Humboldt, por las islas de La Graciosa y Tenerife, con especial referencia a la subida al Pico del Teide, al Drago de Franchy en La Orotava y a los pisos de vegetación geobotánicos antes de continuar su periplo por tierras americanas.

 

Al comienzo del siglo XXI irrumpe un nuevo orden internacional caracterizado por el terrorismo, las catástrofes naturales, las migraciones y el cambio climático, pero nadie dice nada de epidemias pese a que la humanidad había conocido a lo largo de su historia épocas desastrosas en ese sentido.

 

En 2020 aparecen dos pandemias a nivel planetario: la sanitaria, derivada del covid-19, y la climática, originada décadas atrás. Ante esta situación hay que estar convencidos de la existencia de un riesgo total para tomar medidas eficaces y radicales, señaló recientemente, Josep Santacreu, en un excelente artículo del Laboratorio de Ideas. Son los momentos en que nos confinamos por la cuarentena derivada del covid-19, a partir de marzo de 2020, año pandémico por excelencia. Nos da tiempo para ver las televisiones y leer los periódicos. Hay informaciones de todo tipo, pero siempre hay algo que nos llama la atención además del artículo del consejero delegado de DKV, sr. Santacreu. De un lado la opinión del ecólogo español, Fernando Valladares:

 

Si protegemos la biodiversidad, protegemos la salud porque ayuda a repartir la carga vírica entre las distintas especies y entre los individuos de esas especies; además atenúa los contagios.

 

De otro, un artículo de Mario Rodrigo en El Día de Tenerife sobre “La pandemia que se veía venir”. Resalta el informe demoledor de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de septiembre de 2019, respecto al peligro que podía llevar una enfermedad similar a la gripe que podría extenderse en poco más de 36 horas y acabar con la vida de más de 80 millones de personas. El documento se titulaba UN MUNDO EN RIESGO y había sido redactado por un equipo de expertos encabezado por la señora Gro H. Brundtland, exministra noruega, directora de general de la OMS y jefa del equipo que en 1987 elaboró para las Naciones Unidas el Informe que lleva su nombre y en el que se habló por vez primera del Desarrollo Sostenible en Nuestro Futuro Común.

 

Sensatez, sentido común, equilibrio del ser humano con el medio ambiente es la mejor solución para afrontar el peligro del riesgo de las pandemias, tanto de la sanitaria como de la climática. El año 2020 es una buena oportunidad para reflexionar.

 

Por estas consideraciones me he permitido solicitar de mi Decano, el polifacético ingeniero de montes, Juan Carlos Santamarta, la posibilidad de ofrecer a Canarias, una semana después del 30 de mayo, Día de la Comunidad, un mensaje relacionado con la naturaleza. La aportación de los ingenieros de montes en un Día como el de Medio Ambiente, a la “Reactivación social y económica de Canarias” tras la crisis generada por la pandemia del Covid-19 a partir de la primavera del año 2020.  No solo como responsables, muchos de ellos, de la dirección de los Parques Nacionales canarios, la bandera insigne de la Naturaleza en las Islas, ni de la gestión en la conservación y restauración de la biodiversidad de los ecosistemas forestales insulares, ni de los planes de los incendios forestales.  Hablo de contribuir, personal y públicamente, al cumplimiento por parte de las autoridades competentes, del Objeto de la vigente Ley de Montes, como instrumento eficaz para garantizar la conservación de los montes, así como para promover su restauración, mejora y racional aprovechamiento, y de los principios que la inspiran.

 

Es decir: la gestión sostenible de los montes, el cumplimiento equilibrado de la multifuncionalidad de los mismos en sus valores ambientales, económicos y sociales; la planificación forestal en el marco de la ordenación del territorio; el fomento de las producciones forestales, y en su caso, sus sectores económicos asociados; la creación de empleo y el desarrollo rural; la integración en la política forestal española y europea de los objetivos de la acción internacional sobre protección del medio ambiente, especialmente en materia de desertificación, cambio climático y biodiversidad; la colaboración y cooperación de las diferentes administraciones públicas en la elaboración y ejecución de sus políticas forestales; la participación en la política forestal de los sectores sociales y económicos implicados y en la adaptación y/o mitigación  de los montes al cambio climático, fomentando una gestión encaminada a la resiliencia, capacidad de superar las crisis,  y resistencia de los montes al cambio climático.

 

Resulta imprescindible recordar la función social relevante que desempeñan los montes, particularmente en Canarias donde son espacios abiertos, tanto como fuente de recursos naturales, como por ser proveedores de múltiples servicios ambientales, entre ellos, de la protección del suelo y del ciclo hidrológico; de fijación del carbono atmosférico; de depósito de la diversidad biológica y como elementos fundamentales del paisaje. El reconocimiento de estos recursos y externalidades, de los que toda la sociedad se beneficia, obliga a todas las administraciones públicas a velar en todos los casos por su conservación, protección, restauración, mejora y ordenado aprovechamiento. Los bosques son los salvadores de nuestra salud porque evitan la contaminación atmosférica.

 

Una profesora de la Universidad de La Laguna (ULL) me recordó recientemente la declaración institucional del Parlamento de Canarias, de 22 de abril de 1999, cuando se aprobó el Plan Director de Infraestructuras de Canarias, y lo consideró como un marco de meditación adecuado para replantearnos cuál es el destino que los canarios queremos para nuestras islas y cuáles han de ser nuestras ideas más fecundas para lograr que el desarrollo futuro de Canarias pueda ser sostenible sin poner en peligro la conservación de los recursos naturales de los que somos simples administradores en nombre de las generaciones venideras.

 

Obviamente los ingenieros de montes de Canarias estamos dispuestos a colaborar en ello sin olvidar el magisterio universitario, la capacidad de carga de cada una de las islas y la racionalidad a la hora de volver a empezar. Dos de los activos más importantes del Turismo en Canarias son la naturaleza y la salud además de la seguridad. Por eso los ingenieros de montes apostamos por una simbiosis entre Naturaleza y Turismo, entre Turismo y Salud, porque de ello depende fundamentalmente Nuestro Futuro Común. Es que hay tres Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) del año 2030 que son pertinentes para nuestro caso y me refiero al número 3, dedicado a la salud y el bienestar, al número 13, que trata de la acción por el clima, y al número 15, que contempla la vida de los ecosistemas terrestres. Entiendo que ahora es una buena oportunidad para resetear nuestra mente y cuidar la vida.

 

* Isidoro SÁNCHEZ GARCÍA

Ingeniero de Montes desde 1965

Director de los Parques Nacionales del Teide (1974-1981) y de Garajonay (1982-1987).

Premio de Ecología de la Villa de San Sebastián de La Gomera, en 1977.

Ciudadano Honorario del estado de Washington, en 1981

Premio de Prensa Forestal en 1982 por “El bosque y el agua en la isla de El Hierro”.

Orden de Francisco de Miranda de Venezuela, en 1985.

Vicepresidente de la Asociación Cultural Humboldt (ACH)

Directivo del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC)

 

CON MI SINCERO RECONOCIMIENTO Y AGRADECIMIENTO POR SUS

CONOCIMIENTOS, EXPERIENCIA Y PERMANENTE COLABORACIÓN A:

 

Juan Carlos SANTAMARTA CEREZAL

Ingeniero de Montes

Decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes de Canarias.

Profesor de la Universidad de La Laguna (ULL)

Director Adjunto de la Sección de Ingeniería Agraria de la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de la ULL.

Director del Aula Cultural del Agua.

 

Islas Canarias, 5 de junio de 2020. «Día Mundial del Medio Ambiente 2020»

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