El cristianismo social de
Manuel Giménez Fernández

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Eligio Hernández Gutiérrez *

 

 

Manuel Giménez Fernández, ministro de Agricultura de la CEDA de 1934 a 1935, católico reformista, fue el artífice de una legislación agraria de inspiración social-cristiana, adaptada -afirmó- «a las necesidades reales del campo español”. Durante su breve etapa ministerial, Manuel Giménez logró que las Cortes aprobaran la Ley de Protección de Yunteros y Pequeños Labradores (1934) y la Ley de Arrendamientos Rústicos (1935), que   introdujo logros beneficiosos para los hambrientos obreros agrícolas.

 

En el año 1973, en el Colegio Mayor La Sale de Aravaca, donde yo preparaba oposiciones a la Judicatura, impartió una conferencia seguida de un largo coloquio Jose María Gil Robles, líder de la CEDA, que tengo grabada, en la que elogió a Giménez Fernández y destacó la citada labor legislativa que desarrolló en el Ministerio de Agricultura, lamentándose que fuera despojada de sus aspectos progresistas por los conservadores de la CEDA, por la ultraderecha, dijo expresamente;  y reveló que  dicha legislación estuvo vigente al mismo tiempo durante la guerra civil en el bando republicano y en el nacional.

 

Giménez Fernández fue tachado por los que llamó “los conservaduros” de la CEDA, de bolchevique blanco y marxista disfrazado, lo que motivó que se le separara del Gobierno. Lamamié de Clairac, diputado tradicionalista de derechas durante la Segunda República, llegó a decir de Giménez Fernández, cuyos argumentos se respaldaban siempre con la doctrina social católica, que si exigía los cánones de la Iglesia tendría que ir pensando en hacerse cismático griego.

 

Giménez Fernández, republicano convencido, que no apoyó el alzamiento militar contra la República el 18 de julio de 1936, había llegado a la convicción de que un régimen, sea monarquía o república, se legitima por su capacidad para hacer posible la democracia. Su labor política, inspirada en la doctrina cristiano-social, durante II República, adscrito a la CEDA, supuso un denodado esfuerzo para lograr una mínima solidaridad entre la izquierda y la derecha, posible sólo a través de una plataforma de auténtico centro.

 

Giménez Fernández, que tuvo que enfrentarse a la incomprensión de la izquierda y la derecha instalada en su propio partido, puso a prueba la auténtica calidad democrática de la izquierda. En un discurso pronunciado en el Congreso en noviembre de 1934, dijo: «No puedo olvidar que soy catedrático de Derecho Canónico y tengo el concepto canónico de la propiedad, que tiene que basarse sobre el concepto de que los bienes se nos han dado como medio para subvenir a la naturaleza humana, todo el uso de los bienes que excede de lo preciso para cubrir estas necesidades para las que la propiedad fue creada puede ser abusivo , y lo es ciertamente cuando éste coincide con un estado de extrema necesidad de otros hermanos nuestros».

 

Mientras fue ministro de Agricultura se propuso «crear el mayor número de propietarios capacitados» y, en definitiva, a conseguir que «aunque muchos que hoy tienen mucho se queden en algo menos, todos lleguen a tener algo». La izquierda de la CEDA no consideraba necesario revocar las reformas realizadas en la etapa anterior del Gobierno de Azaña, si bien pretendía retocarlas para introducir algunos elementos propios de la doctrina social católica, como el fomento de los pequeños patrimonios y la defensa de las propiedades familiares.

 

De hecho, se produjeron más asentamientos campesinos que con los Gobiernos de Azaña. Giménez Fernández creía que la estructura de la propiedad agraria debía modificarse para que la tierra cumpliera su función social, pero respetando los derechos legítimos de la propiedad, de forma que la expropiación se realizase con la compensación adecuada, y logró prorrogar por un año, hasta octubre de 1935, la ocupación de tierras por los yunteros extremeños, afrontando un problema que afectaba a más de 25 000 familias, por lo que llegó a tener más apoyos en los partidos situados a la izquierda del hemiciclo que en los de la derecha, que le profesaban una antipatía por su republicanismo. Como dijo entonces Gil Robles: “Sólo las concesiones que salieran del espíritu cristiano, podrían contener la revolución”.

 

En una de sus cartas autógrafas, Giménez Fernández, escribió: «Julián  Besteiro, Maura, Sánchez-Albornoz y yo pensábamos y hablábamos sobre un posible Gobierno parlamentarlo de centro, que comprendiera desde la socialdemocracia de Besteiro y Prieto hasta la izquierda democristiana, para oponerse y combatir a la demagogia fascista y frente populista», afirmando que tal posible gobierno no la pareció mal ni a Gil Robles ni a Prieto; y añadió, entre otras, como causa fundamental de su fracaso,  el hecho de que Prieto -que hubiera debido presidirlo- carecía de mayoría suficiente en su propio partido para que éste respaldase su acceso al poder.

 

Efectivamente, en el coloquio al que me he referido mantenido en el Colegio Mayor La Salle en 1973, Gil Robles reveló que cuando Azaña, elegido presidente de la República el 10 de mayo de 1936, le encargó a Indalecio Prieto formar gobierno, llamó a éste por teléfono para prestarle el apoyo parlamentario de la CEDA, lo que no fue posible al no respaldarle Largo Caballero, que ostentaba la mayoría en el PSOE, lo cual fue un grave error que lamentó Juan Negrín, según me manifestó su hijo Juan Negrín Jr. Si hubiese formado gobierno Indalecio Prieto con el apoyo parlamentario de la Ceda, se hubiera evitado la guerra civil, y hubiera sido posible la paz, como deseó Gil Robles en el referido coloquio, del que entregué personalmente una copia grabada al malogrado historiador Santos Juliá, que había investigado el mencionado hecho histórico.

 

A Giménez Fernández le gustaba definirse como «un cristiano que quiere salvarse», y la democristiana Angela Merkel decía: “Siempre haré las cosas como a Dios le agradan, porque le temo y porque le sirvo con todos mis bienes y todo mi corazón, porque desde hace muchos años le abrí mi vida y mi corazón a Jesucristo y desde entonces soy cristiana no solo de palabra sino sobre todo de hechos”. Willy Brandt, líder indiscutible de la socialdemocracia europea, le espetó a Honecker, que fuera presidente comunista de la Alemania del Este: “Entre nosotros hay una gran diferencia, usted quiere acabar con los ricos y yo lo que quiero es acabar con los pobres, pero si acabo con los que crean riqueza, se repartirá la miseria”.

 

Celebro, como cristiano antes que socialista, la reaparición del Debate, y espero que propague el legado político y doctrinal social-cristiano de Giménez Fernández. Si algún día fuera posible un gobierno de una democracia cristiana refundada y una socialdemocracia, como en Alemania, se habrá logrado la concordia y la justicia social, de la que actualmente carece España, pues fue la democracia cristiana y la socialdemocracia europea las que hicieron posible el Estado del Bienestar.

 

* Eligio HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ

Cristiano militante

Presidente de la Sociedad Civil de Canarias.

Abogado en ejercicio y Magistrado jubilado.

Ex fiscal general del Estado y ex miembro del Consejo de Estado

Ex diputado en el Parlamento de Canarias.

Ex Gobernador Civil de S/C de Tenerife y Delegado del Gobierno en Canarias.

Ex miembro del Tribunal Superior de Justicia de Canarias.

Académico de la Academia Canaria de la Lengua.

Licenciado en Derecho por la Universidad de La Laguna (ULL)

Diplomado en Derechos Humanos por la Universidad de Estrasburgo.

Militante socialista.

 

Santa Cruz de Tenerife, 8 de diciembre de 2021.

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